jueves, 16 de abril de 2015

The Hard Problem (1)



 …Enfrentarnos a la tremenda disyuntiva de decidir si los valores, la generosidad, la bondad, el amor, la amistad que hay en nosotros, o la maldad, el egoísmo, la mezquindad, lo rencoroso y perverso que también nos habita, resultan de un fatídica operación químico neurológica de nuestro cerebro, o si detrás de todo ello hay lo que los existencialistas llamaban una  elección, un actuar deliberado, decidir por una conciencia no condicionada biológicamente, que es libre y , por lo mismo, nos hace responsable de aquello que hacemos o dejamos de hacer…
Porque lo que está en juego, en el fondo de aquel duro problema, no es si Dios existe o no existe,  sino si somos libres o no.
Si las cien millones de neuronas que por los visto vibran en nuestro cerebro decide nuestros afectos y defectos, nuestra virtudes y vicios, no lo somos; aparentamos una libertad que no tenemos, pues nuestra conducta está dirigida  fatídicamente  por aquellos microscópicos organismos que pululan por nuestro cuerpo.
No  nos conviene que así sea, aunque lo fuera. La libertad, aunque parezca que mimamos, termina por emanciparse así mismo de toda forma de conductismo, y, aunque dicho así resulta una cacofonía, practicándola nos hace libres.
¿La larga historia de la humanidad no es, acaso, una testaruda  lucha  por escapar a esos condicionamientos físico, natural, en que ha quedado atrapado los animales y de los que los seres humanos hemos ido liberándonos luego de innumerables aventuras, caídas y levantadas?

Como todas las buenas obras de teatro, The Hard Problem, de Tomas Stoppard, empieza  de verdad solo después de que termina el espectáculo.

Mario Vargas Llosa

(1) titulo original: La piedad de los murciélagos

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