A veces se tiene que escribir algo original, que salga
de lo usual
Como aquél personaje fantástico del escritor ingles
Herbert Wells
llamado el oficinista Fotheringay cuya peculiaridad era hacer
prodigios:
Cierta vez se paró de manos y dijo:
¡Detente tierra, deja de girar! Y la tierra se detuvo y
dejó de girar
Pero al estar quieto la tierra, él voló por los aires,
a varias docenas de kilómetros por minuto.
¡Has que no me pase nada a m{i! Dijo, luego,
Entonces Fotheringay cayó a tierra sin dañarse
Pero veía volar casas, objetos y hasta pasó volando una vaca.
Todo era desolación,
las ciudades habían desaparecido.
Comprendió que el prodigio que había pedido le había salido
mal
Se prometió a no hacer más prodigios en su vida
Pero antes tenia que reparar el mal,
Veía que un muro de agua se le acercaba
¡Alto, dijo, Ni un paso más! Y se hizo la calma.
Se arrodilló y dijo: ¡Mi última orden! ¡Que todo
vuelva a ser como antes!
Que sean lo mismo las ciudades, las casas y yo también
sea un hombre como todos ¡sin prodigios!
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