lunes, 30 de diciembre de 2013

Esas noches después de laborar...


¡Trabajar… trabajar...! No toda mi vida fue vagancia como hoy.
 Trabajaba yo,  trabajaba ella.  ¡El dinero ingresaba tanto…! que tenía que apelmazarlo en  bolsa grande de papel graf porque  era tarde y tenia  que salir a cenar con ella. Dejaba la liquidación para el día siguiente.
 (Digo, por mi,  pero estaba seguro que en el negocio de ella también era igual o mejor)
¡Trabajar… trabajar…!El día había sido arduo  y peliagudo con  vecinos comerciantes por ganarnos un cliente. Con  acreedores que al momento de la paga yo  les exigía  descuento porque su provisión no era de acuerdo a lo especificado, peliagudo, porque  no querían descontar, entonces,  les conminaba que el negocio se rompía… Con el contador, para que reajustara  impuestos…  Con  inspectores del gobierno central, del gobierno distrital por algunas notificaciones o elevación de tasas o impuestos. Reticente  con algunos clientes morosos que adeudaban  y, aun así, querían  más  crédito…
¡Trabajar… trabajar...! No toda mi vida fue vagancia como hoy.
En fin, las mañanas, las  tardes eran fatigosas pero en las noches, casi siempre, nos citábamos para cenar, sin temor a murmuración, éramos solteros. Para los vecinos éramos novios y esperaban el parte de invitación. En realidad solo quería mencionar en esta nota  esas noches después de laborar compartiendo  una mesa de algún restauran conversando con mi chica: conversaba sobre nuestro negocio, sobre fulano, mengano, nuestros proveedores, ya que si bien cada uno de nosotros  tenía su propio negocio  eran casi   nuestros mismos acreedores, mismos clientes , mismos problemas.  Conversábamos sobre la  expectativa  de crecer, sobre las oportunidades de nuestro futuro como posible pareja. Recuerdo esta etapa agradable porque no se dio antes ni después.
Ella fue más osada, no se contentaba con el mercado local, quería abarcar más. Aventuro salir, primero, a provincias para acopiar y traer desde las mismas ferias y haciendas, cualquier cosa que se pudiera vender en Lima;  luego  fue al extranjero para traer lo que no se producía en el país, luego, ya no  fue necesario que saliera afuera   porque había hechos los contactos , ganado la representación. De igual forma,  no le fue necesario ir a provincias (se hizo difícil por la irrupción del terrorismo en esos años y luego el narcotráfico) Ya   era conocida  comerciante establecida cerca de mi tienda y le enviaban camionadas de productos a su negocio que ,ahora, tenía un par de almacenes gigantes donde  tenía empleados   que se encargaban   desaduanar, ver las garantías bancarias , cambio de divisas, o estudiar   cronogramas  de importación  de  las empresas  vecinas del rubro  y ella tuviera la  opción de importar cuanto antes cuando el mercado estaba vacío.  Ella fue mas lista que yo, subió  rápido como la espuma,  aprendió más. Además era buenamoza y utilizó esa influencia, yo lo sabía. Era una mujer que no sabia freír un  huevo pero le encantaba su negocio .
Y volvía a mi lado aunque sin la euforia de antes porque sabia ella donde y con quién hacer más dinero . Yo había quedado rezagado.  Pero  volvíamos  a encontramos después de las siete de la noche aunque ahora ya no todos los días sino a la quincena un par de veces. Solo quería mencionar este detalle, esas noches después de laborar:nos cansábamos en el día pero estábamos felices cuando nos encontrábamos.  Yo tampoco me quedaba tanto en el negocio,  eran mis mejores años de eso se componía nuestras charlas en algún restauran  contarnos nuestros éxitos personales   Estábamos exhausto e incluso no habíamos almorzado con  quehaceres del día  pero estábamos contentos y nos descobrábamos en esas cenas. A ella le gustaba cenar cosas ricas, saladitas, bien guisada. Cuando algún  menú   no era de su agrado pagaba la cuenta y dejaba la comida y nos íbamos a otro lugar. Ya tenía dinero y se daba eso gusto, dar esos desplantes. Fui testigo  de sus primeros proyectos  y adquisiciones, su primer auto, su primer departamento aunque ella lo compraba con su dinero pero necesitaba un compañero  para aparentar a los ofertantes  un matrimonio joven.  Y después  decía que todo lo  que adquiriéramos  sería para nosotros, nuestra casa.
¡Trabajar… trabajar...! No toda mi vida fue vagancia como hoy.
Hasta que llego la otra y se desvaneció todo, poco a poco, con sus matices pero no tuve pena por ella porque que yo también tenía mi negocio.Aunque  recién del todo me había abierto del negocio familiar  empezaba a trabajar  independiente  Respecto a ella diré  (bueno de todas maneras diré su nombre: Solina) en pocas palabras. Fue mi oportunidad y la perdí. Pero en ese tiempo no lo veía así. Pensé que con la otra podía hacer lo mismo o mejor. Yo todavía tenía  28 años y tenía el negocio y el futuro se me ponía  prometedor. Incluso abandoné la universidad y no me importó porque tenía a mi cargo un contador, tres empleados, una empleada dos locales míos y otros dos en donde coloqué a mis hermanos. Pero ¿Porqué no me aventuré a dar un paso más firme con Solina?¡ Porqué… porqué!  me pregunto ahora a la distancia. Ahora que estoy desterrado de mi casa. Era bonita. Su familia estaban de nuestro lado. Era super trabajadora
 Yo a esa edad no era inexperto con mujeres. ¿Porqué no la seduje? ¿Porqué no  la forcé como a otras? No me explico. Doy a pensar que  con las otras  eran trastos de marioneta y Solina la colocaba en un pedestal , reservada para el sagrado matrimonio.  Pero confesándome en frío a Solina no le tenía amor, congeniábamos en todo los gustos viajes, negocio, diversión   pero la llama del amor  no flameó en mí   que me impulsara  a ganármela. Y otro factor fue que entrando en escena la otra, la que ahora es mi mujer, me dio un hijo pronto y después otro y otro ,entonces, mujer e hijos tomaron metas en mi vida y con ella Solina se fue apagando poco  a poco que me olvidé totalmente hasta esta noche de fin de año en que empecé recordando  esas noches después de laborar y me excedí sobremanera Todo lo que forjamos , anhelamos en proyectos de vida,  todo se fue al agua. Aunque yo ahogándome  en el mar del destierro y Solina sobre ella   viajando en crucero por diversas partes del mundo, seguramente.

