A
la carreta de doña Ventura
-sostén
al tablero de dos ruedas-
llegué,
a comprar libros viejos
si
es que a mi gusto alguno había
Doña
Ventura no estaba
había
ido a merendar
así
me dijo su vecina
entonces
aproveché
la
mesa a rebuscar
Casi
no había nada aliciente
aunque
reparé en uno pequeño
La
peste , 1659 , Daniel Defoe
(Robinson
Crusoe) autor conocido
La
estuve esperando buen rato
debió
ser copioso el almuerzo
aunque
la verdad es
no
es rentable, no es negocio
vender
libros viejos
Sobre
todo en este pobre país
que
al joven poco le toca la paga
(almuerzo,
el arriendo y en pasajes)
y
poco es lo que le queda
La
doña por ahí se habrá quedado
conversando
con alguna amiga
y
no digo más porque tiene esposo
su
marido, mi amigo Medardo,
flaco,
alto, con la nuez marcada
libroviejero,
quién me recuerda
cuando
por ahí, tenía mi negocio
y a
cada rato, libros le compraba
Hasta
que un día una muchacha
no
sabia qué hacer ni dónde ir
como
muchas que abunda
estos
centros de abastecer
al
no inclinarse a prostituir
deambulan
vendiendo cualquier cosa
o
tratando como Ventura, amigar
a
cualquier mozuelo
que
tuviera cualquier negocio
Por
las tardes con Medardo conversaba
y
de a poco se fueron amancebando
y su
amor particular florecía
ente
novelas de amor y libro viejo
Pero
este lazo repercutió en Medardo
ya
no paraba todo el día en el negocio
proveía
los libros por la mañana
para
que lo vendiera su mujer
y
el resto del día, a casino, jugaba
como
muchos que abunda
estos
centros de abastecer
El negocio,
por eso, lo veía medio caído
don
Medardo y doña Ventura
ahora,
viejos, como los libros
obras
como antes ya no había ,
más,
sí, revistas de moda y farandulera
Volveré
mañana me dije,
total,
todos los días por aquí paso
el
tren eléctrico por ahí corre
una
estación para ir a Javier Prado
Mi vicio
es buscar libros viejos
cuando
esté en el otro lado supongo,
en
el rojo arcano, buscaré libros profanos
*
En
la carreta a doña Ventura hallé
apilando
algunas revistas al día siguiente
por
delante tenia un joven cliente
como yo acucioso buscaba libros
Pero
eso no importaba, tomé el mío
y
el precio a la doña pregunté
pero
el joven intervino y dijo:
¡Ese
libro lo tengo separado, por favor!
Quería
rogarle que me dejara llevar
pero
como vi que otros libros escogía,
como
lo hago yo, al final, ha de depurar
O, por
llevar tantos, el precio regatear,
como
suelo también hacer,
esperaba
La peste de Defoe lo dejara
Aparenté
buscar otros libros
rogaba
que la doña no lo rebajara
y por
lo tanto él lo dejara
pero
la doña le dio beneficios:
Como me esta llevando tanto
le dejo tanto
Quería
pujar decir ese libro le pago más
o
si no, doña, yo vine ayer y lo separé
Miré
a su vecina, ahora ella no estaba,
para
que lo que digo corroborare
pero,
pelear por un libro viejo…
se
regatea la leche para lleva a casa
se porfía
aminorar la tarifa al taxista
¡pero
discutir por un libro usado...!
¡Cómo
se sufre por un libro viejo!
¡Mi
Defoe se llevaba mi mal amigo!
Como
si teniendo de la mano mi chica
vendría
otro y me lo quitara,
me
quedé resacando la mollera
Y esto
me pasó en mi propia cara
Pregunto
¿Por qué con tanto afán poseerlo,
si
mis libros viejos -los que yo poseo-
con
los años se han vuelto más viejos
que
he tenido que encajonarlos
y
colocar unas bolitas de naftalina
que
cuando necesito proveerme,
incluso,
uso una mascarilla?
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