Aquel
tordillo brioso y renegrido
pico
fino entre amarillo y anaranjado
pajarillo
pequeño de los parques vecinos
que
nos endulzan el alma con sus trinos
Se
alborozan cuando su amigo el jardinero
retira
la manguera de la caseta escondida
el
día de semana de riego destinado,
sufren,
de este verano su inclemencia
Chillan
y brincan entre ellas
y
están atentos desde la repisa de las ramas
las
maniobras del hombre floricultor
que,
en la parte alta del parque
ha
conectado la manguera a la bocatoma
Y el
agua inunda los canales de riego
y
los estorninos bajan de los árboles
El
macho negro de brillo violáceo
y
la hembra de un parduzco gris
Chapalean
en el torrente
indiferentes
al transeúnte
ni
se asustan al pasar (yo, entre ellos)
por
un tablero que funge de puente
Suspiro,
quién como esos miruellos
y un
rato me quedé observándoles
Planteo,
si existe reencarnación
que
patrones debería cumplir
para
ungirme de esa coronación
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