jueves, 20 de marzo de 2014

José María Arguedas y Máximo Damián II parte

De vuelta en Lima yo seguía tocando, incluso en la radio, pero también poca paga daba. A veces el señor José María me metía plata al bolsillo, seguro yo tenía cara de hambre.
Un día he ido a buscarlo al Museo de la Cultura, que quedaba por Alfonso Ugarte. Si, ese que parece huaca grande pero es de cemento. Nada más  llegar me ha dicho para tomar unas cervezas. Allí me contó que le habían llegado cartas anónimas a su casa. Sacó un papel de su bolsillo y me enseñó. Ese hijo no es tuyo, señor, leyó  él un papel, la Vilma Ponce tiene otro marido. Arguedas tomó el vaso de cerveza y le corrieron  las lágrimas. Tomando y tomando hemos terminado en una cantina de La Parada. El cantaba y gemía con su guitarra y yo con violín y lágrimas he acompañado. No sabía qué decirle. ¡De quién será el hijo, pues...! Era tarde, ¡vamos al burdel!, me ha dicho, yo conozco. Así borracho me ha llevado a una casa de de putas por el jirón San Pablo, donde ha escogido una morena y se ha encerrado a dormir con ella. Yo de sueño andaba y me he ido. Me he quedado preocupado. Al día siguiente lo llamé por teléfono público. Estaba más tranquilo…
Después de un tiempo le pregunté cómo iba el corazón. Tengo que olvidar a la Vilma. Muy ingenuo he sido. Felizmente tengo a mi señora Celia Bustamante que me ama incondicionalmente. No importa que ya no haya sexo. Siempre tendré su amistad y su compañía…
Tiempo después doctor Arguedas ha sido nombrado Director de Casa de la Cultura. Buena política ha hecho... El nos ha dado carnet a todos los  músicos del folklore previa calificación. ..Otro nivel nos ha puesto. Somos artistas de la nación.
 Un día fui y le dije: No se qué hacer, amigo. Enamorado estoy de una chiquilla de mi barrio,  canta lindo huaino. Isabel Asto se llama. Pero sin plata en el bolsillo no hay amor, pues. A la semana me mandó llamar. Cuando fui a su oficina tomó el teléfono y habló con un señor: Tengo aquí al mejor violinista de este país, que necesita un trabajo. Tú sabes, la vida del artista es muy difícil. El señor Seminario me citó al día siguiente. Me ha puesto de conserje primero y después ascensorista en el Banco de la Vivienda. Bien agradecido he quedado.
Por aquella  época tayta  Arguedas  viajaba mucho. A Chile siempre se iba. Allí debe haber señoras hermosas, para que vayas tanto, le dije. Si, me replicó, he conocido dos mujeres, pero ahora estoy en un dilema, no se con cual quedarme. Una es de plata y alta posición, Beatriz se llama. Ella me atiende, me invita, me trata como un rey, pero siento que me quiere  tener como si yo fuera un animalito silvestre para mostrar. Pero hace poco conoci en la casa del poeta Pablo Neruda, que se llama La Chascona, a una linda muchacha. Se llama Sybila y tiene 29 años. Para impresionarla tomé una guitara y canté El carnaval de Tambobamba. Después de cantar me dijo que yo era triste y patético. Arguedas se rio enseñando todos sus dientes. Desde entonces estamos saliendo. Dice que vendrá pronto a Lima,  te lo presentaré, Máximo. Muy simpática es.
Un día en Brisas del Titicaca (un restaurante-show) hemos ido a ver un espectáculo y trayendo me regaló su última novela Todas las Sangres, era un libro grande, yo he leído por partes nomás porque aprendí tarde el castellano. Feliz debes andar, le dije cuando me firmó el libro. No, no crea, me dijo: Ni los escritores, ni los antropólogos me comprenden, un señor llamado Fabre me ha dicho que el Perú ya no es como yo lo muestro... Todos me critican, no sirvo ni como escritor, ni como antropólogo ni como marido ni como nada. Me dijo, no me llevo bien con mi nueva señora.  Sybila es muy joven ¡Qué me va a querer! Siento que soy un lastre para ella. Ella podría ser más feliz sin mí, con un hombre de su edad.
Al poco tiempo se tomó pastillas en el  Museo de Historia. Pero un guachimán lo encontró desmayado en su oficina y lo llevó al hospital. Señor Arguedas se había olvidado apagar la luz del baño. Seconal dicen ha tomado, con lo mismo que se mató  Marilyn Monroe. No sirvo ni para suicidarme, me dijo cuando lo fui a visitar en el Hospital del Empleado. Tengo una angustia en el alma que ya no me deja vivir...
Por el año 1968 me escribió de La Habana: Estoy aquí invitado por Casa de las Américas, como jurado de un premio, pero no me siento bien. Percibo que los escritores que hay en esta reunión creen que mi literatura es provinciana porque hablo de danzante de tijeras, y no de intelectuales en París. Ese Cortázar me ha hecho daño. Hace tres meses que ya no  escribo. No sé para que lo hago. La verdad. Quizá necesitaba una ilusión para seguir viviendo y se me han cortado el ala….
Una noche yo estaba tocando con doctor Arguedas en su casa de Chosica. Había un patio grande con jardín y allí nos sentamos a conversar mientras la señora Sybila preparaba la comida. En aquella oportunidad mi amigo estaba alegre, contaba chistes, reía, pero de pronto cambió su ánimo: fuego salía de sus palabras: Siento que mi vida ha sido en vano, me dijo cabizbajo. No puede concluir mi última novela. Ya se que no terminaré El Zorro de Arriba y el Zorro de Abajo. Creo que Inkarrí no volverá. El derrumbe espiritual de los indios es irremisible, Máximo, la cabeza y los pies nunca más se volverá a reunir,  los jóvenes que van a la ciudad no saben nada de  Inkarrí. Se quitan el sombrero al pronunciar el nombre del dios católico. El Inkarrí  de los españoles ha vencido por agotamiento al  Inkarrí de los indios. Inkarrí  ha sido derrotado. Es solo una divinidad de segundo orden, un dios decapitado. No , don José María , el mundo antiguo de los gentiles está vivo en mi violín, en las danzas, en los huayno que cantamos.. No, máximo, pura hojarasca nomás es. Esa misma noche Arguedas me dijo: Día jueves voy a ir a tu casa. Entonces yo mandé hacer sopa de mi pueblo que se llama tinke. No comimos hasta las once de la noche esperando, porque señor Arguedas era bien cumplido. ¿Porqué no vendrá? me preguntaba. Finalmente apagamos la vela, me fui a dormir. En la noche me he  soñado: El entró a mi cuarto con su saco al hombro, se  sentó junto a mi cama y   me conversó. Volveré a mi cerro, a los wamanis, volveré a integrarme a la montaña para no sufrir más. Mucho dolor hay en esta vida…
Mi tía tempranito me dijo, Anda a comprar pan para el desayuno, Máximo, Salí a la calle y me detuve en un quiosco. Leí en la primer  página de del diario Correo, decía: José María Arguedas se ha suicidado. Con razón no ha venido. Me he  ido al hospital corriendo y le pedí a la señora Sybila para verlo. Entonces no  conocía,  ya no hablaba, su corazón  latía pero a los pocos días moría>

No hay comentarios:

Publicar un comentario