Si hubiese seguido con Solina hubiese conocido muchos  lugares Por ejemplo, hubiese ido a Italia, conocer Milán, Florencia, Roma hasta  el estrecho de Messina que separa  Italia de Sicilia y tomar fotos desde una ensenada y posiblemente le contaría  que según la historia antigua  era el limite  , más allá era conocido como Mare Mostrum y aventurarse era un  peligro de ser  tragados por Escila  Luego recorrer el mar Adriático llegar a la siempre admirada Venecia e ir a lugares pocos conocido como ingresar al balneario de Montenenegro, Albania, ingresar a  sus fiordos, cerros verde  sin nieve, montañas que se abren y se cierran mientras el barco avanza  y ver los  pueblos cada uno más bello que otro conforme  nos  adentramos .

domingo, 29 de diciembre de 2013

Año nuevo: valía la pena los golpes

¿Oiga señor, porqué no nos deja salir? ¿Estamos encerrado, o qué? Decía la joven   al vigilante de la discoteca que, a un cuarto para las tres de la madrugada la puerta la tenía cerrada.
Y  preguntó a  Carlos Consentido, su enamorado  ¿O no has pagado el consumo? Este aclaró Si pagué, y  le mostró la boleta de consumo, al guardián también le enseñó, éste  un moreno de mediana edad  mostraba una modorra tremenda pero dijo: No es necesario señor, mostrando sus dos palmas blancas. Presionó un botón y la reja automática se abrió.
¡Ya ves, don moreno, no tenemos cara de tramposos! Dijo la joven, un poco mareada por el licor que había ingerido. Carlos, con la mirada, rogó al vigilante que no tomara en cuenta las palabras de ella.
¡No se preocupe! respondió el moreno, y pase Ud. una buenas noche, dijo,  sonriendo el moreno no sin antes dar una  pasada olímpica por el derrier de la simpática joven como si dijera sus ojos saltones: ¡Ta bueno la hembra, provecho! aunque sin una voz de por medio. Y así se despidieron.
Carlos Consentido le abrazaba tanto por el amor que le profesaba a Lali, como se llamaba,  tanto porque era la primera vez que la veía en ese estado y podía caerse,  parecía que el aire de la calle le había perjudicado más.  La vereda amplia y lustrosa por algunas gotitas de verano   y el airecillo, en cambio, a él le despabilaron.
Habían,  desde las diez  de la noche, tomado y bailado en la discoteca, la última noche del año viejo y las primeras horas del nuevo año.  Aunque Carlos ya le he había propuesto ir a un hostal,  ella le había rechazado en más de una oportunidad. No pasaba por su cabeza aprovecharla por su estado. Había resuelto llevarla y dejarla  en su casa y luego ir a la suya. Había bastante taxis en las calles pero pedían tres veces más de lo que usualmente es la tarifa por lo que Carlos no quiso darles gusto y  aprovechó el último bus que se aproximaba, lo pararon y subieron.
Ya en el bus, sentados,  ante la facha de ella con sus alardes  provocaba que le miraran  los escasos pasajeros del último bus, Lali  dijo a uno ¿Porqué me mira tanto? ¡Imbécil! Lo dijo con voz fuerte que el aludido  se puso en guardia y quiso reaccionar a lo que Carlos con gesto amigable le apaciguó el ánimo y le pidió disculpa y compresión.
¡Por favor Lali compórtate! Le dijo Carlos ¡Pero yo no hago nada! Respondió Lali con sus ojos brillandole y agregó: ¡Es que aquel tipejo me ve  como si con los ojos me quisiera comer!  La culpa no lo tiene el que contempla, dijo  Carlos, sino tú que estas apetitosa.
Ape… ape…  apestosa, dirás, le contrarió Lali y agregó ¡Oye Carlos, no te permito que me insultes! Lali retiró sus brazos de él y los puso sobre su seno y ladeó la mirada teatralmente  de desprecio y miró hacia el otro lado del salón. Carlos también cruzó los brazos imitándole a ella pero de buena fe y comenzó a tararear una balada que habían bailado recientemente en la  discoteca. Ella volvió la mirada a él, quemó su enfado, abrió sus brazos y zalamera dijo: Mi cachetoncito, mi cachetoncito (por los cachetes de Carlos). Y le abrazó y le dio un beso  y, melindrosa dijo: No te molestes ¿ya? Sabes que estoy mareada, comprende pe, hic…
-Comprendido, dijo Carlos
Luego de un rato de viajar  y como estaban cerca al conductor del bus apuntó Lali ¿Por qué el señor chofer en este noche tan especial,  no está con su mujer e hijos?   El chofer  que había oído le llegó a boca de jarro el comentario, vio por el retrovisor a la muchacha y se demoró en reaccionar, o no encontraba las palabras exactas por lo que Carlos  dijo: Es que le señor chofer  esta noche  trabaja  para beneficio de nosotros pero, más tarde,  aprovechará el feriado para reunirse con los suyos. ¡Claro! Corroboró el chofer, Salí sorteado en trabajar hoy   pero la navidad  tuve tres días de franco, así es la chamba.
Después, Carlos y Lali estuvieron cuchicheando  muchas incoherencias por el estado azaroso de ésta.   
Estando por llegar al paradero de la casa de Lali, Carlos le toma un poco fuerte el brazo para levantarla y Lali,   de repente, reacciona refiriéndose a Carlos así: ¿Quién es usted señor? ¿A dónde me lleva? ¡Es que ya tenemos que bajarnos! Le dice Carlos, apremiado porque tenían que bajar y el cambio de actitud de su enamorada.
-¿Quién es usted? Volvió a preguntar Lali, tiesa, seria.
-¿No me reconoces?
-No
-¡No te hagas, apúrate, bajémonos!
-¡A ver, a ver…!  Probó Lali, aun sentada, abrió la palma de la mano y dijo ¿Quién eres, Marcos? Y se respondió: No eres Marcos.  Y bajaba un dedo, él es bigotón ¿Roberto? No, el es medio achinado ¿Jorge? Tampoco. Comenzó a nombrar más nombres que abrió la otra palma.  Carlos exasperado porque ya se habían pasado varias cuadras  exigió al chofer que se detuviera  y dijo así, molesto, con estas palabras
¡Por favor, ayúdeme bajar esta borracha!
-¡Yo no estoy borracha!,  corrigió Lali,¡ yo no estoy borracha!, tú estarás. Y para que sepas, a mí no me baja nadie.   Pero entre chofer y Carlos la apearon del bus.
Se pasaron cinco cuadras y frente al lugar Lali vio la luz de neón en la marquesina de un hostal  y gritó:
¡Me están raptando! ¡ Me van a violar!, fuera de si. Y no quiso dar un paso más, el bus ya se había ido.
Estuvieron como diez minutos sin dar un paso.
En todas las esquinas había grupos de  jóvenes festejando el primer día del año alrededor de una caja de cerveza y con  la radio a todo volumen que salía del equipo del auto que tenía la puerta abierta o, simplemente, de un parlante conectado  a una extensión que salía de una casa fiestera. ¡Me están raptando!¡ Me van a violar! Gritó nuevamente Lali, entonces, unos muchachos oyeron, vieron a la pareja y se acercaron. Uno de ellos, mareado, le dio un empellón a Carlos que parcialmente evitó y con un brazo le asestó al metiche que le hizo rodar. ¡Para que hizo eso! Los otros sin mediar palabra en un santiamén le dieron un apanado  de golpes a Carlos. 
Entonces a Lali  le llegó la cordura   y dijo: ¡Qué hacen por dios! ¡Qué hacen! ¡Es mi enamorado! ¡Déjenlo!
¡Yo vivo en la calle …!(Nombró la calle) ¡Déjenlo por favor! Entonces lo dejaron.
Lali se acuclilló en el piso, apoyó la cabeza de Carlos en su regazo, le abrazó y dijo:
¡No te mueras mi cachetoncito! ¡no me mueras, es mi culpa!
Carlos no se iba morir, solo tenía magullones y el labio roto.
Estaba en el regazo de su Lali y veía que las lágrimas le manaban y repetía: ¡Es mi culpa, es mi culpa!
¿Qué puedo hacer para reparar el daño que te hicieron? ¿Qué puedo hacer?, preguntaba aturdida Lali. La luz de la marquesina del hotel  refulgía sobre la cara de Carlos y éste arqueó y la señaló con la ceja. Lali volteó y recogió la faz y dijo: ¿Quieres ir al hotel  conmigo? ¿Verdad, mi cachentoncito?¿Si?  Carlos asintió. ¡Vamos pues levántate! Dijo Lali.

