YO CÁLAMO
Tal vez mi trabajo
sean historias mínimas, pulidas, cepilladas, imponiendo las palabras necesarias
(nada rimbombante) para que se le pudiera entender. Tal vez mi fin sea excitar
la memoria, Jog memory.
Si este botón de prueba es poesía tal vez sea mucho premio pero si no lo es no
me importa, lo que sí, mi tarea es despertar conciencia, abrir corazones, empezando por mí mismo.
Mirar a la derecha, a la izquierda que aparenta no
haber nada
pero tras el pentagrama de la escritura abrir la
ventana para que entre aire nuevo y renueve el cargado, y me alivie del caos. Tener un culto por la simplicidad,
claridad y a la vez profundidad.
Desde mi
pequeño universo de la palabra atrapar cosas complejas y hacerlas
simples, o al revés, -intentaré-
entretenerme en poliédricos colores.
Así como una muralla empinada en una colina rasgando
la luz de la tarde, solitario, lejos de la ciudad, pero visible –me viene a la
mente la muralla de hielo de Invernalia del escritor George R. R. Martin-,
así quiero demostrar quién soy.
Tener un plan, por grotesco que parezca, un plan.
Ejemplo, hace tiempo pienso escribir un relato en tres partes, la primera llamarla Esquizoide, la segunda Parkinson y la tercera
Alzhéimer. Narrado por un sexagenario que teme adquirir cualquiera de ellos,
aunque esto lo puedo asignar a otro que realmente lo sufre. Uno puede, y es dueño
del hacer, tergiversar lo que quiera y
como quiera; por ejemplo, al levantarse el escritor piensa inspirarse en el primer
animal que ve, resulta que puede ser un loro pero según su estado de ánimo lo
puede cambiar por cuervo.
Es tan variado el cardado de lana, la selva de
conocimiento para arrancar de ello una
frase que nos encamine.
Solamente hay
que prestar atención a las pequeñas
cosas de la vida, y como dijo algún alguien,
observando lo pequeño se puede comprender lo inmensurable de la naturaleza humana.
Para ser universal hay que hablar de la
aldea.
Como en la abogacía, hay especialidades, en mi género
soy esclavo de la nostalgia y las tristezas, no puedo evitarlo, -otros toman
otras aristas- aún más, a mí me gusta. Mi tarea tiene la sigla MMM, meditación
de un meditabundo moribundo.
Pero soy hombre cartesiano, me baso sobre la percepción y comprobación.
Rechazo las cadenas oxidas de la costumbre. El castillo de sofismas de fe, y un
poco, el repuje excesivo del relieve en el poema. como dijo Niels Hav: una vez escribía
en pluma de fuente/ poesía pura sobre la pura nada.
¿Escribo por placer o por vicio? ¿Por qué no tener –un
vicio- si otros tienen lo suyo? Paliar
así mis problemas emocionales, desentrañar dudas; como terapia, así evito
recurrir a terapistas o psicólogos me
quiten mi escasa pensión.
Sufro de alerta permanente, o
sea cuando termino un trabajo siempre pienso que está mal, que falta algo , que
no está completa por más demore varias veces repasándolo , no hay un final que
me diga está perfecto. A pesar que mi escritor interno me dice: Solo da par de puntadas, el lector pondrá las suyas.
Si el universo alcanzaría la entropía
(alcanzar lo máximo y hacer imposible todo cambio ulterior ) implicaría el fin del mundo,
pienso yo.
Muchos habrán tenido de niño un viaje a la
sierra, selva norte-sur del país, de
ellos se puebla nuestra evocación. Polemizar
con nuestro propio pasado, con nuestras excursiones de niño.
Si ha habido una llaga –no haber
tenido excursiones- comprobar desde
una herida se puede alcanzar una luz, saber que en
toda tristeza hay belleza.
Atento a todas las fisuras del alma a veces me
agarraba el pesimismo, es que el escritor trabaja solo, no tiene buffet.
Su libro sangra porque trata de imprimir sus hojas con
tinta roja.
Entonces salía a la calle a tomar baños de cultura, oír en talleres gratuitos o presentaciones literarias, constatar que otros panaderos, caseros en su propio fogón, tenían amor para hacer sus propios
panes.
Había lunas que todavía yo no
había ladrado.
¡Cómo cruzaban nuevos quijotes por la ciudad, de
extremo a extremo en hora punta -veía- solo para tener la oportunidad de leer un poema
suyo!, sin recompensa alguna que un aplauso. Y esto más me motivaba seguir.
El escritor no quiere ser hombre-oficina pero labor necesita. En todo caso, se ve
obligado escoger uno y mientras el
dueño -o jefe- ausentara ver cómo sacar la vuelta para escribir diez puntadas.
O, regentar un stand –si es trabajador independiente- donde
al día hubiera dos clientes solidarios, suficiente para café y pan y poder
escribir el resto del tiempo.
Es, convertido en esclavo del papel donde pinta una caída
de agua bajo el enagua de la escritura. Patea una ola hasta el sol, enfrenta el
papel continuo no por ser un hombre sabio sino no saber qué otra cosa ser o hacer.
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autor jrosual
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