viernes, 21 de febrero de 2020

Poemario Las Palabras



P15 PLAGIO


Siempre, el que primero inventó está sujeto a copia, referencia o corrección por otras tendencias que la actualidad exige, en todos los campos, por ejemplo, el foco de luz inventado por  Thomas Édison    ahora los hay ahorradores, tipo led, con sensores, etc. Y
no se escucha que arman alharaca por su patente pero en el plagio literario por no poner una cita en cursiva o en comillas hay denuncias al por mayor.
¿Acaso eso no pasó  con la sagrada palabra-la biblia-?, una forma de corregir era el Palimpsesto, cuyo contenido original había sido raspado para escribir de nuevo encima. ¿No es que algunos capítulos fueron copia de otras culturas?,  por ejemplo, en el Gilgamesh –sumerio- se narra  el diluvio mil años antes que Noé, ¿Se le puede calificar de plagiadores los que autenticaron a Noé?

A veces se recoge una palabra, breve frase del creador
 del libro que uno está leyendo. Una frase de dos o tres palabras, no se necesita más. Y se completa con la imaginación, del que da uso particular, para explayarlo. ¿Está mal? Parece que no. El pionero  a veces da luces que ni el mismo se da cuenta va servir a otro. Por ejemplo para hacer este trabajo he leído previamente algunos textos de autores que pergeñan sobre lo mismo, en el sentido de cómo descubrieron  el gusto por leer y luego escribir, y a partir de ahí cogí algunas palabras que iluminó  el mío en particular. El  autor-proveedor solo puso la punta de la madeja, pero le sirve al autor-recibidor direccionar en otra forma. Es algo que ilumina el cerebro del recibidor como  un timbre de llamada para dejar entrar a nuestros propios y particulares fantasmas.

Otras veces el autor- proveedor lo expresa en otro género, por ejemplo, en una película, pero ello sugestiona  al mundo propio del autor- recibidor que es pintor o escritor y lo plasma en su giro. En este caso no se corre letras sino  imágenes.

El que escribe debe estar  atento a lo que ve, a lo que oye y a lo que sucede. Pero todo el mundo ve oye y le pasan varias cosas interesantes, pero al que escribe no le es un hecho común sino  lo preserva en la retina de sus ojos y lo lleva a su laboratorio, su mesa de trabajo: papel y lápiz.

El escritor puede ver un par de ratas en una pelea pero  él lo imagina con espadas y en lugar de señalar lo absurdo, se pone a describir la batalla meticulosamente para proveer una lectura para niños.

Aquí criticamos a Bryce Echenique  por copión. Tal vez lo sea alguna páginas que obvió certificar pero no por ello todas sus obras se  le puede estigmatizar.

A través de la historia literaria se ve llenura de plagio pero en una forma subliminal que no se le consideraba  plagio sino una ceremonia –embeleso de la apropiación.

La divina comedia es una relectura de la Eneida y Homero, Dante y Virgilio están presentes en Paraíso Perdido de Milton. El Ulises de Joyce es impensable sin una asimilación de la Odisea de Homero.
Ana Karenina de Tolstoi revisa creativamente Madame Bovary de Flaubert. El retrato de una dama de Henry James reexamina en su escritura a Middlemarch de George Eliot.

En todo caso, el escritor cuando quiere tomar  de otro sin citarlo tiene que hacerlo como el back de un equipo de futbol: jalar ligeramente la camisa del adversario pero sin que el árbitro se dé cuenta.

Ahora hay que tener en cuenta que nos enfrentamos en la vida  actual donde el internet predomina sobre todo los campos.

