Estaba por Huinchos, paraje cercano al pueblo
Cuando… la vaca cae del sendero -había cedido éste a su peso-
Catalina, como se llamaba, se encajona a una sequia
Metro y medio bajo el nivel del camino.
¡Mierda! , espetó Juan
Si la retroceso, piensa, hay un pecho de cerro empinado
(Donde como velo blanco de mujer chorrea la cascada de agua)
Si la avanzo hay un precipicio.
¡Mierda! ¿Cómo la saco?
Decide seguir con el ganado menudo
Mientras Catalina muge asustada.
En una hora llega al pueblo y de inmediato busca ayuda
En su casa sus hijos son pequeños
Busca a sus vecinos y todos están de faena
Solo ancianos, niños y mujeres quedan en las casas
¡Carajo!, dice, cuando uno los necesita no están
Para chupar sí, aparecen.
Toma una soga y vuelve al paraje
Tal vez, piensa, en el camino encuentre un paisano
En efecto, venía uno arreando sus borregas, y le suplica.
¡Ay, vecinito!, yo fuera pero mis borregas se dispersan y luego para reunirlas ¡es difícil!
Otro, traía al hombro un atado de leña y carhuata (1):
-¡Como no, vamos, pero antes voy a dejar mi atado!
-Pero, déjalo ahí no más, sobre la pirca.
-¡Ah, no! Viene otro cristiano y se lo lleva. Voy y vuelvo.
Y Juan voltea para su camino y dice para si
¡Mierda con éstos!, dijo para si el abuelo Juan.
De nuevo se encuentra en Huinchos
Y piensa un rato cómo sacarla
La Catalina pesa más de 400 kilos
Todo es que la vaca, piensa, se sostenga sobre sus patas traseras
Tome impulso y trepe al camino
Ve un joven eucalipto plantado al borde de camino
Hace correr la soga por él y la punta ata en los cuernos del animal.
Y se estimula a si mismo:
¡Carajo, en Lima he sido matancero, boxeador, guardaespaldas,
cómo no voy a poder! mientras escupe sus manos y se frota,
Y toma por la otra punta la soga y tomando aliento, apretando dientes, cerrando ojos jala con todas sus fuerzas.
En efecto, con una fuerza sobrenatural logra hacerla impulsar la vaca y es ahí donde Juan da un segundo esfuerzo y la vaca logra arrastrarse con sus patas delanteras hasta alcanzar el camino.
Aliviado Juan se limpia el sudor y al levantar la cabeza ve sobre el camino
a un hombre flaco de estatura más alto que lo normal ,
Totalmente desnudo, con cachos, tomando parte de la soga, y sonríe, mientras la vaca huye despavorida por el camino.
Juan vuelve a cerrar los ojos, ahora, restregándose, vuelve abrir y no ve al aparecido.
Ni siquiera el arbolillo.
Entonces empieza temblar, el sudor se le vuelve frio y el miedo cunde en él aun cuando el día alumbra aun pero débilmente. En vez de tomar el camino desciende por los sembríos , casi lanzándose, resbala, cae, se vuelve a levantar, ver por su hombro si el diablo le sigue y corre despavorido hasta llegar al pueblo.
Julia es curiosa le da pócimas, cuando oye sobre el suceso del hombre desnudo y cachudo entonces va por ayuda a los chamanes expertos del pueblo. Uno dice: El diablo le hizo un favor, ayudarle salvar la vaca, a cambio quiere la vida de don Juan.
Otro dice: Hay que llevarle su atadito, su ofrenda: cigarros, coca, aguardiente e implorarle que no se lo lleve, ¡a las doce de la noche y al mismo lugar donde apareció!
En efecto, chamanes y algunas curiosas van de noche a Huinchos con todas las exquisiteces que, piensan, pueda agradar al Cachudo
Y dejan en casa a don Juan temblando de escalofríos como perro con terciana.
Mi abuela Julia invoca a don Satán que ella sola no puede llevar la rienda de su casa, necesita a su marido para velar por sus hijos pequeños, ruega se busque otro cristiano que el suyo lo necesita . Si quiere, dice, que se lleve la vaca. Y le conjuran con llanto, remedos, pitadas de cigarro coca y le dejan su atadito con su chamis (2). Y regresan al pueblo apesadumbrados el hatajo de vecinos dudando si hará efecto la rogativa.
Cuando llegaron ven a don Juan sin fiebre, sin tembladera, dormido como un niño, y en la mañana despierta debidamente bien.
(1) Bosta seca de
la vaca ideal para el fogón
(2) Licor con té.
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