Aquel viejo, un mediodía, lleva
en la mano una tiza,
un metro (cinta que sirve para medir)una bolsa negra.
Cruza el comedor, no responde al saludo,
ni la invitación para almorzar.
Va al cuarto del dormitorio está al fondo de la casa.
Se echa al piso, a todo su largo, frente al ropero
–su familia ya no ve esto-
Marca la tiza sobre el piso, altura su mollera.
Se levanta, mide la altura del ropero
y, mecánicamente, asiente.
Pone topes a las patas delanteras del mueble
para que no se deslice y se incline, fácil,
a la fuerza que le va imprimir.
Saca de la bolsa una soguilla larga, la extiende,
Pasa la punta atrás del ropero - ayudado de un banco-
ata haciendo un nudo a tres cuartas del bártulo
Vuélvase echar al piso, toma el extremo de la soguilla;
da repaso a lo que propone, convencido está,
no hay marcha atrás, acciona:
Jala con fuerza el mueble, ayudado por los topes,
Que se inclina sobre su humanidad.
Entonces la familia oye un estruendo desde el fondo de la casa.
El abuelo!, gritan al unisonó en la mesa y corren para verlo
Saben que varias veces ha querido suicidarse
Pero hoy como no lo vieron salir a la calle
(A lo que está prohibido) no se inquietaron.
El impacto fue sobre el banco . Una vez más salvó la vida.
El viejo, fastidiado, por una cornisa del mueble
dice que las cosas no resultan como él quiere.
(De película: De fosa en fosa)
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