Fue el mejor regalo de año, valía la pena los golpes.

Vaticinios de Nicholas Negroponte


Cuando llegué  a casa mi reproductor de video del futuro dirá: Nicholas, he visto cinco mil horas de televisión mientras no estabas en casa y he grabado seis fragmentos para ti de un total de 40 minutos como a ti te gusta.
De igual forma el Teléfono programable  recibirá todas las llamadas y los guardará para hacérnoslo saber, al acabar el día, sólo las importantes: la simultaneidad total nos quitará tiempo.
La Sincronía actualmente por  ver un canal [canal 4, por ejemplo, en el Perú, Al fondo hay  sitio, a las 8pm] desaparecerá del todo para dar paso a la Asincronía: ver en youtube a la hora que nos da la gana.
Antes, toda la familia estaba en torno al aparato de televisión, hoy, está fragmentado en pequeñas burbujas  personales. [Y los nativos digitales creen que la vida siempre fue así y no ven nada raro si ellos almuerzan  en la calle]





Los jirones del mundo actual son las arrobas; y las avenidas los punto com
Con el tiempo el domingo no será domingo: del lunes no será diferente. Por medio del correo electrónico, de los mensajes profesionales  se va trastocar los días de trabajo de la semana…

sábado, 28 de diciembre de 2013

Wifi


 
Las autoridades de Londres han exigido a una empresa de publicidad que retire las papeleras que instaló en un barrio financiero y que cuenta con la capacidad de captar datos de los smarthphones: rastrear los cookies en la calle par luego vender los datos, o sea, descubrir los hábitos de navegación del usuario, las páginas que visita, a la hora en que lo hacen, cuando  tengan encendido el wifi.

Era una empresa de publicidad formal pero ¿si eran delincuentes y no solo buscaban cookies? Son riesgos que estas compañías de teléfono inteligente no prevén al usuario, no informan, solo quieren ganar dinero.

viernes, 27 de diciembre de 2013

Soy de Morlen (Gamínides)

El ufólogo peruano Sixto Paz Wells afirmó  en Bucaramanga, Colombia haber subido a una nave espacial y establecer contacto con extrate rrestres.
En 1974, con su padre y su hermano, cuenta, haber recibido una psicografia (escritura que no proviene de los pensamientos consientes del quien escribe) “que puso por escrito lo que captábamos en nuestra mentes. En este primer mensaje decía: Me llamo Salt, soy de Morlen que ustedes llaman Ganimedes, una luna de Júpiter ¿Podemos tener contacto con ustedes? Pronto nos verán”
En un segundo encuentro lo vieron: Eran seres antropomorfos  y humanoides.  Gente con rasgos orientales. El primer ser que vimos medía 1.80 metros, su rostro era más ancho que el nuestro Sus  pómulos pronunciados, ojos marcadamente oblicuos, frente amplia, pelo lacio que les caía por los hombros. Tenían  cinturón y botas.  Parecía un coreano. Hacia gestos con las manos. La comunicación con él fue mental: “ Soy  Salt, el mismo ser que se comunicó  con ustedes desde el principio”


jueves, 26 de diciembre de 2013

Tintan


Tintan, hermano de Ramón Valdez (Don Ramón del Chavo del ocho) y hermano del Loco Valdez. (Este tuvo un hijo con Veronica Castro: Cristian Castro)
¿Tintan o Cantinflas? le preguntó el periodista  a Silvia Pinal, mamá de   la rockera Angélica Guzmán, y respondió:
-Yo se que Cantinflas fue un gran personaje pero cuando quiso ser actor  no pasó nada; en cambio, Germán Valdez, Tintan, era el Pachuco, personaje cómico similar a Cantinflas pero dejó de serlo y pasó a ser un gran actor completo, bailaba, cantaba, actuaba…

Moncheri, cómico peruano  trabajó en dos películas con Tintan. 

Despertar y tránsito


 Víspera de navidad, la hija de Teófila dormía profundamente
Mientras el estrépito en la calle era grande
 Estallido de cohetecillos, bombardas y cohetones.
-María,  la llamó su madre tratando despertarla
Entre sueños María  dice ¿Qué, mamá?
-¿No querías ver los juegos artificiales de la noche buena?
-¡Si mamá, sí!
Y la madre le ayuda poner sus botines nuevos y la lleva al segundo piso, semiconstruido, la lleva  al balcón  por delante.
Y ven los trazos de acuarela estallante en la negrura del cielo…

  Con tan mala suerte que uno de los cohetes detona en el cuello de María desangrándola que,  tardío fue salvarla por la lejanía del hospital.

