sábado, 25 de abril de 2015

El niño y el cachinero



 El niño de mi sobrina no quiere comer
y le hace berrinche a la nana de la casa
entonces por la ventana entra una grita :
¡Compro ropa vieja televisores, compro fierro!

Me levanto y  me arrellano a la ventana
detrás de mi oreja hago gesto con la mano
e informo a la nana: ¡Quieren comprar a Diego!

(El niño de mi sobrina se llama Diego
y está atento a lo que conversamos)

La nana consiente ¡Hay que venderlo
porque no quiere comer  la comida!

Pregunto ¿Cuánto nos darán por Diego?
¿Diez? ¿Veinte? ¡Treinta estaría mejor!

El niño aclara  ¡No dice Diego sino fierro!

El cachinero (1)como si estuviera coludido:
¡Compro ropa vieja televisores compro fierro!

¿Ya ves?,  tergiverso, dice Diego, asiente la nana
De nuevo voy, y  me arrellano a la ventana
esta vez también  grito
grito que llega adentro y no tanto afuera:

¡¿Señor, por cuánto me compra
a este niño que no quiere comer?!
¿Diez? ¿Veinte? ¡Treinta estaría mejor!?

Y el niño, no debe pasar de tres años dice:
¡Tío, tío, voy  a comer, voy a comer!

Pienso, después, cuando todos comemos
cuando este niño sea joven
al enterarse de mi muerte, tal vez,
rememore  esta ocurrencia:
Los recuerdos están hechos generalmente
de eventos des usuales.

(1) es el ropavejero que además compra botellas periódicos fierros provisto de un triciclo, recorre  calles y las mercadea al menudeo o las traspasa a mayoristas en un lugar llamado La Cachina que en Lima hay varias.
 Si trataría uniformarlas  todos se parecen: tienen tiznado la cara por el smog de los carros, quemados por el sol a pesar del sombrero  o visera que usan, mal trajeados y son de muy pocas pulgas en sus negocios; delgados, malnutridos por la mala vida que ellos mismos se propinan.
 A pesar que en sus transacciones puedan tener pingues ganancias
la mayoría de ellos  se rinden al licor, al juego de cartas, a los amigos
en lupanares que existen alrededor de la cachina donde los más inescrupulosos se juntan o informan a delincuentes  de casas  con escaso resguardo, por eso , en muchos lugares residenciales le cierran el paso
a los cachineros.
Sin embargo también hay hombres y mujeres honestos que se recursean ahí para sobrevivir   en este país donde escasea  el trabajo estable, incluso, algunos -no pocos- surgen y tiene espléndidos negocios.

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