Las últimas…
Postrimerías de mi
vejez, aunque no puedo caminar ni ponerme el calzoncillo largo tengo el pulso firme y puedo aun escribir; y
luchan mis neuronas ser lúcidas contra
la sustancia albañal, eso me consuela.
Una tumba en el nivel
alto de un pabellón y no una sepultura
bajo tierra donde pudieran pisar mis despojos, eso quiero, le dije a mis hijos
¿Pero quién es el fiduciario que haga
respetar que así habrá de ser?
Suficiente fuerza espiritual para el último estertor, quiero,
y conserve el rictus de conformidad, serenidad, hasta de dulzura con la muerte.
Fui inútil en la vida:
mal hijo, mal padre, mal comerciante, mal marido: no he podido comprar zapato de cuero fino, un vestido decente con saco de cuerina importada, a mi mujer, que me
perdone. Siempre soñé tener harto dinero y llevarla a una tienda por
departamento y decirle ¡Mujer, escoge lo que quieras, hoy estás premiada!
¿Ha habido un descanso en la vida? me pregunto, incluso,
cuando dormía ¿ha habido una tregua?¡Mentira! Mi arruga se iba engrosando;
dormido, mi corazón se iba poniendo más viejo. El cucú del reloj, implacable,
completaba las horas del día ido y empezaba otro en que, como sea, tenía que
buscar dinero para pagar suministros, impuestos y gastos diversos. Preocupado por cumplir obligaciones me olvidé
de vivir.
Tenía, dentro de mí, ocurrencias que dar, conocimiento que enseñar, proveer un lenguaje pausado, claro y hasta
bondadoso cuando estaba de humor, y dispuesto a compartir a quién me lo pidiera.
Pero mi semblante - cara de palo- asustaba
a la gente y por eso no me buscaban, por mi apariencia tosca y dura. No
sabían que debajo de ese hielo había un
fuego de calor humano.
Y el sino de mi inutilidad se hizo hiriente cuando mis hijos me preguntaban ante la carestía de una vivienda actual ¿qué hiciste
tú que no pensaste en nosotros? ¿Por qué
no adquiriste, una mejor, antes, cuando
eras más joven y fuerte?
No sabia qué responder
y no me preguntaron después pero sus corazones se endurecieron conmigo..
(Mis años mozos era un grandulón fornido como iceberg pero que poco a poco fue fundiéndose camino
al ecuador)
Al menos, queda como
consuelo ver la cara de la muerte. Cuando me llegue -falta poco- veré las últimas luces de esta vida con
regocijo.
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