domingo, 5 de julio de 2015

¡Aquí yace Nadie!




Quizás el más perfecto ególatra que nos ofrece la literatura es el Peer Gynt de Ibsen. Adoptando éste de joven la enseña de Ser yo mismo, se lanza al mundo en busca de fortuna. Tras una serie de peripecias por países extranjeros, en el curso de los cuales ha hecho  y perdido varias veces ingentes fortunas, vuelve siendo hombre ya de barbas blancas, a su tierra natal.
Camino de su aldea, entra en una vieja huerta conocida. Alza en la mano una cebolla y empieza  sacarle las telas. A cada tela que sale le da el nombre de algún papel que ha desempeñado en su vida… el de naufrago arrojado al mar sobre playa americana,  de un cazador de focas en la bahía de Hudson, el de buscador de oro en California… hasta llegar por fin a lo que debía ser el corazón de la cebolla.  Pero..¡Nada!, la cebolla es pura tela.
Como cebolla, dice,  ha sido mi vida, toda tela, apariencia…
Sobre mi lápida escúlpanse en letras de molde estas palabras: Aquí yace nadie
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Peer Gynt era don Nadie, por no haber consultado nunca en toda su larga vida sino su Yo y sus intereses.  No se había puesto a sí mismo al servicio de nada que beneficiara a los demás. En ninguna corazón agradecido sobreviviría su nombre inmarcesible. El ególatra ha de resultar a la larga, o un loco, o nadie, pero un hombre, jamás.

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