Tendría catorce años cuando la noticia que Leo Dan, el cantante argentino de Santiago de Estero se iba a presentar en Lima por televisión en vivo.
Todos los jóvenes del cerro ya sabían y agolparon las dos únicas viviendas que alquilaban televisión, don Poncho, en la parte alta junto a la capilla y, abajo, don Melchor el que arreglaba y alquilaba pickup para reuniones sociales y en su cuarto del fondo alquilaba televisión en tres funciones: matinee, vermut y noche Empezaba la primera a las cuatro, el otro a las siete, y la ultima función a las diez hasta que acabara Dimensión Desconocida, o Hawai five-0, o Los intocables, etc
Cuando fui no había cupo para entrar, Entradas agotadas. Estuve
exprimido por otros en el alfeizar de la ventana para ver a mi artista favorito
Dando paso el presentador a Leo Dan, primero, la cámara ponchó la mano del cantante cuyo brazo tenia extendido y muy lento discurría a él: iba apareciendo el antebrazo, el brazo, el hombro, por fin, su estampa, cara ovalada, faz que irradiaba lozana juventud, cabello negro profuso y, luego, esbelto talle Era, sin duda, un joven apuesto Traje azul, corbata roja(los colores los vi después en una revista)
Luego se puso a cantar temas tan boga: Celia, Fanny, Norma, Estelita, nombres de mujeres En el ranking de las emisoras de Lima, seis o siete temas(de diez) eran de Leo Dan
Muchos años después en Mega Plaza, Tienda por departamentos, mientras hacia mis compras me topé frente a él y ¡qué calamidad! calvo, gordo ¡ay dios! Nadie escapa a la vejez pensé y concluí con una frase no sé de quién:
El mejor espejo nuestro es, luego de tiempo, volver a ver a un amigo viejo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario