miércoles, 12 de febrero de 2020

Poemario Las palabras


Escribir a dos planos temporales, pasado y presente

El escritor puede ser a la vez aunque para ello tiene que tener carisma: Comunicador social/narrador de cuentos/conciliador familiar/mentor/brain gym trainer (instructor de gimnasia cerebral)/coach ontológico (disciplina que permite a las personas, poder conseguir resultados eficaces, óptimos y también poder desarrollar un bienestar personal en sus relaciones con los demás, ya sea en el ámbito familiar, profesional o empresarial)

Para qué decir lo que el lector ya sabe. En un micro relato, no decir, sugerir.

Un trabajo estará terminado cuando no tiene nada que quitar, y no queda nada para aumentar. Por ejemplo un cuento breve de alguien que no recuerdo:

Una joven escribió una carta, empezó alegre por los momentos gratos pasado con él pero luego –al recordar el rompimiento- la anegó de lágrimas el papel/ y así lo envió.
El amado al ver humectado el papel sintió tristeza pero al recordar el buen  momento pasado con ella se puso contento/y fue en busca de ese amor olvidado.

Ten en cuenta cuando, luego, hagas el libro, y el posible lector lo toma en una librería. Lo hojea indistintamente. No siempre por la primera página. Y decide por fin, si le cabe o no ¿Qué tal si posa sus ojos en la estrofa floja? Tratar de dar 100 x 100, en todo. Escribir tan bello que no pudiera serlo más (Pessoa).   Escribir es como tender la mesa, ubicar el plato de sitio, el tenedor a la izquierda, poner  donde debe ir la copa de agua, la copa de vino. Es importante la etiqueta. Decora como las palabras. Esto para el escritor son herramientas que ayudan a crea a partir de la inspiración, imaginación y sensibilidad. El consomé está en su claris verbis. El verdadero acto creativo está en domesticar las imperfecciones (Ricardo Sumalavia) . Otra cosa es que tu nivel aun no lo alcanza. Pero no desanimarse, nadie nace perfecto.

En otro tópico, Guillermo Arteaga en su libro El salvaje advierte: 5.5 años me demoré en escribirla y luego un fulano la leyó en una semana ¿no es algo desalentador? Pero otro colega escritor le dijo que una semana es uno (un lector), pero con otro que haya comprado son dos semanas …hasta alcanzar los 5.5 años, estaría bien.
Yo he leído que hay escritores que dos años esperan para poner la palabra exacta.

Todo el mundo puede escribir un libro pero solo una minoría afortunada consigue el éxito, es decir, que su obra se convierta en un pensamiento generalizado.

Lo que te percates que está mal  corrígelo al instante. No dejes para después lo que ahora puedes hacer.

Imaginad que detrás de tu escritorio hay una cámara y lo que escribes en estos momentos, virtualmente, lo están leyendo en la otra parte del mundo.

También al escribir puedes utilizar el Plano japonés: cómo, un niño a un adulto ve, como un pez mira a un hombre en la ribera del río.

Tampoco se debe evitar un comentario irreal, por ejemplo, Borges cuenta que una vez se encontró en la ribera, sentado, él, anciano, de 65 años con otro que era él mismo cuando tenía veinte años.

Planea tu día, si a la una vas al restorán, y son las once, no corras                                                    en tu trabajo literario por ir a comer, es compulsión. Haz lento pero escribe bien esas dos horas ¿no es que querías emplear las horas vacías del día? Tu consigna es copar el día a horas
productivas, no apresuradas.

Aprender de la Banca Comercial, las ventanillas al final día cuadran
las plataformas de las agencias.
Los que encuadernamos el sentir humano abusamos hasta que llega la fatiga nos venza pero no  damos tiempo a cuadrar. O sea, la carilla que trabajamos no asignamos etiquetas, no devolvemos si no se  usó, no fijamos su procedencia, cual carilla posponer por el momento, o en qué parte del trabajo anidar, o no nos fijamos que no haya duplicidad,  generalmente.
Lo dejamos tal cual cosa qué al día siguiente a falto de dar destino
nos aplasta el ánimo  seguir.
Antes que llegue el cansancio, diez minutos antes asignar las carillas a su respectivo lugar.

