miércoles, 15 de octubre de 2014

La Edad de la Fe: Filón

En los primeros siglos del poderoso imperio romano, la vida intelectual y espiritual de los hombres del mediterráneo y del levante estuvo sujeta a la influencia  de múltiples corrientes religiosas: los sucesores  de los filósofos griegos competían con místicos orientales..; una religión persa rendía homenaje a Mitra, el dios de la luz, la verdad y la pureza.
Se extendía desde Britania hasta  la actual Rusia comprendiendo a africanos y asiáticos, donde pululaban millares de taumaturgos, adivinos, astrólogos, ascetas que mortificaban su carne o permanecían años enteros  acurrucados  en lo alto de una montaña, y santones ambulantes que se proclamaban enviados de dios y llevaban a  cabo curaciones, al parecer, milagrosas; por todas partes los predicadores  de las nuevas creencias hacían prosélitos y fundaban sectas, y algunos de ellos se llamaban a si mismo cristianos. Junto a este hervidero de creencia fluían serenamente las ideas del judaísmo, culto inconmovible,   fe en un solo dios y en la divina protección de  éste a su pueblo. Una de las más espléndidas ciudades del imperio era Alejandría, con sus imponentes edificios, su soberbio museo-biblioteca, sus anchurosas plazas  y avenidas y su bulliciosa población, amantes del lujo, compuesta por todas las razas sometidas al gobierno de Roma.
Dirigente de la respetable comunidad judía y perteneciente a una antigua familia de sacerdotes, el filósofo Filón consagró su vida y su pensamiento a la tarea de conciliar las sagradas escrituras y las costumbres judaicas con la filosofía griega, en especial a la de Platón.
Para   Filón, dios era eterno e indefinible; solo por él podía la materia adquirir vida, movimiento y forma; solo por la razón divina (logos, según los estoicos) podía guiarse el mundo; por el logos podía el hombre, en un momento de éxtasis, ver al propio dios.
Filón sostenía que todos los acontecimientos, personajes y leyes del antiguo testamento podían ser interpretados tanto alegórica como literalmente: para comunicarse con el hombre, dios había tenido que servirse de seres intermediarios, lo ángeles de los judíos, los daimones de los griegos, lo que platón llamaba ideas; todas estas potestades eran parte de logos.
En el tiempo que el filósofo judío exponía sus ideas místico- filosóficas en Alejandría, un carpintero galileo armonizaba el antiguo testamento con su propia religión revelada, predicando el amor y la benevolencia de un padre divino hacia todos los hombres, por humildes que fuesen. Nadie podía prever que en los años venideros su doctrina daría origen a una poderosa religión.

 

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