martes, 25 de marzo de 2014

Crimen sin castigo

El 7 de setiembre  había una feria en la plaza Coata, Puno, a 3.840 m.s.n.m.  Una persona llega con su motocicleta y lo encadena a un poste. Luego que se fue, tres hombres intentan  sacar la cadena. Los comerciantes vecinos de la feria  capturan a Juan Marcos Flores (47). No se llegan a robar la moto pero a él lo sindican como uno de ellos. Luego, los enardecidos comerciantes se van arremolinando hasta hacer hacer una suma de mil personas. Lo pasean a Juan Marcos Flores de una plaza a otra, lo escupen, lo patean y le avientan  cualquier cosa. Luego es quemado en un descampado patio de colegio,  previamente lo habían rociado con gasolina de arriba abajo.
La policía de Coata avisada va a rescatarle pero la gente enfurecida le impide  acusándole a la policía, sobre todo las mujeres protestan airadas,  ¡Ustedes lo sueltan! ¡Merece el ladrón un escarmiento!.
Como antorcha humana  Juan Marcos Flores  sale a la calle,  pide auxilio. Pasa por el frontis de la Gobernación. Nadie lo ayuda. Recuerda que en el colegio, la parte de atrás hay un estanque de agua,  corre y corre… Antes de llegar  tiene que cruzar un pastizal seco que se aviva de fuego conforme lo va cruzando Para su mala suerte el estanque no tiene agua, está seca, el hombre  rendido cae abatido de dolor y de fuego…
Viene la ambulancia, los coateños  ven que Juan Marcos Flores aun  vive e  impiden el auxilio de la ambulancia. Muere finalmente Juan Marcos Flores. Quedó en posición de boxeador. Los paramédicos, luego, llevan  al inerte desgraciado y la  gente fuera de si les grita improperios a los enfermeros.
Solo queda  después, la trayectoria chamuscada, humeante, señal de la última corrida del infortunado ladrón.
Corolario:
Juan Marcos Flores era  padre de familia con hijos jóvenes, su hija estudiaba secretariado y su hijo Educación en la Universidad del Altiplano y éstos no comprenden  qué pasó. Dicen,  su padre era ejemplar, era delegado de un club de fútbol de su pueblo Huayllacta y postuló sin éxito a la Alcaldía  del mismo, era albañil,  pintor, gasfitero, como dicen, mil oficios,   para llevar algo a casa. No presentaba antecedentes  penales ni judiciales. Todo indica que lo confundieron los coateños.
Cuando, luego de días, un  periodista le pide al juez de Coata que inicie la investigación de quienes iniciaron el linchamiento popular el juez dice: No me voy a meter con mi pueblo, temo que me linchen.


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