Estoy en la edad antigua, en la casa de mi prima Ofelia, quién me devana los sesos pero no me atrevo declarármela
Está con sus amigas y el pintor afeminado en su caballete preparando los lienzos ; además comentamos la clase que nos dio en la mañana, el profesor en el liceo sobre las figuras estelares del cielo, las estrellas y las constelaciones Y trato persuadir a Ofelia que se quede hasta la noche para señalarlos en el cielo, a lo que ella me señala el bosque (y me niega): Son los bosquimanos a los que ella teme
Estamos conversando en una galería cuyas losetas son marmolea das y a cuya orilla de la terraza se plantan esbeltas columnas unidas por un cornisamento y ésta por una atarazana
Nuestra ubicación es alta, una atalaya a la que no pueden acceder los temidos bosquimanos
Ellos viven en la frondosa vegetación de alrededor Al frente se ve, ya, el crepúsculo Es hora de retirarnos a nuestros cuarteles y cerrar las puertas.
En la frondosa selva, enmarañado bosque de una península itálica o griega, se van iluminando las antorchas en unos cubículos precarios que son las covachas de los bosquimanos y se van preparando al recogimiento de la noche
En mi sueño, por un momento, me doy cuenta que es un privilegio asistir a una escena de comienzo de la era cristiana, entonces, trato de observar bien el contorno, a lontananza, veo, el cinabrio de los cerros por la refulgencia del crepúsculo y un vaho de quietas nubes que evitan ver el mar, mar por donde ha de llegar Pablo de Medio Oriente.
Desde nuestro altozano jardín hasta la nubosidad veo una colcha densa de dormidos árboles,ya, oscuros...
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