Tenía que ir al cementerio por el Día de todos los santos con mamá. Abordamos un micro que tenía que
pasar por la avenida única de mi ex
barrio, avenida larga y conocida. Cuando paso por ahí mis ojos se elevan y caen directo en esa poltrona natural
de tres pisos en el cerro y me lamento.
Y las dos ventanas del último piso que se logra ver son,
también, como dos ojos grandes que me miran cargantes y amenazantes. Casa de tres pisos; y esos mismos ojos me despedirán el día que me
muera y, pido ya, la carroza pase por esa callecita pegada al cerro, al menos,
como consuelo llevaré el último golpe de
pecho de mi casa vieja…
Dieron a mamá un asiento preferencial adelante del micro, yo no quería compartir porque, luego, tengo que levantarme para dar asiento a otra dama.
Por eso, me fui atrás,
al fondo, al último asiento para leer mi
periódico sin que me molesten
Había subido Rina,
sola, ahora sin sus hermanas .Se había topado con mi mamá a quién conoce
y habían conversado largos minutos y yo
no sabía por la atención en mi periódico.
Tal vez Rina le habrá preguntado: ¿Por qué viaja sola a su edad?
-He venido con mi hijo, habrá respondido, se ha sentado atrás.
Entonces Rina habrá desplazado la mirada
y me vio leyendo mi periódico
: viejo , canoso, arrugado ¡ Estaba para dar pena! habrá
pensado.
Adolecente me enamoré de Rina. Salía ella de su casa con sus
hermanas y se arremolinaban en las gradas de mi puerta-calle
porque mi casa estaba en una esquina de donde se veía la hoyada, la suya estaba
escondida.
Nunca le declaré mi
amor. Ella se sentaba en mi grada de la
escalera leyendo chistes que colgaba en un cordel y alquilaba por ese tiempo: Susy, Archie, Hermelinda, El Charrito de Oro, etc.
Nunca me atreví abrazarla
como hacían mis amigos con las chicas que les gustaban. Solo le miraba su cabello, largo, negrísimo y
sedoso, su mirada dulce y su bello rostro, bien delineada,
desde mi patio alto que estaba sobre el
nivel de la calle a metro y medio.
Aquella a quién soñaba tenerla en mis brazos la identificaba
con Sofía Loren, era un réplica de ella pero en tamaño carnet. Rina
tenía apenas trece años (yo catorce) pero estaba crecidita, esbelta.
En esa película Ayer, Hoy y
Mañana se le ve a Sofía Loren con Marcelo Mastroiani en la
publicidad de la cartelera y afiches
cinéfilos, sin falda, con portaligas, pantimedia, encaje negro, las piernas
esbeltas, zapatos taco alto mostraba su
muslo esplendoroso. Sofía recogía una
pierna sobre su vientre y levantaba un
ajuar con el brazo en alto y mostraba la
media sonrisa, complaciente, sugerente en su labio bulboso y cerrado, con un lasito
rojo en la cabellera; mientras Marcelo le esperaba en la cama, tendido, con los
brazos en la nuca.
Así soñaba a mi Rina, otras veces como una chica pin-up con, su piel satinado, pómulos
encendidos, cara virginal y diabólica a la vez, en short negrísimo, con blusa de bolas anudad al
ombligo, motivos de Betty Boop; aunque Rina aun era delgada pero prometía .Luego de leer jugaba yases con su prima Flor,
su amiga Berta…y sus hermanas
Aquellos años de disco de vinilo, radio de válvulas, camel
gigante, lencería, mallas, encajes y tules hacía de mi sueño y ensueño con mi Rina una fenme fatale con pocos encajes de ropa, un amuleto para mi soldado en guerra.
Pero el asunto es que en un momento levanté la mirada y me di
con la faz de ella que no me miraba. Estaba de pie, adelante, algo le decía a
mi madre y yo, presto, me cubrí con la hoja de periódico y por una pestaña oscilante la veía cómo
estaba: en efecto, había pasado los años por ella pero sin maltratarla, conservaba
las líneas delicadas y armoniosa de su rostro, su figura, se había mantenido aunque,
mas bien, delgada para sus años ¿Estará enferma? ¿Será vegetariana? Le cubría
un ropón negro…
Tenía que bajar y a ella le habían dado un asiento en el lado
opuesto a donde estaba mi madre. Aproveché ese desarreglo, recogí a mi madre y me bajé ignorándola a Rina.
¿Por qué soy así? Mil veces me maldigo cómo soy. A veces pienso que lo que cuento es una exageración mía, pero no.
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