miércoles, 7 de noviembre de 2012

El gruñido del león

¡Qué grande y hermoso me parecía ese colegio!
Cuadra veinte de la avenida Méjico
irrumpí a él, por una angosta calle 
que salía de por el cine Andalucía.

Tomado de la mano de mi padre 
a la matrícula en el cuarto de primaria
¡Qué grande y hermoso me parecía ese colegio!
Frente a él había otro parecido:
El Instituto Pedagógico Nacional
preparación  exclusiva para Educación.
Ambos, revestido en ladrillo rojo.
Entre ellos, amplia, la avenida Méjico
Allí, transversal, empezaba también 
la primera cuadra de la avenida San Luis
en cuya primeras tres cuadras 
había un complejo vecinal de edificios altos
que contenía la mole del Cerro El Pino
como evitando  su osadía llegar a las avenidas
Cerro  pétreo, azul y  desnudo en ese tiempo.

-¿Iba a estudiar en ese colegio grande y hermoso?
-No hijo, aun no, vas a estudiar en el anexo
(al frente de cine Andalucía) y agregó mi padre:
Solo vamos a entrar para tu matricula.
-Es bonito, papá, dije,  rogando pasara los años 
y recalara pronto ahí mi secundaria
 Fachada de tres pisos, una cuadra verde de  jardín
Un león en un pedestal cerca a la puerta
Los pabellones interiores, amarillos,  de dos pisos
Dos patios contiguos, inmensos, y al fondo el estadio 
Bueno, pues, luego estudié mis cinco años de secundaria
mas un año, que me jalaron.
Vivencias, sueños, anhelos como todo joven
Pero nunca llegué a pronosticar que por su vereda
iba a pasar llevando una carreta con cajas de gaseosas
 para repartir, yo, en las tienditas del conjunto habitacional
Ese día me dio vuelta el corazón y las lágrimas me salieron
y el león del pedestal pareció rugirme enfadado.
(Acaeció cuando deje la tienda y para agenciarme de algo
tomé un trabajo provisional  de simple repartidor.
Hoy no existe tal fachada llamativa ni el gruñido del león)

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