El 7 de setiembre había una feria en la plaza Coata, Puno, a 3.840
m.s.n.m. Una persona llega con su motocicleta
y lo encadena a un poste. Luego que se fue, tres hombres intentan sacar la cadena. Los comerciantes vecinos de
la feria capturan a Juan Marcos Flores (47).
No se llegan a robar la moto pero a él lo sindican como uno de ellos. Luego, los
enardecidos comerciantes se van arremolinando hasta hacer hacer una suma de mil
personas. Lo pasean a Juan Marcos Flores de una plaza a otra, lo escupen, lo
patean y le avientan cualquier cosa.
Luego es quemado en un descampado patio de colegio, previamente lo habían rociado con gasolina de
arriba abajo.
La policía de Coata avisada va a rescatarle pero la
gente enfurecida le impide acusándole a
la policía, sobre todo las mujeres protestan airadas, ¡Ustedes lo sueltan! ¡Merece el ladrón un
escarmiento!.
Como antorcha humana Juan Marcos Flores sale a la calle, pide auxilio. Pasa por el frontis de la Gobernación.
Nadie lo ayuda. Recuerda que en el colegio, la parte de atrás hay un estanque
de agua, corre y corre… Antes de llegar tiene que cruzar un pastizal seco que se aviva
de fuego conforme lo va cruzando Para su mala suerte el estanque no tiene agua,
está seca, el hombre rendido cae abatido
de dolor y de fuego…
Viene la ambulancia, los coateños ven que Juan Marcos Flores aun vive e impiden
el auxilio de la ambulancia. Muere finalmente Juan Marcos Flores. Quedó en posición
de boxeador. Los paramédicos, luego, llevan al inerte desgraciado y la gente fuera de si les grita improperios a los
enfermeros.
Solo queda después,
la trayectoria chamuscada, humeante, señal de la última corrida del infortunado
ladrón.
Corolario:
Juan Marcos Flores era padre de familia con hijos jóvenes, su hija
estudiaba secretariado y su hijo Educación en la Universidad del Altiplano y éstos
no comprenden qué pasó. Dicen, su padre era ejemplar, era delegado de un club
de fútbol de su pueblo Huayllacta y postuló sin éxito a la Alcaldía del mismo, era albañil, pintor, gasfitero, como dicen, mil oficios, para llevar algo a casa. No presentaba
antecedentes penales ni judiciales. Todo
indica que lo confundieron los coateños.
Cuando, luego de días, un periodista le pide al juez de Coata que inicie
la investigación de quienes iniciaron el linchamiento popular el juez dice: No
me voy a meter con mi pueblo, temo que me linchen.
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