jueves, 6 de febrero de 2020

POEMARIO LAS PALABRAS



YO CÁLAMO

Tal vez mi trabajo sean historias mínimas, pulidas, cepilladas, imponiendo las palabras necesarias (nada rimbombante) para que se le pudiera entender. Tal vez mi fin sea excitar la memoria, Jog memory.
Si este botón de prueba es poesía  tal vez sea mucho premio pero si no lo es no me importa, lo que sí, mi tarea es despertar conciencia, abrir corazones,  empezando por mí mismo.

Mirar a la derecha, a la izquierda que aparenta no haber nada
pero tras el pentagrama de la escritura abrir la ventana para que entre aire nuevo y renueve el cargado, y me alivie del  caos. Tener un culto por la simplicidad, claridad y a la vez profundidad.

Desde mi  pequeño universo de la palabra atrapar cosas complejas y hacerlas simples, o al revés,  -intentaré- entretenerme en poliédricos colores.

Así como una muralla empinada en una colina rasgando la luz de la tarde, solitario, lejos de la ciudad, pero visible –me viene a la mente la muralla de hielo de Invernalia del escritor George R. R. Martin-, así  quiero demostrar quién soy.

Tener un plan, por grotesco que parezca, un plan. Ejemplo, hace tiempo pienso escribir un relato en tres partes,  la primera llamarla  Esquizoide, la segunda Parkinson y la tercera Alzhéimer. Narrado por un sexagenario que teme adquirir cualquiera de ellos, aunque esto  lo puedo asignar a otro  que realmente lo sufre. Uno puede, y es dueño del  hacer, tergiversar lo que quiera y como quiera; por ejemplo, al levantarse  el escritor piensa inspirarse en el primer animal que ve, resulta que puede ser un loro pero según su estado de ánimo lo puede cambiar por cuervo.

Es tan variado el cardado de lana, la selva de conocimiento  para arrancar de ello una frase que nos encamine.
Solamente  hay que prestar atención  a las pequeñas cosas de la vida, y como dijo algún alguien,  observando lo pequeño se puede comprender   lo inmensurable de la naturaleza humana. Para ser universal hay que hablar de  la aldea.

Como en la abogacía, hay especialidades, en mi género soy esclavo de la nostalgia y las tristezas, no puedo evitarlo, -otros toman otras aristas- aún más, a mí me gusta. Mi tarea tiene la sigla MMM, meditación de un meditabundo moribundo.

Pero soy hombre cartesiano,  me baso sobre la percepción y comprobación. Rechazo las cadenas oxidas de la costumbre. El castillo de sofismas de fe, y un poco, el repuje excesivo del relieve en el poema. como dijo Niels Hav: una vez escribía en pluma de fuente/ poesía pura sobre la pura nada.

¿Escribo por placer o por vicio? ¿Por qué no tener –un vicio-  si otros tienen lo suyo? Paliar así mis problemas emocionales, desentrañar dudas; como terapia, así evito recurrir a  terapistas o psicólogos me quiten mi escasa pensión.

Sufro de alerta permanente, o sea cuando termino un trabajo siempre pienso que está mal, que falta algo , que no está completa por más demore varias veces repasándolo , no hay un final que me diga está perfecto. A pesar que mi escritor interno me dice: Solo da par de puntadas, el lector pondrá las suyas.
Si el universo alcanzaría la entropía (alcanzar lo máximo y hacer imposible todo cambio  ulterior ) implicaría el fin del mundo, pienso yo.
Muchos habrán tenido de niño un viaje a la sierra,  selva norte-sur del país, de ellos se puebla nuestra evocación. Polemizar con nuestro propio pasado, con nuestras excursiones de niño.
Si ha habido una llaga –no haber tenido excursiones- comprobar desde una herida se puede alcanzar una luz,  saber que en toda tristeza hay belleza.

Atento a todas las fisuras del alma a veces me agarraba el pesimismo, es que el escritor trabaja solo, no tiene buffet.
Su libro sangra porque trata de imprimir sus hojas con tinta roja.

Entonces salía a la calle a tomar baños de cultura, oír en talleres gratuitos o presentaciones literarias, constatar que otros panaderos, caseros en su propio  fogón, tenían amor para hacer sus propios panes.
Había lunas que todavía yo no había ladrado.

¡Cómo cruzaban nuevos quijotes por la ciudad, de extremo a extremo en hora punta -veía- solo para tener la oportunidad de leer un poema suyo!, sin recompensa alguna que un aplauso. Y esto más me motivaba seguir.

El escritor no quiere ser hombre-oficina pero labor necesita. En todo caso, se ve obligado escoger uno y  mientras el dueño -o jefe- ausentara ver cómo  sacar la vuelta para escribir diez puntadas.

O, regentar un stand –si es trabajador independiente- donde al día hubiera dos clientes solidarios, suficiente para café y pan y poder escribir el resto del tiempo.

Es, convertido  en esclavo del papel donde pinta una caída de agua bajo el enagua de la escritura. Patea una ola hasta el sol, enfrenta el papel continuo no por ser un hombre sabio sino no saber qué otra cosa ser o hacer.

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autor jrosual

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