Hijo, conserva esta casa, le dije alguna vez, cuando
sentí que mis fuerzas anochecían He
gastado harto dinero en ella. Sabes… cuando aun no era casa sino un campo de abreojos y,
después, simples terrenos parcelados
para venta, confiado fui en papeles de poder que me dio la empresa a cambio de
mi dinero. Aquellos documentos no tenían
valor: una compra-venta que el otorgante
no tenia a su vez la suya hicieron que, otros, enterados de la pata coja de los lotes
vacíos aprovecharan para usurpar el mío y de varios. Y me lo
quitaron.
Tú eras tierno,
hijo, le dije aquella vez; hice lo imposible para recuperarlo y lo conseguí
tras mucho querella (mucho dinero) y mucho esfuerzo. Cuando tuve el poder y posesión y, luego,
tras dos años de construirla y otros dos de indecisión mía de llevar mi familia
al extremo norte de Lima (Así le abría mi corazón a mi hijo que me oía, serio)
comprendí que para mí en particular era
preferible quedarme en la casa vieja del cerro porque estaba cerca
a mi trabajo, a la casa de mis padres, a
las casas de mis hermanos…¿Porqué la compré? Me preguntó entonces, respondí:
Por invertir, pensaba, luego venderla y tener un capital para buscar algún lugar
más decente y cerca a mi trabajo pero no pensaba ir a vivir tan lejos.
Era buenos años en mi negocio pero no pensé que con el
fujishok me iba ver impelido llevarles a vivir tan lejos y, además, hijo, porque alrededor de la casa vieja del cerro la juventud se volvía proclive a la marihuana, la pasta básica y
empezábamos ver a los fumones
que se reunían en las veredas de nuestras calles y con el brío de sus ojos y el tufo característico nos saludaban: Buenos días vecino, buenas días
vecina, con el fin que no les ahuyentáramos y les pasáramos por alto. Hijo, tú
eras aun un niño de siete años y era muy posible, pensé, si nos quedábamos tú y tus hermanos más pequeños también, posiblemente, se extraviaran;
entonces les traje a Las Gardenias. Aquí
crecieron tú y todos tus hermanos y pasé momento felices viéndoles correr
alegres en el amplio jardín y compartir
con sus amigos pequeños de la vecindad que habían llegado con sus padres, como yo, de diferentes parte
de Lima Fueron ustedes la primer generación
de este pueblo joven, hijo,…
Eso recuerdo que le contaba a mi hijo mayor y, hoy,
lejos, no termino asombrarme la resolución
que hubieron tomado junto con su madre de expulsarme…
Lo que es la
vida, amigo Armando Meza, aquello
le había dicho a mi hijo hace diez años
y ahora que te lo cuento; palabra hermano, yo, a las malas podría regresar
pero no lo quiero hacer, no lo quiero hacer…
¡Salud hermano…¡ Al menos tú eres Armando Meza yo no he podido armar mi
familia .
No hay comentarios:
Publicar un comentario