Era un señor de aproximadamente setenta y cinco años
de edad, suponía que era jubilado, infaltable con su terno verde botella, camisa blanca pero ya no usaba corbata
cuando visitaba asiduo los mercados contiguos
a su casa pero cuando iba por otros lugares, por el centro, por decir, sacaba de un compartimento de su maletín, (agregado
infaltable a su figura) la vejestoria corbata y lo ataba al cuello.
El y su maletín negro tipo James Bond eran
inseparables Desde que lo conocí, siempre lo veía con el. Dentro llevaba su
vida, todo lo que necesitaba para acicalarse, dinero para pagar y espacio para
guardar sus cachivaches.cachivaches. Por ejemplo, si
extraía una navaja para mondar una manzana , ambas extraídas del maletín, lo colocaba
en el mostrador y ex profeso lo dejaba abierto y decía: Ya que lo abrí, amigo Chendo
¿No quiere comprar un blusa para la señora? ¿O para la querida? Y maquinalmente
le saltaba la risa enseñando dentro de su boca grande algunos pocos dientes
amarillos y varias cavidades vacías de resignadas ausencias. Como estaba con la
chispa agregaba: Oye mano, la muchachona que vi la otra vez aquí… ah…cómo es…cuenta pues. ¿Es así -gesticulaba
una faz crápula- o estoy equivocado? Entraba
en la zumba y la chacota que tenía que ser muy fino para eludir y empujar la versa por otro lado
Pero él aprovechaba la confianza para enseñar, esta vez, relojes casio de la
frontera, colonia varón Pandy …Dirás Varón Dandy, le rectificaba. No, esa cochinada
no vale, esta, Pandy, es importada.
Un día vino amargado y dijo, Disculpe don Chendo, voy a utilizar su mostrador un cinco ¿se puede ?Apruebo. Dice, es que
mi maleta está que revienta. Voy acomodarlo un rato. Es que un tipo –gramputea-
me pidió un par de zapatos y ahora dice que es zapato chino ¡Oiga Ud. cuando he vendido zapato chino¡ Muestra su enfado
aunque parece fingido, lo que quiere, percibo, es descubrir
las novedades que hay hoy en su maletín: una camisa Gino Paoli, un whisky
escoses Oiga ¿no quiere un Old Parr? Me lo muestra ¿Sabes? Tu vecino me ha
pedido para ver con sus amigos el partido Perú-Chile. ¡A las rocas…, que rico! Aflauta
la boca ¿No quieres uno? repite Si quieres te doy ésta, al otro lo fauleo… Yo
movía la cabeza.
También salía
de su maletín cocinas a gas, televisores, refrigeradoras… pero en catálogo. Decía
que estaba amarrado con un tal Mendoza,
concesionario de Carsa, a quien conocía muchos años y con quién trabajaba
en su época de joven y ambos eran vendedores
de un distribuidora por La Victoria pero
el tal Mendoza, cuenta, se casó con la hija del distribuidor y tuvo la gerencia y éxitos. Algunos nacen
con estrella y otros estrellados, acusa. Pero –se consolaba solo- Poco trabajo con artefactos, la
comisión es baja, prefiero vender otras cosas por mi cuenta y beneficio, pero
me sondeaba: Por si acaso, si necesitas algún
artefacto para la casa, aquí estoy. Yo meneaba
la cabeza.
Pero lo que no vendía era el maletín. Solía aparecer
en mi tienda a eso de las diez u once de la mañana. Saludaba, antes, a todo el
mundo en la cuadra, todos le conocían como el
señor Mayta Se grajeaba la amistad fácilmente, bromeaba con todos, tenía la
chispa en la mirada y la lengua le farfullaba rápido. Cuando quería enamorar a una joven damisela le floreaba en
décimas aprendidas sentado en un banco
que le prestaba y se colocaba frente a mi tienda ¡Ah los riñones, me
joden la vida!, sino estaría correteando esas mozas hasta conquistarlas, decía,
al devolverme el banco. Un poco más de
las once al ver infructuosa la ocasión para vender porque en la vereda abría su
maletín so pretexto que lo arreglaba,
solía decir: ¡Bueno, este señor se va! Pero antes a alguno de sus conocidos,
los ambulantes que estaban frente a mi tienda, les ofrecía en concesión alguna
prenda de su maletín, nadie le compraba.
