Un hombre, un caballo y su perro caminaban por un
desfiladero y al llegar a una esquina recibieron la descarga de un rayo que los
mandó a mejor vida.
Fue tan instantáneo que el hombre no se dio cuenta que
había muerto y seguía caminando.
Ahora caminaba, por una hondonada, donde vio un portal deslumbrante con una puerta de
mármol
Tenía mucha sed y antes de entrar pregunta a un hombre
que funge de vigilante -¿Qué lugar es éste?
- ¡Es el cielo!
-¡Ah, este es e cielo! ¡Que bonito!
-¿Habrá agua? Tengo mucha sed
-Si por supuesto, hay bastante agua
-Pero ¿puedo entrar con mi caballo y mi perro que
también tienen sed?
-¡No, para ellos está prohibido entrar al cielo!
Entonces, el caminante frunce el seño y protesta:
-Si no entra mis animales tampoco entro yo. Y se
vuelve
El vigilante encorva los hombros y le es indiferente.
El caminante sigue su camino
En la siguiente hondonada se topa con una puerta de
madera rústica que cruje
Pregunta a un
señor que está recostado sobre un árbol tomando el fresco de la tarde
-¿Señor hay agua por aquí?
-Si hay bastante
-¿Puedo entrar con mi caballo y mi perro? ¡También
tienen sed!
-¡Si claro, pueden entrar las veces que quieran!
Entraron y bebieron harta agua hasta que se hartaron
Luego, satisfecho, el caminante pregunta:
-¿Cómo se llama este lugar?
-Es el cielo
-¡No puede ser! ¡Debe haber un error! ¡El cielo está
en aquel recinto de la portada de mármol que está al otro lado del cerro!
-No, ese es el
infierno.
-¡Pero ahí dijeron que era el cielo! ¡Debería ud.
hacer algo!
-No, al contrarío, nos ayuda depurar. La gente que no ama a sus animales no merecen entrar al cielo.
(Adaptado edición radial)
No hay comentarios:
Publicar un comentario