Simbiosis de carácter suyo engendra mi mujer a nuestro
Bebé
Fustiga al niño
pedir un plus del diario que le doy a
ella:¡Anda, pide plata a tu papá para tu leche!, le dice.
Obediente mi Bebé empuja la puerta y entra a mi cuarto.
Con fuerza de pequeño aliegenista me despierta con su bulla:
¡Papi, plata para la leche!, me dice seriamente.
Si no me despierto, o me hago el dormido, me da sonora cachetada,
y al abrir mis ojos le veo blandir su espada de plástica.
Doy de mi velador tres soles no sin antes con cariño recriminar la forma.
A cambio, por su cuenta, agrega: ¡Papi, plata para la galleta!, y le doy.
Y baja la escalera triunfante a contar la hazaña a la ceñuda madre.
Otro mañana, escaso dar propinas salía furtivamente al trabajo.
Su madre, percatándose, de la ventana de la cocina le dice:
¡Bebé, anda pide a tu papá plata para el queso, para tú desayuno!
El jugaba con su espada flamígera, puesto su casco de Hormiga Atómica
Aprovechó que anudaba mi zapato y corrió hacia la puerta de la calle,
trancó en cruz con su breve cuerpo, y levantando la espada amenazó:
¡Papi, plata para el queso! No escucho bien hijo ¿qué me decís?, exigí.
¡Papi, plata para el queso! ¿No has escuchado bien el recado?, interpelé:
Tú mamá te ha dicho que me despidas con un beso. ¿Un beso?, remedó
Le puse en duda, entonces, se fue corriendo a su mamá a verificar.
Es de Imaginar el reproche que le dio su mamá por dejarse engañar.
Salvado, aproveché salir pero al punto pude darme cuenta de mi error.
Al dar con el amaño, mi Bebé, pateó el piso, botó la espada y lloró sin cesar.
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