MIRADOR LA CUMBRE II
Yendo
por la cresta desnuda hacia el este,
La
vía que va al centro del país se mira
Verdes
chacras a los lados encuaderna
Un
núcleo urbano que va emergiendo
Yerbateros, -inauguró-
María Delgado (1)
Hacia
las naguas, La floral, cerco y
prostíbulos
Vigilado
los techos, parte que linda al cerro,
por
jauría, notándome, braman de lejos
Según
contaba Bustamante –me dijo luego-
Él
y sus amigos orillaban techos y veían
tras
calaminas los entuertos del metisaca
Al
otro lado del Titanic de piedra, Las
moras:
Cortijo
donde con mis pares dábamos asueto
-Por
el cequión- escoltado de arbustos medianos
Cogíamos
de la morera, moras, -hartábamos-
Del
eterio de drupas comestible, comíamos
Salíamos
del óvalo Arriola y, oblicuo, daba
a
la reciente Escuela Veterinaria San Marcos
Chalets
tipo americano, - Salamanca-, veía,
Inversión
hecha por la matriz Rockefeller
De
la Guerra con Chile, Chicotito(2) decía:
Gonzales
Prada a caballo sobre este risco
-en
mi sitio, seguro- con monocular veía
La
defensa –rota- de La pampa de San Juan
Su
único aporte en la guerra fue destruir
Dos
cañones que no llegara a manos chilenas
(Se
loa año a año a héroes fracasados, caídos.
Lo
que nos legó la Independencia, ora cercenado,
Lo
heredado de los Incas, harto desmembrado
Rolamos
una adolescencia moralmente obturada)
Sentado
en una mole grande, a borde peña
Cavilaba:
Me faltaba muchos años vivir
En
vez de alegrar, afligido semblante tenía
Preguntaba
¿Qué pasará hasta los cuarenta?:
¿Estarán
vivos mis padres? ¿Seguiremos fruteros?
¿Qué será de mí? ¿Seguiré estos lares? ¿Lejos?
¿Formaré
mi familia? A ello mujer necesitaba
La
única fémina, mi hermana con quién jugaba
Muerta
en accidente; no me interesaba más
Amigos
del abasto, del barrio, del cole, tenía
Aunque,
último, sincerándome, algo sentía:
¡Chela!,
ninfa del encaje del que pronto hablaré
La
primera cuadra San Luis y veinte de Méjico
-Abajo-;
un guijarro a mi presión cede y
salta,
Salta,
salta la piedra ¿a quién caerá en la mocha?
Antes
que avizoren el otero desaparezco.
__
(1) María Delgado de Odría, esposa del general,
ex presidente del Perú.
(2)Le apodaban así a nuestro profesor porque nunca le faltaba una correa en el
bolsillo de su saco. Cuando quería refrendar algo, con él porreaba el pupitre y
a veces, raras veces, las nalgas.
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