miércoles, 14 de mayo de 2014

Las gardenias /v16


Hijo, conserva esta casa, le dije alguna vez, cuando sentí que mis fuerzas anochecían  He gastado harto dinero en ella. Sabes… cuando aun no era casa sino un campo  de abreojos   y, después,  simples terrenos parcelados para venta, confiado fui en papeles de poder que me dio la empresa a cambio de mi dinero. Aquellos documentos  no tenían valor: una compra-venta  que el otorgante no tenia a su vez la suya hicieron que,  otros, enterados de la pata coja de los lotes vacíos  aprovecharan  para usurpar el mío y de varios. Y me lo quitaron.
 Tú eras tierno, hijo, le dije aquella vez; hice lo imposible para recuperarlo y lo conseguí tras mucho querella (mucho dinero) y mucho esfuerzo.  Cuando tuve el poder y posesión y, luego, tras dos años de construirla y otros dos de indecisión mía de llevar mi familia al extremo norte de Lima (Así le abría mi corazón a mi hijo que me oía, serio) comprendí que  para mí en particular era preferible quedarme en la casa vieja del cerro porque  estaba  cerca a mi trabajo, a la casa de mis padres,  a las casas de mis hermanos…¿Porqué la compré? Me preguntó entonces, respondí: Por invertir, pensaba,  luego  venderla y tener un capital para buscar algún lugar más decente y cerca a mi trabajo pero no pensaba ir a vivir  tan lejos.
Era buenos años en mi negocio pero no pensé que con el fujishok me iba ver impelido llevarles a vivir tan lejos  y, además, hijo,   porque  alrededor de la casa vieja del cerro  la juventud se volvía  proclive a la marihuana, la pasta básica y empezábamos ver  a los  fumones  que se reunían en las veredas de nuestras calles  y con el brío de sus ojos y el tufo característico  nos saludaban: Buenos días vecino, buenas días vecina, con el fin que no les ahuyentáramos y les pasáramos por alto.  Hijo,  tú  eras aun un niño de siete años y era  muy posible, pensé, si nos quedábamos  tú y tus hermanos más pequeños  también, posiblemente, se extraviaran; entonces les traje a Las Gardenias.  Aquí crecieron tú y todos tus hermanos y pasé momento felices viéndoles correr alegres  en el amplio jardín y compartir con sus amigos pequeños de la vecindad que habían llegado  con sus padres, como yo, de diferentes parte de Lima Fueron ustedes la primer generación  de este pueblo joven, hijo,…
Eso recuerdo que le contaba a mi hijo mayor y, hoy, lejos, no termino asombrarme  la resolución que hubieron tomado junto con su madre de expulsarme…

Lo que es la  vida,  amigo Armando Meza, aquello le había dicho a mi hijo hace diez años  y ahora que te lo cuento; palabra hermano, yo, a las malas podría regresar pero no lo quiero hacer, no lo quiero hacer…  ¡Salud hermano…¡ Al menos tú eres Armando Meza yo no he podido armar mi familia .

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