…
Aquellos
rituales bicicleteros me alejaron mucho de mi hermano y mi padre decidió
corregir aquella injustica. Sin embargo, como mi padre carecía de dinero, solo
se le ocurrió comprar una bicicleta vieja al comandante Arróspide (la que había
dejado de utilizar su hijo al tener una nueva y, por supuesto, de marca):
-Está
tan vieja que si quieres te la regalo- le dijo a mi padre su compañero de trabajo.
-De
ninguna manera –respondió mi padre, herido en su orgullo hasta la médula- quiero
pagar por ella así que ponle un precio
Acordaron
una cifra simbólica e innecesaria. Y así mi hermano tuvo una bicicleta
viejísima, estropeada.
-Tu
bici es mas vieja que el carro de tu viejo- empezó a decir Javier Garrido, un
vecino del barrio.
-¡Calla
conchatumadre! –Defendía a mi hermano-
tú no sabes ni sentarte bien en tu bicicleta
No le hagas caso a ninguno
de estos huevones, ¿ya? tú maneja la bicicleta nomás, le decía mi hermano para que no se apocara. Lo cierto es
que, ni bien llegaba a casa, yo también me burlaba de él y de esa bicicleta hasta el culo que le ha
comprado el viejo para que todos nos agarren de punto.
Yo
creo que nunca estuve de verdad con mi hermano menor y eso me apena mucho
porque en aquellos tiempos él me
admiraba y yo simplemente le daba la
espalda.
Ahora
él, que ya es médico y mejor persona que yo, de pronto llega a casa con una
bicicleta nueva. Su primera bicicleta nueva recién a los 30 años. ¡Que buena está, le dije y lo abracé. Por
un instante volvimos a ser niños: él había crecido con un niño que siempre le reclamó al destino una
bicicleta nueva. Sentí que él, de alguna manera, hizo las pases con su pasado.
Las
noche que mi hermano tiene guardia en el hospital del seguro social, salgo a
escondidas de casa y me paseo con su hermosa bicicleta. Disfruto y me sumerjo
en la noche, las estrellas y las calles semivacías. Recuerdo. Me veo recordar.
Con la bicicleta regreso, pedaleando, al barrio de mi infancia.
Anoche
me descubrió. Llegue agotado a casa y me esperaba en la cocina con su uniforme
albo y una media sonrisa en el rostro. Dijo:
-Y
nunca te robaste el carro de mi papá porque era muy viejo ¿no es cierto?
Orlando
Mazeyra Guillen
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