La tormenta que atiza la miseria
Casas de triplay de cartón, de chapas, de calamina
Palafitos plantados en la playa, estropeadas a humedad
Postes de luz inclinados como pidiendo tregua,
tras el incendio, nadan en la orilla junto a ropa y
enseres.
Perjudicados se
zambullen por recuperar algo. Ironía:
Incendio en el
arrabal teniendo el mar a sus pies.
Bruma de humo
ceniciento en el horizonte vese
todo es caos,
todo es confusión, ¿será un castigo?
Cuenta un sobreviviente:
Una nube negra se acercaba a nosotros a baja altura
escuchamos un
sonido fuerte como una explosión
entonces vimos aparecer olas gigante de seis
metros
Todo, repentino, fue terrible pandemónium y
escalofriante,
trozos de
tejado de casa volaban como cometas
sobre las
cabezas buscando, digo, a sus
propietarios;
un árbol que vuela era fácil cayera sobre una cabeza
o un rayo de luz apague una vida en un instante, era fácil.
Al día siguiente, en tierra firme, el agua hasta las
rodillas
Y en la plataforma de la playa era un mar de escombros
En el Perú la gente pobre llega a los cerros cercanos a las ciudades a plantar su casa, y baja a laborar, casi, al pie de ella. En Filipinas, cuatro veces menor en extensión territorial pero cuatro veces más en población, alrededor de las ciudades, supongo, no hay cerros y sí áreas para vivienda, palpablemente caras para la gente pobre, por eso planta sus columnas en la orilla del mar y sobre ella una terraza donde construyan sus precarias casas, y se forman suburbios importantes como Bogo, Cardiz, Ormoc, Guiuan , Cebú y otros(El país es un archipileago de islas)
Pero en la tempestades suelen ser castigados por la naturaleza, aun así, porfían replantar sus casas: la necesidad del nuevo día para sus familias no admite tregua.
La causa de los
tifones se debe a la temperatura del
agua de mar que se eleva sobre los 28 grados
y el viento es débil o el viento está alto.
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