Una mujer que integraba el comando Alfa, a quienes los hombres conocían
como alfitas, cuenta que una noche
Jacqueline Beltrán, la amante de Montesinos, le convenció para ir al cine. Para ello, Montesinos envió a
un grupo de avanzada de veinticinco personas para que compraran las entradas y
ocuparan cuatro filas de butacas. Allí, en el medio de todos, que se habían
camuflado como parejas comunes y corrientes y habían comprado bolsas de popcorn
para hacer más realista el montaje, se sentó la pareja. Jackie Beltrán, recuerda ella, no se sacó las gafas
oscuras hasta que entró en la sala, poco antes de que empezara la película. Y
Montesinos tenía puesto bigotes y una peluca de utilería, como un cómico actor
de teatro. La alfita, al igual que
los demás efectivos, tenía una pistola escondida entre sus ropas.
jueves, 13 de noviembre de 2014
Jackie quiere ir al cine
No le bastaba a Vlademiro Montesinos
haber mandado construir su casa de playa como si fuese un refugio antinuclear,
sino que alguna vez había llegado a tener hasta ochocientos efectivos encargados
de su custodia. Más tarde, buscando la forma de mejorar el sistema, los había reducido
a trescientos cincuenta: todos, mujeres y hombres, entrenados como comandos de
élite en operaciones de espionaje y asalto.
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