Yo veía que nada vendía Alguna vez
le oía Te lo dejo hermano, no me des nada, la otra semana vengo y
me das alguito No soy exigente, decía para animar al vecino. Entonces por
conmiseración alguna vez por conmiseración
alguno le compraba, entonces, venia
feliz a mi lado y decía: Con vender un par de medias al día me doy por
satisfecho.
Creo que se le veía a diario para que digamos nosotros
los vendedores de la cuadra menores en edad que él: Mira, Mayta a su edad aun hace algo por la vida . Seguramente,
igual, al salir de su casa, deducía yo, también los vecinos que no tenían trabajo se impresionaban con que
el señor Mayta a sus años conservaba un trabajo.
Sus hijos estaban fuera del país, le oí alguna vez, y quedose con su mujer reumática , hecho esto
que lo sabía todo el mundo porque a todos lo contaba Algunas señoras se apiadaban de él y le compraban,
de pena, una bombacha, o le regalaban, si eran abarroteras, un poco de azúcar o arroz y, algunos panes ,si estaba contando sus pesares
en la contigua panadería Después volvía y decía: Oye mano, sabías que
la panadería lo quieren traspasar? ¿Por
qué no lo negocias y agrandas tu tienda?
¿Y tendría que darte tu comisión? Le seguía la corriente, entonces a Mayta
sus ojos le brillaban y sus bigotes canos se erguían. Yo ni hablar, le
rompí el hechizo, porque a duras penas estoy con lo mío.
Por el señor Mayta
me enteré también que El chinito de la fonda
de la esquina ya no estaba en su local,
estaba hospitalizado y trabajaba sola su
mujer, y en cualquier día ,también, quiebra el negocio,decía. También
me contó los entretelones de la balacera que se había oído unos días antes que
remozaran los alrededores del emporio
Gamarra Contó que habían baleado al
presidente de la asociación de ambulantes de Gamarra bajando la escaleras del
local de asamblea, cerca a mi tienda; le llamaron por la espalda y le
preguntaron ¿ Usted es el señor tal? El dirigente
dijo Si, y ahí mismo, le dieron tres balazos, matándolo. También por Mayta me
enteré cómo entraron a robar dentro del mercado, atrás de mi tienda, a un locatario
importador de canela y especias con arma
en mano y se llevaron buena cantidad de dinero y todos los vecinos ni la tos. De todo
estaba al día el señor Mayta.
Yo no le compraba nada porque intuía que sus productos lo compraba en
Tacora por donde él cerca vivía. Tacora era el mercado de pulgas más grande del
Perú, ahí se encontraba, dicen, hasta armamento de guerra en desuso del
ejército. Pero yo, si le escuchaba y eso
le gustaba Mi negocio ya estaba de capa caída y lo que sobraba era tiempo y conversaba con sujetos como el señor
Mayta que me disipaban mis propias preocupaciones. Un día de lo más alegre estaba y arreglaba su maletín
los pocos víveres que había conseguido y dijo para sí en voz alta. En mi casa somos dos
y un gato, y se río de su ocurrencia Dos
y un gato, repitió la frase y la risa hasta que las lágrima le afloraron, sacó
su pañuelo y moqueaba. Pensé que era de
la risa, o tal vez si, pero ahora era lágrimas
de aflicción: conjunción de lagrimas de diferente procedencia: le
resbalaban por la mejilla y dijo entrecortado: Triste es mi suerte, lo poco que gano es para mi mujer y falta el
dinero Pobrecita mi mujer, ella es como una niña, tengo que bañarla, tengo que
prepararle su comida, sufre de arteriosclerosis múltiple ¿que será de ella si
me muero?
