Tenía
ocho años tal vez más tal vez menos
No
se si mi hermana ya había fallecido
O
estaba con los abuelos en la sierra
Pero
esa noche me quedé solo en casa,
Solo
con mi perro Coki que no me dejaba
Mis
padres habían salido a un compromiso
Eran
ellos poco de hacer vida social
Más,
un asunto infaltable esa noche les
urgía
Con
el estómago lleno me arroparon,
Me
apapacharon en la cama
Ne
dieron las reconvenciones del caso
Y
por mis ojos soñolientos
Creyeron
que un sueño grande tenía
Pero
no, al poco rato que se fueron
La
taciturna luz de la vela
Dentro
de un vaso de cristal,
En
medio del piso apisonado,
-la pata de mi perro la ingle se rascaba-
Vislumbré
sombras grotescas
Sobre
la pared empapelada
En
hojas de revista engrudadas,
Entes
fantasmagóricos, simularon
Sobre
el escenario de la pared entera
Me
hizo recordar
Que
papá solía dar formas
A sus cuentos sombríos
Que
acaecía en su provincia
Me
levanté
Salí
al terral apisonado
Que
fungía de patio
Sentado
en la última grada de la escalera
Que
salía a la calle
(Vivía
en una ensenada)
La
tétrica vecindad miraba
Sin
parque ni poste de luz alguno
En
esa lejana noche de estío
Mi
barrio parecía animal de piedra,
Gigante,
cubierto de manto negro
Que
le tapaba las patas
Simulando
ser un faldero
Donde
cobijaba
la casa de estera
De
vez en cuando los faros de los carros
Llegaban
desde la ondulada avenida
(Única
del barrio en la parte baja)
Y
alumbraba el antepecho de casas
Por
breves segundos huía y revolvía
Pasaron
minutos media horas y horas
Mis
padres, pensé, me habían abandonado
Y
me puse a llorar hipando y gimiendo
Sin
que nadie me consolara
Solamente
Coki, mi perro
Queriendo
ser condescendiente
Ladrando,
haciendo piruetas
Como
dejándome entender
Que
él, no me abandonaría.
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