Me
advirtieron que tuviera especial cuidado con los coyotes. Son hermosos como
perros domésticos pero astutos y farsantes como político en campaña. Entendí mejor
la metáfora cuando me enteré lo que hicieron a un vecino. El hombre acababa de instalarse
en Maine (EEUU). Era un campesino novato, como yo. Una tarde andaba en el
bosque admirando los abedules plateados cuando encontró un cachorro enfermo tirado en medio del
camino. Parecía un perrito indefenso y maltratado, pero se trataba de un coyote
embustero. El hombre decidió rescatarlo. Se arrodilló para recogerlo, lo cargó
como un bebe y, cuando se puso de pie,
una docena de coyotes adultos aparecieron de entre los árboles. Lo
rodearon y, como es natural, lo atacaron
atacándole los brazos, las piernas y el cuello… los coyotes le habían tendido
una trampa, como si entendiera que el corazón de algunos humanos puede ser
blando.
Marcos Avilés
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