Sin embargo, se viene la navidad. Bullicio en la calle,
¿bullicio en el corazón? Si, pero pidiendo que cumplamos.
Si uno pudiera contar los ambulantes apostados en las
arterias del centro de Lima. Los hay tantos como potenciales clientes.
Todos quieren vender algo. Padres de familia que han conseguido poco dinero con alto interés, compran
ropas, juguetes chinos , parafernalia de
cohetes prohibidos de vender (pero comercian, son ambulantes, no les multan salvo el
decomiso pero como son muchos, la policía
municipal no se atreve enfrentárselos); y, luego de la fiesta, haciendo suma y
restas todo lo que han ganado se habrá ido en ropa
y juguetes para sus propios hijos y se quedaran sin nada pero tranquilos
de haber cumplido el deber. Estos,
compran de mayoristas situados en lugares estratégicos de Mesa Redonda,
alrededor del Mercado Central, por gruesa, cajas, productos importados, y reparten la merca entre la mujer, los hijos adolescentes apostados en las boca calles
de entrada al emporio de Mesa Redonda. A
pesar que hubo un incendio de proporciones que costó la vida de trecientos personas la gente siguen frecuentando. http://es.wikipedia.org/wiki/Incendio_de_Mesa_Redonda
La gente cuando sale de compra por fin de año dice, Voy
al Mercado Central pero no, sino a las
tiendas y galerías que están en todos
las calles circundantes a él. Como ya no permiten dar licencia nuevos establecimientos
ahora estos los que están crecen hacia arriba,
ostentosamente, se muestran edificios de seis a más pisos. Muchas galerías ocupado
por miles de pequeños comerciantes, cada uno en un cubículo de seis a nueve metros cuadrados, por lo general, que, para la protección de su mercadería
contra el robo
(Ha sucedido que ladrones de noche ingresan a las
galerías con vehículo incluido, amarran
a los guardianes y toda la noche
revientan las cerraduras de los puestos más llamativos-ya saben- y lo ahueca
llenando la merca y fugando en el vehículo, como si nada) Por eso los comerciantes tapian ventanas,
tragaluces, claraboyas con fierros
cruzados de 5/8, anulan escaleras de emergencias, con el fin que no ingresen a robar pero, también, ante un incendio en hora venta con la única puerta de acceso es muy posible queden
enjaulados sin salir clientes y comerciante en los pisos superiores al haberse
el incendio declarado en el primer piso como sucedió aquella vez. Y la cosa sigue igual. Es potencial el peligro.
Y, sin embargo, se viene la navidad.
La persona del llano que no tiene coraje de salir a
vender chispitas en la calle, por ejemplo, o su señora que no tiene el arrojo de partir un paneton y vender en tajadas por
la calle, por ejemplo, solo miran, solo miraran como todos las navidades. Y será esta una fiesta más, pobre y esmirriada
como antes, si hay pequeños en casa grande será el drama no
poder darles lo que piden, sobre todo, sino están el edad de comprender; y si no, estarán esperanzados
que los hijos mayores se acuerden de ellos.
También los
ladrones hacen su fiesta. Ante el
tumulto cambian de estrategia de robar .
No pueden arranchar y huir al escape, seria difícil correr entre tanta gente.
Esperan un descuido y hurtan la bolsón de juguete o ropa en el menor descuido, y el compinche que se queda le dice a la víctima
que se ha ido por el lado de Abancay cuando
en realidad se ha ido al sitio opuesto. Trabajan en grupo, unos entretiene a
las vendedoras y otro desvalija la caja.Sin embargo, se viene la navidad
Las prostitutas también trabajan en estos días aunque
no es el mejor mes del año en el oficio.
Están por el damero de Pizarro alrededor
de Polvos Azules, sobretodo, al caer la tarde. Los hay algunas avezada que no
se contentan con los veinte soles por la sesión sino quieren todo la cartera del
cliente, por los que los duermen con diapezan en el vaso de cerveza pre o pos sesión; y sucede, a veces, que para que duerma
lo mas rápido posible le dan sobredosis enfriándole al parroquiano y, encima, son desplumados sin misericordia
Pero ésta mujer se reúne con sus hijos que ignoraran redondamente las
argucias de su mamá por cumplir en la noche buena.
