Tenía yo esa fecha cuatro meses, mi papá 28 años. La
dirección de destino no es la casa vieja asentada al cerro que tanto recuerdo
en estas páginas sino otra. Es en la avenida Graú, casi, al cruce con la última
cuadra de Nicolás de Piérola que, cuando
papá llegó de la sierra fue hospedado en
la casa de su sobrina Candelaria (por una año mayor que su tío,
la madre de ella, hermana de mi papá tenía diferencia de edad de
25 años con él) ¿Tal vez haya sido el
tal López algún vecino de la calle donde los domingos solían hacer vida social?
Mi padre de día
vendía desde fruta hasta tubérculos en la calle halando una carreta y en la
noche iba a estudiar en el Alfonso Ugarte
y, a veces, cuando el negocio en el día había sido malo, regresaba a pie a ese solar. ¿Tal vez, Bernardo López, haya sido su
compañero de clases que abandonó el colegio para asimilarse como marino mercante?
Ese oficio acusa en la tarjeta. Tal vez
no solo le hay mandado la postal sino una adjunta carta donde Bernardo le
animaba a enrolarse como marino y,
tal vez, mi padre lo pensó un día y rápido coligió que
no podía darse porque ya me tenia y fui, tal vez, el freno a sus ilusiones.
Tal vez haya sido un coterráneo suyo aunque ese apellido
no hay en ese pueblo chico, o, podría estar emparentado con una de sus primas.
Tal vez… tal vez… tal vez…
Se ve en la postal una avioneta cuatrimotor volando la
bahía, el puente Oakland, Berkeley y, a
la distancia, la alameda East Bay.
La leyenda reza:
Dejo un recuerdo a mi amigo Nicanor del viaje que he tenido a Estados Unidos, marino peruano, Bernardo López, San Francisco,
California. BAP Cabo Blanco 18/12/1951.
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