Aquella araña regordeta de tanto cazar moscas
entre los huecos de la pandereta
creyó vivir por siempre en un paraíso
Nadie le molestaba en la pila de ladrillos
Hasta que un día, teníamos que vender la ruma por falta de dinero
La araña se vio sacudida cuando dormía
¿Qué pasa? ¿Temblor? se habrá preguntado
¿Quién viene a mortificar la quietud de mi casa?
Al notar el peligro, saltó de su guarida al piso y corría a lugar seguro
pero un madero que apuntó el albañil acabó con ella
Así, nada nuestro es seguro, nada en absoluto
Ni la mujer, ni el cuarto que creemos nuestro
Algún día, pronto o lejano alguien convulsionará nuestro lar.
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