domingo, 3 de noviembre de 2013

Rina sin sus hermanas

 Tenía que ir al cementerio por el Día de todos los santos con mamá. Abordamos un micro que tenía que pasar por  la avenida única de mi ex barrio,  avenida larga y  conocida. Cuando paso por ahí mis  ojos se elevan y caen directo en esa poltrona natural de  tres pisos en el cerro y me lamento.
Y las dos ventanas del último piso que se logra ver son, también, como dos ojos grandes que me miran cargantes y amenazantes.   Casa de tres pisos;  y esos mismos ojos me despedirán el día que me muera y, pido ya, la carroza pase por esa callecita pegada al cerro, al menos, como consuelo llevaré  el último golpe de pecho de mi casa vieja…
Dieron a mamá un asiento preferencial  adelante del micro, yo no quería compartir  porque, luego, tengo  que levantarme para dar asiento a otra dama.
Por eso,  me fui atrás, al fondo,  al último asiento para leer mi periódico sin que me molesten
Había subido Rina,  sola, ahora sin sus hermanas .Se había topado con mi mamá a quién conoce y  habían conversado largos minutos y yo no sabía por  la atención en mi periódico. Tal vez Rina le habrá preguntado: ¿Por qué viaja sola  a su edad?
-He venido con mi hijo, habrá respondido, se ha sentado atrás. Entonces Rina habrá desplazado la mirada
 y me vio leyendo mi periódico : viejo  , canoso,   arrugado ¡ Estaba para dar pena! habrá pensado.
Adolecente me enamoré de Rina. Salía ella de su casa con sus hermanas   y se arremolinaban en las gradas de mi puerta-calle porque mi casa estaba en una esquina de donde se veía la hoyada,  la suya estaba  escondida.
 Nunca le declaré mi amor. Ella se sentaba en mi  grada de la escalera leyendo chistes que colgaba en un cordel y  alquilaba por ese tiempo: Susy, Archie, Hermelinda, El Charrito de Oro, etc.
 Nunca me atreví abrazarla como hacían mis amigos con las chicas que les gustaban.  Solo le miraba su cabello, largo, negrísimo y sedoso,  su mirada  dulce y su bello rostro, bien delineada, desde mi patio alto que estaba  sobre el nivel de la calle  a metro y medio.
Aquella a quién soñaba tenerla en mis brazos la identificaba con Sofía Loren, era un réplica de ella pero en tamaño carnet.  Rina  tenía apenas trece años (yo catorce) pero estaba crecidita, esbelta.
En esa película  Ayer, Hoy  y  Mañana se le ve a Sofía Loren con Marcelo Mastroiani en la publicidad de la cartelera  y afiches cinéfilos, sin falda, con portaligas, pantimedia, encaje negro, las piernas esbeltas, zapatos taco alto  mostraba su muslo esplendoroso. Sofía  recogía una pierna  sobre su vientre y levantaba un ajuar con el  brazo en alto y mostraba la media sonrisa, complaciente, sugerente en su labio bulboso y cerrado, con un lasito rojo en la cabellera; mientras Marcelo le esperaba en la cama, tendido, con los brazos en la nuca.
Así soñaba a mi Rina, otras veces como una  chica pin-up con, su piel satinado, pómulos encendidos, cara virginal y diabólica a la vez, en short  negrísimo, con blusa de bolas anudad al ombligo, motivos de Betty Boop; aunque Rina aun era delgada pero prometía .Luego de leer jugaba yases con su prima Flor, su amiga  Berta…y sus hermanas
Aquellos años de disco de vinilo, radio de válvulas, camel gigante, lencería, mallas, encajes y  tules hacía de mi sueño y ensueño con mi Rina  una fenme fatale con pocos  encajes de ropa, un  amuleto para mi soldado en   guerra.
Pero el asunto es que en un momento levanté la mirada y me di con la faz de ella que no me miraba. Estaba de pie, adelante, algo le decía a mi madre  y yo, presto, me cubrí con  la hoja de periódico  y por una pestaña oscilante la veía cómo estaba: en efecto, había pasado los años por ella pero sin maltratarla, conservaba las líneas delicadas y armoniosa de su rostro, su figura, se había mantenido aunque, mas bien, delgada para sus años ¿Estará enferma? ¿Será vegetariana? Le cubría un ropón negro…
 Tenía que bajar  y a ella le habían dado un asiento en el lado opuesto a donde estaba mi madre. Aproveché ese desarreglo,  recogí a mi madre y me bajé ignorándola a Rina.

¿Por qué soy así? Mil veces me maldigo cómo soy.  A veces pienso que lo que cuento  es una exageración mía, pero no.

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