De vuelta en Lima yo seguía tocando, incluso en la
radio, pero también poca paga daba. A veces el señor José María me metía plata
al bolsillo, seguro yo tenía cara de hambre.
Un día he ido a buscarlo al Museo de la Cultura, que
quedaba por Alfonso Ugarte. Si, ese que parece huaca grande pero es de cemento.
Nada más llegar me ha dicho para tomar
unas cervezas. Allí me contó que le habían llegado cartas anónimas a su casa.
Sacó un papel de su bolsillo y me enseñó. Ese hijo no es tuyo, señor, leyó él un papel, la Vilma Ponce tiene otro
marido. Arguedas tomó el vaso de cerveza y le corrieron las lágrimas. Tomando y tomando hemos terminado
en una cantina de La Parada. El cantaba y gemía con su guitarra
y yo con violín y lágrimas he acompañado. No sabía qué decirle. ¡De quién será
el hijo, pues...! Era tarde, ¡vamos al burdel!, me ha dicho, yo conozco. Así borracho
me ha llevado a una casa de de putas por el jirón San Pablo, donde ha escogido una
morena y se ha encerrado a dormir con ella. Yo de sueño andaba y me he ido. Me he
quedado preocupado. Al día siguiente lo llamé por teléfono público. Estaba más
tranquilo…
Después de un tiempo le pregunté cómo iba el corazón.
Tengo que olvidar a la Vilma. Muy ingenuo he sido. Felizmente tengo a mi señora
Celia Bustamante que me ama incondicionalmente. No importa que ya no haya
sexo. Siempre tendré su amistad y su compañía…
Tiempo después doctor Arguedas ha sido nombrado
Director de Casa de la Cultura. Buena política ha hecho... El nos ha dado
carnet a todos los músicos del folklore
previa calificación. ..Otro nivel nos ha puesto. Somos artistas de la nación.
Un día fui y le
dije: No se qué hacer, amigo. Enamorado estoy de una chiquilla de mi barrio, canta lindo huaino. Isabel Asto se llama.
Pero sin plata en el bolsillo no hay amor, pues. A la semana me mandó llamar.
Cuando fui a su oficina tomó el teléfono y habló con un señor: Tengo aquí al
mejor violinista de este país, que necesita un trabajo. Tú sabes, la vida del
artista es muy difícil. El señor Seminario me citó al día siguiente. Me ha
puesto de conserje primero y después ascensorista en el Banco de la Vivienda. Bien
agradecido he quedado.
Por aquella época tayta
Arguedas viajaba mucho. A Chile
siempre se iba. Allí debe haber señoras hermosas, para que vayas tanto, le
dije. Si, me replicó, he conocido dos mujeres, pero ahora estoy en un dilema,
no se con cual quedarme. Una es de plata y alta posición, Beatriz se llama. Ella
me atiende, me invita, me trata como un rey, pero siento que me quiere tener como si yo fuera un animalito silvestre
para mostrar. Pero hace poco conoci en la casa del poeta Pablo Neruda, que se llama
La Chascona, a una linda muchacha. Se llama Sybila y tiene 29 años. Para impresionarla tomé una guitara y canté
El carnaval de Tambobamba. Después de cantar me dijo que yo era triste y
patético. Arguedas se rio enseñando todos sus dientes. Desde entonces estamos saliendo.
Dice que vendrá pronto a Lima, te lo
presentaré, Máximo. Muy simpática es.
Un día en Brisas del Titicaca (un restaurante-show)
hemos ido a ver un espectáculo y trayendo me regaló su última novela Todas las Sangres, era un libro
grande, yo he leído por partes nomás porque aprendí tarde el castellano. Feliz
debes andar, le dije cuando me firmó el libro. No, no crea, me dijo: Ni los escritores,
ni los antropólogos me comprenden, un señor llamado Fabre me ha dicho que el
Perú ya no es como yo lo muestro... Todos me critican, no sirvo ni como escritor,
ni como antropólogo ni como marido ni como nada. Me dijo, no me llevo bien con
mi nueva señora. Sybila es muy joven ¡Qué
me va a querer! Siento que soy un lastre para ella. Ella podría ser más feliz
sin mí, con un hombre de su edad.
Al poco tiempo se tomó pastillas en el Museo de Historia. Pero un guachimán lo encontró
desmayado en su oficina y lo llevó al hospital. Señor Arguedas se había olvidado
apagar la luz del baño. Seconal dicen
ha tomado, con lo mismo que se mató Marilyn Monroe. No sirvo ni para suicidarme, me dijo cuando lo fui a
visitar en el Hospital del Empleado. Tengo una angustia en el alma que ya no me
deja vivir...
Por el año 1968 me escribió de La Habana: Estoy aquí
invitado por Casa de las Américas,
como jurado de un premio, pero no me siento bien. Percibo que los escritores
que hay en esta reunión creen que mi literatura es provinciana porque hablo de
danzante de tijeras, y no de intelectuales en París. Ese Cortázar me ha hecho daño. Hace tres meses que ya no escribo. No sé para que lo hago. La verdad. Quizá
necesitaba una ilusión para seguir viviendo y se me han cortado el ala….
Una noche yo estaba tocando con doctor Arguedas en su casa
de Chosica. Había un patio grande con jardín y allí nos sentamos a conversar mientras
la señora Sybila preparaba la comida. En aquella oportunidad mi amigo estaba
alegre, contaba chistes, reía, pero de pronto cambió su ánimo: fuego salía de
sus palabras: Siento que mi vida ha sido en vano, me dijo cabizbajo. No puede
concluir mi última novela. Ya se que no terminaré El Zorro de Arriba y el Zorro de Abajo. Creo que Inkarrí no volverá.
El derrumbe espiritual de los indios es irremisible, Máximo, la cabeza y los
pies nunca más se volverá a reunir, los
jóvenes que van a la ciudad no saben nada de Inkarrí. Se quitan el sombrero al pronunciar
el nombre del dios católico. El Inkarrí de
los españoles ha vencido por agotamiento al Inkarrí de los indios. Inkarrí ha sido derrotado. Es solo una divinidad de
segundo orden, un dios decapitado. No , don José María , el mundo antiguo de
los gentiles está vivo en mi violín, en las danzas, en los huayno que cantamos..
No, máximo, pura hojarasca nomás es. Esa misma noche Arguedas me dijo: Día
jueves voy a ir a tu casa. Entonces yo mandé hacer sopa de mi pueblo que se llama
tinke. No comimos hasta las once de la noche esperando, porque señor Arguedas
era bien cumplido. ¿Porqué no vendrá? me preguntaba. Finalmente apagamos la vela,
me fui a dormir. En la noche me he soñado: El entró a mi cuarto con su saco al hombro,
se sentó junto a mi cama y me
conversó. Volveré a mi cerro, a los wamanis, volveré a integrarme a la montaña
para no sufrir más. Mucho dolor hay en esta vida…
Mi tía tempranito me dijo, Anda a comprar pan para el desayuno,
Máximo, Salí a la calle y me detuve en un quiosco. Leí en la primer página de del diario Correo, decía: José María
Arguedas se ha suicidado. Con razón no ha venido. Me he
ido al hospital corriendo y le pedí a la señora Sybila para verlo.
Entonces no conocía, ya no hablaba, su corazón latía pero a los pocos días moría>
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