Yo, para cambiarle su estado, tomaba el periódico y
leía la portada en voz alta: Fujimori postulará por tercera vez a la presidencia… ¡Y
que tal cambio en el señor Mayta! Me cortaba y decía ¡Ese chino concha su mare quiere repetir
el plato! ¿Para qué? ¿Para qué, don Chendo? Y él mismo respondía: Para tapar, de ganar, toda la cochinada
que ha tramado con Montesinos ¡Y va ganar, y va ganar! Se lamentaba y preguntaba ¿Por qué?
Y volvía a responder ¡Porque el pueblo
es imbécil! No se da cuenta, no lee, con una escuelita y una posta médica que
construye en un asentamiento humano los
convence Ese chino de mierda apunta en
los lugares más pobres porque sabe que ahí está la mayor cantidad de votos…
¿Porqué le tienes tanta cólera al chino?, le pregunto.
¡Ese concha su mare me quiere quitar mi
casa!, no solo a mí sino a todos los locatarios del corralón (Mayta vive cerca de la avenida Grau, a espadas de la
facultad de Odontología de San Marcos)¿ Pero tú tienes titulo de propiedad?, pregunto. No, no nos quieren dar (FONAVI)
porque somos veinte familias, no
significamos nada pero tenemos posesión más
de cincuenta años. Pero nos van a sacar...( La propiedad es de la Universidad
de San Marcos, lo dijo otra vez; y como hoy los predios se han cotizado es
común ver desalojos de los ocupantes en
el centro de Lima, mayormente, donde casonas de antiguos dueños lo dejaron y se revirtió a la Beneficencia de
Lima y otras instituciones públicas, pero los que lo ocupan no tienen título a pesar de
decenas de años de posesión y que éstos
pagan un mísero alquiler y, a cambio, la municipalidad no les provee suministros
adecuados y espera que un temblor tumbe
las paredes de adobe y, solo así, reubicarlos
lejos del centro de Lima y el municipio,
solo así, recuperara el predio para el
ornato u otro fin. Yo sé eso pero no le comento
Le dejo a Mayta que apague su furia invitándole una vaso de gaseosa)
Luego que se le pasaba el efluvio se iba calmando y se
quedaba petrificado con la mirada
perdida y luego reaccionaba: Al menos confieso que he vivido, dice, antes la
vida era mejor íbamos -con su mujer se refiere- al club de tiro del ministerio
de educación en carnavales y la
pasábamos bien Se reconfortaba con la
mirada perdida en el pasado, luego reaccionaba: Algo he vivido, algo…
El señor Mayta
con sus años largos como su figura conocía la evolución de toda la zona
perimétrica donde yo y muchos vecinos laboráramos, sabía cómo eran los negocios de antes en esta zona
de las primeras cuadras de la avenida Aviación, cuenta, Había hermosas tiendas,
magníficos restaurantes, después de la calle Capón, en el centro, para festejar algún onomástico era común que
vinieran a pasar un buen rato aquí en estas primeras cuadras ¡Ah, esos tiempo! Ahora todo es deprimente.
