domingo, 3 de noviembre de 2013

Sueño macabro


Estaba dentro de un mercado  de La Victoria por  la tercera puerta entrando por el jirón Unanue. Ingresando  no más, está la sección de venta de animales vivos para consumo humano: conejos, patos, gallinas, cuyes,  cabritos, pavos, lechones… que están  en jaulas superpuestas en varios niveles. El olor  cargado a  guano y el polvillo a pelusa que emana de los animales se siente de inmediato.  Conocía ese lugar porque   tenía mi tienda que estaba saliendo  ese mercado y era, costumbre, previo a la fiesta de navidad,  acudir con mi madre  o mi hermana a comprar el pavo para la noche buena. Pero en general, para cualquier actividad como bautizo , cumpleaños  o cualquier festividad  la gente acudía y acude a esa plaza  para aprovisionar y preparar el almuerzo o la cena especial. Compraban el animal vivo y lo mandaban , ahí mismo, en los puestos aledaños a degollar, limpiar y trozar.
 Estaba con la señora  Mariza a cuyo hijo le había dado trabajo cuando tenia mi tienda pero ahora que no tenia y necesita emplearme en algo  sabiendo la doña mi necesidad   me había llevado ahí para recomendarme a su compadre, el señor Mayorga . Cuando me presentaron a este señor estaba sentado  con un policía moreno en una mesa tomando una gaseosa helada por el calor . Nos acomodamos la señora y yo junto a ellos y compartimos un momento una charla picara y chabacana   como se suele dar en los mercados de abastos . Mientras  la comadre ponía en autos a su pariente, yo  miraba a uno de los empleados de Mayorga que sacaba la gallina elegida por un cliente, le daba un golpe  en la cabeza  privándolo,  le daba un tajo con una navaja y lo metía   en un cono de latón para que se desangrara sobre una palangana.
Entonces Mayorga me dice:  ¡Oye  mano,  limpia las jaulas  que están vacías!  Obedezco porque en realidad estoy necesitado de trabajo.  Y en cuclillas, dándole la espalda  abro la jaula inferior  y con una escoba pequeñas voy limpiando. En eso, escucho una voz fuerte y conocida  en la mesa dirigida a la dueña del puesto o stand:
¡Dos cervezas, seño, como el sábado! ¡Heladitas!
Era uno de mis hijos. No me ha visto, felizmente. Estaba agachado y dándole la espalda, recogí la mirada
bajando mi cabeza lo más que pudiera. No quería que viera  a su padre limpiando un corral. La señora Mariza no le conocía ni nadie.
El policía le recrimina gritando: ¡Estos muchachos de ahora son irrespetuosos!¡Gritan en la oreja de uno!
Mi hijo  no se queda  callado  dice: ¡Yo soy (dice su apellido que es el mío)! ¡Esa es mi voz! Lo dice creído, con arrogancia. No está borracho sino un poco chispeado Tenia dos botellas vacías en la mano.
¡Fíjate con quien estas hablando! Dice el moreno policía y mi hijo, verraco, contesta:
-  ¡Eres un pobre infeliz, cachaquito de mierda!
 El policía se para ágilmente y ,a la vez, con el brazo le da un golpe en el plexo a mi hijo que lo tumba al piso saltando las botellas al aire. Y sin esperar que se levante se encarama  sobre  él dándole puñetazos 
Todo sucede  intempestivamente, en segundos. La gente se arremolina  y yo le digo a Mariza  que le grite al policía que es mi hijo Ella me dice  Dile tú. Yo me acerco para tomarle del cuello al moreno y  separarlo pero otro policía me detiene. Es su compañero que aguardaba, con otros, en la patrulla en la puerta del mercado y ante el barullo han acudido en su auxilio. Otros dos  policías  terminan  dándole de alma con el garrote  en la espalda, en la cabeza a mi hijo  que queda  exánime…
En otra escena de este horrible   sueño, Zeli,  veo a mi hijo botado sobre el terraplén de un rio,  sin camisa, macilento  y frio. No hay nadie más, solo yo y él. Ya no es verano es un paisaje triste como Transilvania.

Me despierto y es tan sobrecogedor este sueño que me sale las lágrimas rogando que aligere mi hijo su forma de proceder porque el es así, un poco violento. 

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