Un amigo al visitar mi tienda hace muchos años quedó
impresionado de la opulencia de mi negocio
y departimos largo rato tratando él
sonsacarme cómo lo hacía y hurgaba cuál era la clave de mi éxito y, al final,
de conversación simpática me aceptó un generoso presente.
Volvió muchos años después, esta vez, lo vio tan deprimido, que no quiso aceptarme una gaseosa que le
invitaba. Tan consternado me habrá visto que
adujo estar apurado , se disculpó y prometió volver pronto. En su pobre raciocinio no quiso confabularse aceptándome un simple cumplido.
Lo que yo quería era conversar y por
medio de ello cómo salir de la crisis recibiendo la opinión de mi amigo.
Cierto es, en la bonanza todos te visitan en la estrechez
te desdeñan.
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