martes, 15 de octubre de 2013

Cara de palo

 Las últimas…
 Postrimerías de mi vejez, aunque no puedo caminar ni ponerme el calzoncillo largo  tengo el pulso firme y puedo aun escribir; y luchan mis neuronas  ser lúcidas contra la sustancia albañal,  eso me consuela.
 Una tumba en el nivel alto de un pabellón y no  una sepultura bajo tierra donde pudieran pisar mis despojos, eso quiero, le dije a mis hijos ¿Pero quién es el fiduciario  que haga respetar que  así habrá de ser?
Suficiente fuerza espiritual para el último estertor, quiero, y conserve el rictus de conformidad, serenidad, hasta de dulzura  con la muerte.
Fui  inútil en la vida: mal hijo, mal padre, mal comerciante, mal marido: no he podido comprar zapato  de cuero fino, un vestido decente con  saco de cuerina importada, a mi mujer, que me perdone. Siempre soñé tener harto dinero y llevarla a una tienda por departamento y decirle ¡Mujer, escoge lo que quieras, hoy estás premiada!
¿Ha habido un descanso en la vida? me pregunto, incluso, cuando dormía ¿ha habido una tregua?¡Mentira! Mi arruga se iba engrosando; dormido, mi corazón se iba poniendo más viejo. El cucú del reloj, implacable, completaba las horas del día ido y empezaba otro en que, como sea, tenía que buscar dinero para pagar  suministros,  impuestos y gastos diversos.  Preocupado por cumplir obligaciones me olvidé de vivir.
Tenía, dentro de mí, ocurrencias que dar,  conocimiento que enseñar,  proveer un lenguaje pausado, claro y hasta bondadoso cuando estaba de humor, y dispuesto a compartir a quién me lo pidiera. Pero mi semblante - cara de palo- asustaba  a la gente y por eso no me buscaban, por mi apariencia tosca y dura. No sabían  que debajo de ese hielo había un fuego de calor humano.
Y el sino de mi inutilidad se hizo hiriente  cuando mis hijos me preguntaban  ante la carestía de una vivienda actual ¿qué hiciste tú  que no pensaste en nosotros? ¿Por qué no  adquiriste, una mejor, antes, cuando eras más joven y fuerte?
No sabia qué responder  y no me preguntaron después pero   sus corazones se endurecieron conmigo..
(Mis años mozos era un grandulón fornido como  iceberg pero que poco a poco fue fundiéndose camino al ecuador)

Al menos,  queda como consuelo ver la cara de la muerte. Cuando me llegue -falta poco-  veré las últimas luces de esta vida con regocijo.

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