"Cuando trabajaba de mozo en un restauran del centro de la ciudad, cierta noche
llegó un hombre apesadumbrado,bigotes rojizos con un taper vacío en las manos
Quería una sopa sustancia para llevar "Qué sucede amigo?, osé preguntarle,
sospechando la respuesta porque al frente del restaurante había un hospital público
de cinco pisos, agregué: ¿algún familiar enfermo?
- Si, me dijo, partido la voz, mi hijo esta grave con una pulmonía fulminante
que le quiere reventar los pulmones
-La sopa que voy ha llevar, aclaró, es para mi mujer,
la pobre se va quedar todo noche en vela en el hospital
Yo le dije que no se preocupara tanto -le animaba- ese hospital es bueno -exageré-
había buenos médicos, todo iba a salir bien. Me atreví dar palmaditas en su hombro
Volvió un par de noches mas y mientras el cocinero preparaba el pedido
nos pusimos a conversar sobre la evolución favorable del niño-me detallaba-
y le escuchaba alardear de las travesuras cuando su hijo estaba sano
Después de ocho días, recuerdo, era el mediodía de un domingo
vino con su mujer y el niño, en medio de ellos, recién dado de alta
a celebrar el acontecimiento con un exquisito almuerzo
Me presentó a su esposa, le di mis respetos y enhorabuena y le proveí la mejor mesa
Hubiese sido la mujer mas fea del planeta pero para mi hebra joven
-era soltero y por curiosidad de tener un oficio me había empleado-
era una bella señora y dama que afrontó esa prueba con entereza y amor filial
El niño tamborileaba con los cubiertos, le obsequié de mi cuenta una porción de torta
Recuerdo esa tarde de alegría y jolgorio como una de las pocas que gocé atender
Después nos despedimos calurosamente deseándole parabienes
regalándole miguita de ternura al niño
Y esa noche cuando llegué a casa en el silencio de mi cuarto me puse a pensar
¡qué tanta falta me hacía tener un hijo y una noble esposa como aquella mujer!
Me reconfortaba que algún lugar había una familia feliz y en otro punto de lo ciudad
una mujer que no conocía pero me esperaba.
Hasta que un par de semanas después de salir de mi trabajo
a dos cuadras de restaurante, en una plaza donde hay una estatua de un inca ,
señalando con el brazo-dicen, antes, los prostíbulos de la Huatica-
vi al hombre de bigotes rojizos de brazos con otra mujer de vida fácil
Nos vimos de frente le reconocí al punto por sus bigotes
Se aturdió, me quitó la mirada y siguió caminando con la fulana a un hostal
Un sabor agrio quepo mi alma joven Me puse mal de humor muchos días
que no quise entablar amistad con nadie ¡Allá ellos con sus problemas! decía
y como al administrador ya me había puesto la mira de intimar con los clientes
me salí del trabajo, no duré mas de dos meses"
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