Según un artículo de Patricio Pron, que lo dice mejor: «Hoy parece que se hubiera disuelto toda distancia entre reproducción y apropiación. Hay una ilusión de simultaneidad, un cruce continuo entre textos propios y ajenos. La técnica produce un movimiento de unificación, de escritura única, continua, no personal, casi mecánica [...]: pone en juego la cuestión de qué quiere decir enunciar…porque su fragmentación en pequeñas unidades (un par de versos, un fragmento de imagen, una frase subrayada en un libro) lleva a su consumidor a pasar tan poco tiempo con el contenido que este no puede desplegar sus cualidades ni convertirse en experiencia, y porque esa misma experiencia, allí donde se produce, deviene simplemente algo “a compartir”, el fondo de una selfi, un fragmento de video enviado por WhatsApp, un “estado”.
« hace que (afirman algunos) nociones como “propiedad” y “autoría” carezcan de utilidad en el ámbito de las redes sociales, como pondrían de manifiesto las numerosas apropiaciones y plagios que pueden encontrarse en ellas… el de que el contenido “es” de quien lo comparte, no de su autor o autora …sino la forma en que “conectamos” con ella, es decir, la respuesta emocional que esta nos produce
«… La supuesta gratuidad de los contenidos, que algunos defienden como condición necesaria para el acceso a la cultura entendido como un derecho, ha habituado a los consumidores a esgrimir dos argumentos antitéticos pero habituales: por una parte, que los productos culturales (también de la literatura) deben ser gratuitos para los consumidores, no importa cuánto dinero cueste a sus autores producirlos; por otra, que lo que es gratis no vale nada»
¿Podría validarse aquí lo que dice Le Clesio: La literatura no pertenece a una ciudad o una nación [ ni a una transnacional online como Amazon, digo yo] es un bien común .
O como dijo Unamuno: que me importa mis ideas. No hay ideas “mias” ni “tuyas” ni de “aquel”, son de todos  y de nadie. La originalidad de cada cual estriba en vaciar su alma, en el soplo que anima su obra. Nadie se apropia de nadie y todo lo sabemos entre todos.
Tenemos un escritor peruano por ejemplo, uno que me gusta, Ramón  Ribeyro; en España, algunos que quieran  leerlo tienen que hacerlo  por medio de una suscripción  ¿a dónde va la membresía, al  autor, al país del autor,  o Amazon.com?
Actualmente  Amazon.com compañía estadounidense de comercio electrónico en servicios generales pero empezó con los libros en 1995 con Jeff Bezoos que ahora es el hombre más rico del mundo
Tan solo en sus dos primeros meses de vida, Amazon vendió en 45 países y le ingresaba cuantiosos dinero.
Además, por las empresas eBay, sitios destinados a la subasta y comercio electrónico de libros  a través de Internet, no alivia al escritor, tampoco por las plataformas gratuitas  como Open Library y Google Books , más bien, están disminuyendo los ingresos de los escritores.
Los escritores en estados unidos ganan en promedio tan solo 20,300 dólares anuales.
Como observó James Gleick, presidente de la Authors Guild, “cuando empobreces a los escritores de un país, también empobreces a sus lectores [ya que] los libros de calidad requieren a menudo un tiempo y un trabajo de investigación que no pueden ser llevados a cabo si el autor necesita además dar clases y conferencias para llegar a fin de mes”.
“Más libros, de peor calidad, juzgados a menudo por una crítica literaria escasamente capacitada y/o indulgente, que duran poco en librerías y, en general, son desestimados por un público generalista que sigue consultando las muy dudosas listas de “los más vendidos” bajo el precepto erróneo de que algo es bueno si muchas personas lo han comprado antes”
Un Estado que no parece creer necesario arbitrar en un negocio que no comprende y unas instituciones culturales solipsistas, una pérdida diaria de librerías y unos autores escasamente interesados en comprender la naturaleza del negocio del que participan.
Por una estrategia de adquisiciones y compras de editoriales rivales en el marco de la cual catálogos completos quedan relegados en beneficio de los autores multiventas, que pasa de manos de sus productores (autores y negocio editorial, en este caso) a las de las compañías tecnológicas y a las empresas de telefonía, que comercializan el acceso a los contenidos.
Se ve los libros son un gran negocio para unos. Pero los escritores son la última rueda del coche. Las editoriales más importantes pertenecen a bancos o a los medios de comunicación más importantes del país. Por ejemplo ‘Planeta’ pertenece a ‘Antena 3’ y ‘Santillana’ y ‘Alfaguara’ al grupo ‘Prisa’. Todo esto genera, ahora,  la ‘gran mentira’ de los libros. Es decir, libros hechos para vender sin tener en cuenta al sujeto que van destinados, libros hechos por otros con la firma de un autor conocido.
autor jrosual/enero 2020

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