lunes, 11 de noviembre de 2013

Vida después de muerto

 He dicho: no hay vida después de muerto y, hoy,  a pesar de mis sesenta y picos y estar más cerca al límite lo mantengo. Pero saber esto ¿me satisface? No. Quisiera creer lo contrario, al menos, esperanzado en la resurrección estaría  matizado  estos últimos años de vivos colores. Sin embargo,  todo lo que hice,  tirado por la borda,  al mar de las tinieblas por no creer en la vida después de muerto. Ya no tengo  ilusiones, anhelos, sueños.  Siempre dije lo que vale en la persona es el significado que se da a la vida ¿Qué he dado yo? Nada.
 Mi padre muerto hace casi dos años, asiduo  le he visitado en el cementerio, pienso,  ni siquiera tendré  consuelo de un buen entierro. Pregunto: ¿Mi mujer y mis hijos me visitaran como hago a mi padre? Sin duda que no. A  lo sumo, con fastidio, me llevaran al camposanto para dejarme y volverán pronto  a ver su programa de televisión.
Por lo menos, cuando la parca venga no entraré en pavor -eso supongo- No querré un minuto más  porque   nada tengo que hacer en él.  Me iré lo más rápido,  sin  resistencia, y si el diablo no quiere llevarme aun porque soy  partido ganado, y si aun puedo colgarme de la ventana del tercer piso, lo veré como una opción.
Nadie ha regresado del más allá. Por supuesto es un cuento del orinoco- la resurrección de Jesús- que usted no conoce ni yo tampoco.
Los que han regresado de una muerte  clínica y cuentan que han estado allá: es una  luz, toma forma, se personifica y se transforma –dios-en un ser, un ser de luz, es una fantasía de la mente.

¿Contento por lo que escribo? Tampoco.

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