Un día se me escaparon los ganados por tocar el violín
y se comieron toda la chacra de mis vecinos. Denuncia me han puesto entonces, y
mi mamá molesta andaba. Por tu culpa nos van a meter a la cárcel, me decía. Escápate
mejor, Máximo, me pidió mi papá. Ándate con tu tío a Lima. Dos días caminamos hasta
Puquio y de ahí fuimos en camión hasta Nazca. Era verano. Calor hacía y yo con
pantalón de lana y poncho, sudando, sudando he visto el mar por primera vez. Al
principio no me gustaba la capital... Extrañaba a mis hermanos, a mi mamá, a mis
animalitos, la choza de piedra que me hice para cuidar mi ganado y tocar el violín.
Más triste me puse cuando mi tío me dejó en una casa desconocida y se fue. Cómo
he llorado, con pena andaba. Felizmente buena gente me tocó mi patrón. Habla,
me decía, me gusta como hablas tu quechua. No sabía casi castellano. Su mujer
sí que era bien bruja. Me resondraba con rabia porque decía que todo lo hacia
mal. Lavaba la ropa en el wáter, hacia pichi en la ducha,¡ que culpa voy a
tener si no había visto nunca baño!
Poco a poco conocí a otros paisanos. Con ellos salíamos
los domingos a pasear y conocer. Un día caminando por la plaza Bolognesi vi que
vendían un violín. Me quedé mirándolo rato largo. A la semana siguiente me empresté plata para comprarlo y así jugando
nomás he sorprendido a mis paisanos. Tocas regular, me dijeron ellos, deberías
ira al Coliseo Nacional de El Porvenir, allí en avenida 28 de julio. Practiqué toda
la semana hasta tarde. ¡Qué música tan
rara!, dijo mi patrona. Tú nunca vas a
saber como se toca el violín en mi tierra. El domingo siguiente me fui al coliseo,
me puse en la cola de los artistas y esperé. Así nervioso me presenté pero me
ha recibido bien la gente.
Cuando terminé se me acercó un señor y me pidió mi
dirección. Al día siguiente, lunes era, se apareció otro señor en la entrada
del corralón donde yo vivía. Los chiquillos fueron a llamarme a mi puerta. Te
busca un señor blancón y con bigote. ¿Quién será, pues?, dije cuando salí a la calle.
El señor me saludó en quechua, ¿Iman sutiki, papay?, le pregunté. Me dijo, me
llamo José María Arguedas, y me
dedico a la antropología y a escribir libros., ven conmigo, trae tu violín.
Vamos, que te voy a hacer presentación
en público. Ese mismo día me llevó a un centro artesanal en el centro de Lima.
Desde allí siempre me buscaba para ira fiestas costumbristas. Así, pasando el
tiempo, un día me dijo: Desde hoy vamos a ser amigos. De acuerdo, dije, somos
como familia. Por eso, buenos amigos hemos sido, bien nos hemos querido. Hasta he llevado a papá y mamá a su casa
cuando nos ha invitado almorzar…
Y nos hicimos amigos. En el ómnibus cuando íbamos para
alguna actividad, una vez vi al doctor Arguedas así con tristeza miraba por la
ventana. ¿Por qué tan contrariado está?, le pregunté. Te cuento un secreto Máximo.
Me he enamorado de una maestra. ¿Y tu señora, no sabe nada? Pero voy a tener
que decirle. ¡Pobre Celia! después de lo buena que ha sido y de todo lo que me
ha ayudado. Desde hace un año invento
visita de campo y me quedo semanas enteras en el valle del Mantaro. Vilma Ponce
se llama, vive cerca de Concepción.¿ Y la quieres? No se bien, pero me siento
bien con ella. He vuelto a ser joven y con fuerza y mi enfermedad nerviosa ha desaparecido.
Estoy terminado una nueva novela que había abandonado hace tiempo y ya no sufro
insomnio. Luego, sorprendido ha quedado. Creo que voy a ser a papá, anunció de
repente. En la cantina de Puquio –habíamos ido ahí de jira- hemos celebrado por
su hijo y por su novela Los Ríos Profundos que estaba escribiendo….
Luego, hemos subido hasta mi pueblo de San Diego de
Ishua donde mi papá y mi mamá se han sorprendido. ¡Que haces acá con el señor José
María! me ha dicho. Acá no hay lujo, ni camas buenas, ni ricos platos, solo hay
hospitalidad, le dijo mi madre en quechua cuando le servía un tinke, una buena sopa de papa y queso. Una noche, antes de regresar
a Puquio le dije al señor Arguedas: ¡Vamos a Sapancocha! a hacer bendecir mi violín
en la laguna. Hasta allí llegamos. Lo dejé a mi violín durmiendo toda una noche
en su orilla para que el espíritu de las aguas le hiciera los sonidos más
cristalinos…
No hay comentarios:
Publicar un comentario