Ha pasado tanto tiempo que la imprudencia que cometí
con ciertas personas las recuerdo y quisiera acercarme a aquellas y pedirle disculpas pero, creo, pasaría por puntilloso extremo y estaría seguro que ni
ellos mismos recordarían el hecho. Dos ejemplos. Cuando llegó al barrio (en la
casa vieja)un joven apuesto a enamorar a
la única vecina hermosa que teníamos, y,
luego, se casó con ella, a las pocas semanas no encontramos en la panadería del
barrio y él respetuosamente –ya nos
habíamos visto pero no presentados- se me acercó, y por su cuenta se presentó y
para aclararme mejor me explicó la
ubicación de su casa , entonces, le
corté y dije, en una expresión chabacana que él no se
merecía porque era la primera vez que conversábamos: “Ah sí, conozco tu hueco” (por su casa) y, luego,
seguimos conversando (ahora recuerdo que
sus ojos se endurecían)y nos despedimos pero, luego, quedé estupefacto cuando
en el rigor callejero hueco significa sexo de mujer.
Otro caso, en la casa vieja II, (o sea, actual) hacía
una fiesta por los quince años de mi hija Había venido algunos vecinos del
barrio y yo estaba contento porque hasta
la hora de servir la cena todo estaba bien; entonces, al repartir, yo, los platos
entre mis vecinos consideré (de mi parte) con quien tenia mas confianza (error,
no la teníamos, solo nos saludábamos cuando nos encontrábamos) le hice una broma a C. Le acerqué el plato de asado y antes que
lo tomara le dejé los brazos extendidos
y se lo di al contiguo y dije, tontamente, haciendo la broma “Usted puede esperar vecino”
- Claro, no hay problema, respondió y se rió nerviosamente.
Luego, cuando
volví y le entregué el suyo lo recibió de mala gana y en un amén vi el
plato de él y su esposa en la mesa, conforme estaban servido, y ellos se
habían escabullido.
Por eso, ahora cuando asisto a una reunión tengo que
cuidarme de mi mismo, surgen los
exabruptos intempestivamente.
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