También conoce los garitos de mala muerte, calles y plazuelas que se iban renovando y
otras que se iban descascarando las losetas. Contaba como el mercado de abastos
de más grande del Perú, de tres hectáreas antes era un hacienda conocida como recreo La Victoria , propiedad de la viuda del presidente Echenique y su nombre
de pila era Victoria; compró todas estas chacras y los días domingos solían acondicionarlo como recreamiento
campestre para la mejor gente de Lima
para que pasaran la tarde comiendo platos especiales , bebiendo y hasta
bailando congorito, polka , panalivio, hasta minué con las damas limeñas que venían en
calesas. El mercado actual conocido como La Parada, seguía contando, provino, primero,
de los alrededores de Cinco Esquinas, Barrios Altos, lugar donde era el
paradero de los tranvías que venían del Callao ; donde, también era la estación
las acémilas y caballerías que venían de la sierra del centro, ahí se le descargaba las alforjas de pan llevar y luego sus dueños le mandaban
retozar a las mulas a los campos de los
Barbones pegado al cerro…
(Justamente, donde muchos años después, mi padre se asentaría
a vivir en la ladera del cerro de los agustinos -los barbones pertenecían a esa
cofradía-)
Luego, el
mercado bajó a Albaquitas a la altura de la puerta de emergencia del hospital
Dos de Mayo y recién en el año 1949 se inauguró el Mercado Mayorista, La Parada,
tardó en poblarse el mercado porque era grande para ese tiempo ahora, ve usted,
está superpoblado
Y al relato acompañaba con una foto sepia que sacaba
de su bendito maletín donde se le ve a un Mayta joven con su madre en el parque
frente al hospital bajo las palmeras y detrás del cine Alameda. Pero cada vez que abría su maleta decía ¿no
me quieres comprar algo? Yo no aceptaba. Tamborileaba la mesa mirando la
resolana en la puerta y mascullaba . Después
del almuerzo una siestecita, en la tarde, luego un poco de televisión y a eso de las cinco salgo un rato
a tomar el fresco y cuchichear con la vecindad…
sabes… nos van a botar, eso me preocupa…luego de dar gusto a la lengua…se acabó
el día, un día más…¡oiga! pero en la noche no puedo dormir, es decir me levanto
temprano a las tres de la madrugada, ya
no puedo dormir, esto del desalojo me tiene preocupado, no sé que será de mi ,
de mi mujercita, a dónde la llevaré, tullida como está… Quiero carajo –se volvía a
deprimir y yo con la mirada buscaba otra gaseosa- de una vez por todas que se acabe
esta vida… por ratos digo así… no puedo
ver ni televisión porque la bulla le molesta a mi mujercita , no puedo leer en
la noche ni un periódico porque la luz le molesta… ni levantarme quiero por el
frio que hace de madrugada y ¡oiga! en
la cama no se puede estar sin sueño, uno
se revuelca y se sufre pensando cojudesas,
es feo llegar a viejo, no te lo recomiendo…Me
mira, ve mis patillas que le empiezan las canas y se ríe , se da cuenta pero no
sabe decirlo que llegar a viejo o no, no
necesita escoger el destino ni se
permite recomendaciones para eludirlo, a todos les llega. Pero lo proferido le
cambia el ánimo y se ríe, es suficiente un atisbo de ingenio para matarse de
risa. Pienso yo que es su válvula, gratis, de escape antes que tomarse un ansiolítico
de la farmacia. Saca su pañuelo y se seca lágrimas y mocos
Continúa: Aun así me levanto, me abrigo bien, me pongo limpiar la vajilla de la vitrina,
las copas… para qué, digo a veces, si nadie viene a visitarnos… y para no apenarme
me pongo a jugar solitario mientras hago hervir los fríjoles porque se demoran cocer;
yo tengo un secreto, los lavo bien,
hago hervir el agua y meto los frijoles y apago la cocina para no gastar
gas, luego abrigo la olla con una manta
y así los dejo… así los he dejado anoche, esta madrugada… Entonces, el señor
Mayta repara la hora ¡Once y media! ¡Carajo, cómo ha pasado el tiempo! Tengo
que ir a cocinar para la vieja y mi gato Mi mujercita no puede agarrar agua fría.
Bueno, este hombre se va ¡Ah! Para terminar la receta: llego a casa, prendo la
cocina y rápido se cose los frijoles ¡Chau Chendo! Me voy como una bala…
Cuando se iba me ponía a pensar en mi vida de viejo ¿va
ser igual? Creo que si la juventud se explayan largo las destinos, en la vejez
se unen, se parecen todos los viejos uno
a otro con sus males Pero este señor Mayta ha sacado de su caja de pandora
todas las hierbas por haber, pero nunca un libro, un cuaderno de notas Mi vejez
se circunscribirá, pensaba, cuando no
pueda dormir me levantaré pero no para jugar solitario sino para leer y
escribir hasta que la vista y el pulso aguante.
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