¡Cómo hubiese querido haber vivido en la Lima de los Virreyes!
Pequeña cuadrícula alineada por Pizarro
Pasear sus extremos, integro, como se hace, hoy, a cualquier ciudad provinciana
Bajar por el Sequión de La Atarjea, verdor por doquier, ver
hasta llegar cerca a la Plaza Italia
donde una Caja de Repartición de Agua Potable abastecía
por canaletas abiertas la Lima Cuadrada
Ver al fondo de las calles el cielo azul y diáfano, el verde de los jardines
por algo se le llamó Ciudad Jardín
La Plaza de Inquisición, vecino, el Mercado donde artesanos de ollas
de sombreros, colgaban alforjones a las mulas
dispuesto a viajar a estribaciones andinas,
mientras sus arrieros gustaban viandas de manos morenas
Al fondo de la plaza, el Hospicio de las Hermanas de la Caridad
con su iglesia en la esquina -destruido en el terremoto de 1748--
un 28 de octubre, por cuya causa se sacó en procesión
al Señor de los Milagros -por esa fecha, hasta hoy-
Vereda empedrada, callejas angostas
balcones moriscos, uniformidad de estilo en su arquitectura
casas, casi todas, con patio sevillano
flanqueado por calleja que comunicaba a la calle
donde ingresaba el pregonero de día, de tarde
ofreciendo exquisiteces de pastelería
Barro y quincha en las casas
canto rodado que descendía al río
Paredes de muros gruesos
ex profeso para los temblores
carrozas haladas por caballos
limeñas de sari entallado al cuerpo
que le formaban figura y ocultaban su rebozo
azulejos en el frontis de edificios públicos
¡cómo hubiese querido haber vivido en la Lima de los Virreyes!
y pasear por esas calles cuyo retrato, al oleo, tengo en mano.
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