P15 ESCRIBIR ES
El que deviene en escritor cuestiona la usanza anterior en que vivía,
cuando no lo era, ejemplo, ¿Qué hace ante una araña casera inofensiva que camina
tranquila por la vereda de su jardín? ¿La mata? Es probable que ahora no, y le
ayude escapar.
También los recursos de la poesía deben usarse para
beneficio del trabajo no poético.
Descubrir que con la disciplina del oficio vas
refinando tu gusto en otros campos: te empieza a gustar buena música, buena fotografía, escoger buena
pintura, vas formando una nueva personalidad. Escribir
nos hace salir de una vida simple.
Al escritor le gusta escribir en soledad incluso le bromean unos y ante la chanza responde: lo
malo de la nochebuena es que Santa Claus viene a media noche a molestarme.
Dase cuenta que ha vivido suficiente para dar cuenta cómo
es la vida pero, al punto, el tiempo es escaso para escribir todo lo que ha
vivido.
Sus últimas labores mundanas de supervivencia le
parecen insignificantes. Parece que el día a día no ha hecho ni dicho nada
extraordinario, ni tampoco nada relevante. Lo extraordinario comienza en el
instante en que se sienta en su escritorio y empieza a escribir. Que no tuvo
buen desempeño en la vida social laboral
y solo funciona bien con las teclas.
Un demiurgo, un artista
creador que habiendo creado unos personajes (no solo dios crea) se entretiene
verlos vivir su propia historia en su espacio cerrado.
A veces crea Romeos y Julietas
y tiene forzoso que escribir del amor, y
se da cuenta, con su realidad, que el amor es como un abismo pero en vez de ver
caer de lejos el amor, se aplasta sobre él muchas veces.
Se ufana haber
creado un poemario en siete días y se parangona en su delirio con Yahvé que
demoró siete días crear el mundo.
Solo quisiera como colofón de vida, en el colegio de
su ex barrio o del pueblo de su padre algún amigo profesor dijera una mañana:
Hoy vamos a leer un poema de un vecino
que vivió un tiempo estos lares, ya no está pero quedó impreso su obra, a ver ¿quién lo quiere leer?
Y saldría uno, tal vez, él mismo reencarnado en otro niño y leyera con emoción,
algunos de sus poemas, como si estuviera
enamorado de sí mismo.
O, escribe para que una joven fulana, un día
preparando la mesa con una copia suya dijera
a su madre:
¡Mira, encontré un tipo por internet que escribe cosas que dan a pensar! ¡Pero
mejor escucha…!
Y se pone a
leer con el sonido que su corazón ha clamado un poema suyo.
Y no me van a decir –ustedes escritores- no guardan un
poco de arrogancia, al firmar autógrafos, disimulado, esperan percibir al último que hace cola no se le ve. O cuando se agarrote el puño de
tanto firmar en una feria, resisten con gusto.
Pero una cosa es una sana vanidad que otra compulsa.
Escribir es el oficio más silencioso que existe, como
dice Alonso Cueto: son encuentros de dos solitarios. Los escritores y los
lectores. Para escribir mejor es estar solo. Para leer mejor, también, es estar solo.
Es emplear unas horas al día, tal vez, robándole al
sueño; o como el que está en la oficina
que escribe a hurtadillas ; y el resto del tiempo cuando no se está frente al
papel o tablero, es pensar en futuros proyectos, temas, o en crear nuevos
personajes. A tal punto que un vecino le interrumpe en la calle y le pregunta y advierte: ¿en
qué piensas?, cuidado con el carro.
Muchos tenemos la habilidad
pero, casi todos, lo frenamos
¿Por qué no dar rienda suelta
a la imaginación? La imaginación no cuesta.
Cuando el hombre deja de ser niño y pierde la
capacidad de asombro comienza el páramo anímico. La fantasía es un
elemento clave de la ilusión, la fantasía se encuentra en los niños o en
hombres que no pierden aquella sensibilidad, aquella naturaleza infantil. Pero
pensar que un viejo solo tiene que encargarse de cargar sus huesos, es un
error, también un senil puede crear una nueva canción. Tal es mi caso, he sido pequeño
comerciante casi toda mi vida, y cuando perdí mis tres tiendas se me presentó
este camino.
Escribir es no perder esa imaginación de cuando uno era joven,
por ejemplo, al extrusionar-dibujar su nombre en forma de cubos, de
flores, etc.- el nombre de ella, o en degradé, sobre un papel nos abstraemos gratamente largo rato.
Al escarbar usos y costumbres de un país remoto y
lejano que relame las especias como suyo,
por ejemplo, India, donde cada persona tiene aliña, le está permitido al escritor
divulgar esas costumbres, a pesar que no es su país y está de paso: El azafrán
a la noche de soledad, el Cardamomo al amarre de pareja, el Coco rayado a la
palabra dulce, la Semilla de mostaza para alejarlo, incandescencia de relación
cuando se mezcla algunos…
Sabe, que el pasado nunca es
pasado. Está con nosotros. Sabe, por más rémora
que haga el camino se acaba.
Sabe, el escenario no debe ganarle al artista.
Sabe, el hombre que no escribe
es más pequeño que sus sueños.
Quien no publica, no tala.
Las fases del escritor: fase
inconsciente, escribir cualquier cosa que llegue a la mente; fase consiente,
publicar el libro.
Escribir es
seguir con ella si no te saca la vuelta (A. Corcuera)
Escribir es esperar nada monetario. La espera duele.
El destino del poeta, en particular, es vivir una vida imperfecta,
incomprendida, aun así, ve ese fracaso un supremo fin. Lo único que espera es ver su foto en
la solapa de un libro.
Pero tampoco el escritor se puede condoler de todas
las miserias del mundo, rebasaría su capacidad de contención, por eso, ante la
tragedia no llora como Magdalena –como
ante nuestra cámara de televisión se suele ver ante un infortunio, desgarrarse la víctima o familiar- Pero tras su aparente dureza puede escribir
poemas humanos que calen hondo en el prójimo y trasciendan.
Escribir es como aquel que
atraviesa un riachuelo saltando de piedra en piedra sobre la corriente (Andrés
Trapiello) de vez en
cuando, apoya mal un argumento o una idea, y mete el pie en el agua, pero ese
traspié no le detiene y sigue decidido el camino trazado, hasta llegar a la
otra orilla.
_
autor jrosual
No hay comentarios:
Publicar un comentario