Hasta el más fiero delincuente roba bancos que no
repara en matar si alguien se opone lleva a sus mujeres itinerantes algo de
regalo y cena el pavo con la preferida. .
Y, sin embargo, se viene la navidad.
Y la persona de a pie, el que aun tiene esperanza de
una navidad próxima mejor que ésta, con lo que puede, con lo poco que tiene las
pasará de Caín
y soportará la cena pobre y apagará las luces de la casa esperando en su cama, con los ojos húmedos, que el retumbar de cohetes en la
calle cese pronto.
Y la persona herida en su parte más profunda que ya perdió toda esperanza en la última navidad, ahora vuelve furioso a
casa , adrede crea problemas en la familia para darse motivo hacer una locura
(noticias trágicas es común ver en estos días previos a la navidad todos los
años) . Y, sin embargo, se viene la navidad.
Y en cada
casita sentado en la poltrona del cerro circundante de Lima una casa pobre, un niño
pobre, espera un juguete, un polo nuevo,
una chocolatada, una tajada de panetón y
sus ojos miran al empezar la noche del veinticuatro la fastuosidad de luces del centro de Lima (se ve desde el Cerro
San Cristóbal, El Agustino, La Cumbre y
San Cosme s )relumbran y piensa el niño Ahí está mi papá, Ahí está mi mamá
Y quiere verlos pronto
escalando el cerro como José y
María a su pesebre. Pero ve con desosiego que la hora avanza y sus amiguitos ya estrenan el juguete
en mano... Y, sin embargo, se viene la
navidad.
Recuerdo
también, de Zeli, sola, delgada de físico, delgada de suerte, útero sin haberle dado vida
propia, pero daba la vida por regalar un juguete a cada niño pobre en un lugar
que ella escogía, con su esmirriado dinero compraba la bondad que algunos que
ya la conocían, además, le donaban y uno
de estos días previos iba a la ladera del cerro más pobre con su bolsón de
juguetes al hombro, se instalaba en la puerta de un colegio, una posta de salud, o en un terral que llamaban
parque y empezaba a regalar: a los pocos minutos una bandada de niños
como pájaros hambrientos antes las mies
la sitiaba. Al día siguiente me contaba los detalles con la alegría en
su cobriza faz que aún le duraba. Y, sin embargo, se viene la navidad.
También para el hombre de éxito, aquel que emana aureola de suficiencia, sello personal, qué, como si despidiera colonia donde se
presentara. Todo lo que dice, hace, es digno de tomar en cuenta y es el
prolegómeno para llevarlo de conversación a nuestra mesa. Agradable a la vista,
es el que enciende la chispa en la reunión, al que se le oye sus consejos, el
que sonríe con re confortación. En nuestros barrios pobres también los hay: es
el que ha recreado de Estados Unidos, o de Italia, etc, después de varios años,
justamente para esta fecha.
Es el hombre de éxito
que ha traspasado fronteras llevando su producto , que viaja por el
mundo en aviones como nosotros en combi, que por
su capacidad gerencial, por su producto, tiene
agencia en varios países, ese,
también, se acuerda de su país en una navidad. Vuelve no para quedarse sino
para recorrer su barrio donde de niño creció, jugo, amó, y, joven, no le cupo en la cabeza estar contemplativo a
la parsimonia de su barrio (pueblo, país) y salió afuera, hacer mundo, por un
porvenir mejor. Ese que vuelve a su barrio (y no el otro, el creído), vuelve a
sus amigos para ver en que están, en qué
se le puede orientar o ayudar, charlar con el antiguo bodeguero, peluquero, asistir el cinema donde robó el
primer beso, enterarse la suerte de ellas, la capilla donde hizo la comunión y,
ahora, en este 24, en una homilía por
noche buena donde le invitaran la palabra, todos estarán pendiente de él, y el
buscará las mejores palabras, las que no hieran ni humillen, las que lleguen al
corazón no solamente sino las palabras que infundan energía, que levanten, que
impulsen y en pocas palabras dirá más o menos así que cuando en este país se
perciba en cada nueva navidad hay menos pobres, menos delincuencia, más salud , más
educación entonces es que estamos
haciendo patria ¡Feliz Navidad!
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