Una vez terminado una novela de muchas páginas hay que quitar las palabras que están de más, luego,  quitar las frases que se repite, las secciones que, mejor visto, no pertenecerían a este trabajo y destinarla para otro, a futuro. A veces un libro nuevo nace del despojo de otros libros. Hasta quedar en un volumen de regular páginas. La estructura de la novela depende del criterio del autor, también de la historia.

Si solo permanece aislado nuestra creación es posible que pase desapercibidos pero si se les etiqueta va formando un cuerpo, un sentido, tal que después se reúna rápidamente. Si solo permanecen en sujeto  se pierde en un mar de chinos, en una nebulosa (y el trabajo es más laborioso).

Podría estar bien llamar a nuestro personaje El loco de la casa, como lo hace Rosa Montero donde a través de él se habla del oficio de escribir. Cualquier pretexto es bueno pero más si es original.

Encontrar en una tienda de antigüedades una máquina Remington, parecida a donde hicimos nuestros primeros bosquejos, nos lleva al recuerdo, a la endecha. La memoria se incendia sin bombero a la vista.
 
Escribir sobre la niñez aunque algunas veces no se recomiende a los niños, es posible.

Evaluar al padre –recién ido- es solo ubicar el sitio donde la batalla tendría lugar.

Julio Verne escribía sobre lugares donde no había estado. No estar allí, en el suceso, es estar como un hombre invisible. El escritor siempre está  en otro sitio, entre aquí y allá, pero nunca realmente aquí o nunca realmente allá.  Luego, terminado su trabajo, al leerlo se pregunta cándidamente ¿cómo quedé allá estando aquí? Sin estar en un salón de baile  goza la fiesta en una hora reservada.

Todo no  es escribir, de vez en cuando clavar la silleta –literalmente- para que no sisee  cuando extasiemos.

No morder más de lo que se puede masticar.

Hay quien escribe, y sus palabras son untadas con ácido clorhídrico. Hay otros que se miran el ombligo para crear. Hay otros que escriben con taladro, otros que arrancan sus hojas y se lo comen. Otros escriben a temperaturas altas. Otros en su torre de marfil. Cada quien mata sus liendres como pueda. Benito Pérez Galdós antes de crear literalmente los personajes de su obra lo dibujaba con un lápiz para tenerlos delante cuando escribía  de ellos.

Hay que empezar a bregar con la pluma y el papel muy temprano cuando el sol dormita en la frazada de la noche, que es mi momento preferido; pero puede ser para otro cálamo en otro momento, la hora más tarde de la noche cuando la bulla cese en los pasillos de la casa, o al caer la tarde. Cada quién monda la manzana como quiere y pueda.
Alondra (figurado)  es el tipo de escritor que tiende a acostarse y levantarse temprano para escribir, opuestamente al búho.

Escribir distintos alter egos. Y coger el que mejor canta.

Escribir sin tratar convencer  (Pessoa)

Ser arquitectos que primero diseñan los detalles, o, dos,  artesanos,  que se sientan frente a la mesa cada mañana según un horario y escriben lo  que salga del alma. Uno debe escoger.

Penetrar en la soledad de otro no es imposible.

Dejar la puerta abierta  para que puedan huir los personajes.

Canibalizar  la vida personal  pero además crear elementos añadidos que confundan al lector quién es el escritor.

Escribir con palabras y con silencio (Ítalo Morales). Quemar el silencio. Un silencio a veces tiene más fuerza que mil palabras.

Cuando se acude a una exposición, a una presentación, pone atención ciento por ciento a todo lo que se dice. Da respuesta corta y segura lo más inteligente que  puedas, o, a la pregunta inquisitiva. Si te toca exponer, da todo de ti.
Pues quién ponencia es para agradar, enseñar, inteligenciar. Aunque luego cuando vuelvas a estar solo con la soledad rienda el pensamiento fútil,  la mirada boba, el humo de la choza, el escepticismo, la angustia existencial o lo que se te venga en gana.

__

autor jrosual 




No hay comentarios:

Publicar un comentario