El
niño de mi sobrina no quiere comer
y
le hace berrinche a la nana de la casa
entonces
por la ventana entra una grita :
¡Compro
ropa vieja televisores, compro fierro!
Me levanto
y me arrellano a la ventana
detrás
de mi oreja hago gesto con la mano
e
informo a la nana: ¡Quieren comprar a Diego!
(El
niño de mi sobrina se llama Diego
y está
atento a lo que conversamos)
La
nana consiente ¡Hay que venderlo
porque
no quiere comer la comida!
Pregunto
¿Cuánto nos darán por Diego?
¿Diez?
¿Veinte? ¡Treinta estaría mejor!
El niño
aclara ¡No dice Diego sino fierro!
El
cachinero (1)como si estuviera coludido:
¡Compro
ropa vieja televisores compro fierro!
¿Ya
ves?, tergiverso, dice Diego, asiente la
nana
De
nuevo voy, y me arrellano a la ventana
esta
vez también grito
grito
que llega adentro y no tanto afuera:
¡¿Señor,
por cuánto me compra
a
este niño que no quiere comer?!
¿Diez?
¿Veinte? ¡Treinta estaría mejor!?
Y
el niño, no debe pasar de tres años dice:
¡Tío,
tío, voy a comer, voy a comer!
Pienso,
después, cuando todos comemos
cuando
este niño sea joven
al enterarse
de mi muerte, tal vez,
rememore
esta ocurrencia:
Los
recuerdos están hechos generalmente
de eventos
des usuales.
(1)
es el ropavejero que además compra botellas periódicos fierros provisto de un
triciclo, recorre calles y las mercadea
al menudeo o las traspasa a mayoristas en un lugar llamado La Cachina que en
Lima hay varias.
Si trataría uniformarlas todos se parecen: tienen tiznado la cara por
el smog de los carros, quemados por el sol a pesar del sombrero o visera que usan, mal trajeados y son de muy
pocas pulgas en sus negocios; delgados, malnutridos por la mala vida que ellos
mismos se propinan.
A pesar que en sus transacciones puedan tener
pingues ganancias
la mayoría
de ellos se rinden al licor, al juego de
cartas, a los amigos
en
lupanares que existen alrededor de la cachina donde los más inescrupulosos se
juntan o informan a delincuentes de
casas con escaso resguardo, por eso , en
muchos lugares residenciales le cierran el paso
a
los cachineros.
Sin
embargo también hay hombres y mujeres honestos que se recursean ahí para
sobrevivir en este país donde
escasea el trabajo estable, incluso,
algunos -no pocos- surgen y tiene espléndidos negocios.
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