miércoles, 25 de diciembre de 2013

Morococha


< ¡Despierta, despierta Chendo, no hay mi pueblo! ¡Despierta! ¿Por qué no despiertas? ¿Tanto es tu sueño? ¡Pobre de mi, me he quedado sin pueblo! Desde el alto miraba un punto oscuro sobre la sabana blanca de la cordillera y sabia que ahí estaba mi pueblo, mi casa, bueno ya no tengo casa, mis tíos lo vendieron para mantenerme de niña cuando quedé huérfana pero la casa de mi prima, mi colegio…
< Pero esta mañana divisé y creí haber visto mal. No estaba mi pueblo… ¡Despierta Chendo, despierta! ¡Has algo por favor! Está trasladando mi pueblo a otro lugar  que se llama Carhuacoto, o algo así, ¿a quién se le ha ocurrido eso? A la empresa minera seguramente.
< ¿Es que no hay nadie quien defienda mi pueblo? ¿Tan borreguitos son? ¿Es que el gobierno central  no les ayuda a permanecer en algo que es suyo tantísimos años? ¿Qué ha pasado? Eso me pasa por estar en el arcano en otras comisiones. Ahora tú no  quieres despertar…
< ¿Recuerdas cuando abordamos en la estación de Morococha el ómnibus que nos regresaba  a la capital?  Luego de una corta estadía, horas no más, recorriéndolo y  visitando a mi prima Juliana en La Oroya a quién no veía desde el colegio, ¿recuerdas? Te hablé al oído: Sentados en los asientos,  pronto te dormiste. Estabas cansado del trajín, habías rodeado la excavación a tajo abierto que por un lado se comía el pueblo que, decías, parecía  tamaño de un estadio. Estabas cansado, de  llegar  al abra de los cerros por donde la carretera cruzaba  bien para  la pampa(meseta) de Junín o hacia  el valle de Huancayo , y haber visitado el asiento minero donde trabajaba mi papá de almacenero.  Noté por la ventana del bus, aquella vez,  mis ojos brillaban de pena, no sabía porque, pensé,  presagié iba a ser la última vez. Veía las  casas de mi barrio, los bloques del edifico donde  hospedaban a empleados y trabajadores del asentamiento minero, el mercado, la casa de mi tía Rigoberta, el colegio donde niña me tocó estudiar. Y mis labios susurraron en silencio: Adiós Morococha querida, adiós, pero-tonta prometí:- volveré. No volví nunca, al menos por la carretera.
 4600 metros de altura aparte de sus minerales? Donde cualquier esfuerzo físico, para un extraño,  el corazón se le agita sobremanera? El granizo  le cae  a uno como si le aventaran cubitos de hielo, y asusta al extraño el estruendo  tac tac sobre el asfalto de la carretera,  grumos  que amenazaba después deshelar y enfangar el borde de la carretera donde estaban asentados restaurantes y hoteles de paso; y  hay meses, contrariamente, el sol parece  recostado sobre la loma este y refulge   sobre la blanca nieve que enceguece la vista.
<¡Pero, entiende mi amor!  De niña corría  sus calles estrechas, subía las cimas cercanas y veía el esplendor de otros picos a lontananza y, más cerca, la  laguna que cambia de colores. Y desde esa loma cercana, sentada en una manga  plástica  descendía como por un tobogán hasta el patio de mi casa. En el mes de diciembre,  previo a la navidad salía a jugar con mis amigas al tendal de nieve blanca, armábamos   un muñeco de nieve, llevaba la bufanda y el sombreo de papá y, Consuelo, otra amiga le ponía una pieza de zanahoria en la nariz del muñeco y jugábamos cantando villancicos alrededor de él.  Algunos ingenieros, gringos, que dirigían las explotación de las minas nos veían jugar haciendo la ronda, nos tomaban fotos y luego nos compraban  chocolate  y panecillos y, Juliana, mi prima,  le gustaba pedir dinero  y se la daban y corriendo iba a al mercado  a comprar jarabe de fresa, de lúcuma y con la nieve fresca hacíamos raspadillas  que comíamos. Mucho hielo comí de niña que, a la larga, me afectó  los bronquios;  y, ya, en Lima como ya no tenía papá ni mamá porque habían fallecido  ( te lo conté en otra oportunidad -murieron en un accidente automovilístico bajando de Morococha   a Lima-) no me curaron mis tíos y se me  formó en asma perenne, por eso, a ti no te gustaba estar muy cerca de mi porque oías ese sonido sordo de mi pecho…
<¡Pero, despierta Chendo, despierta! Hoy como acullá estás dormido feliz en tu cama ¡Mi pueblo ha desaparecido! ¿Porqué eres muy dormilón?...>
´Entonces, yo, Chendo,  sentí que la cama oblonga se doblaba en dos como si fueran hacerme un sándwich. Desperté,  quise levantarme y no podía ¡Mierda, dije, es una pesadilla! Tengo que serenarme si no peor es. Conté: uno, dos, tres, cuatro…  y pude estirar el brazo y prender el velador y desvanecido la opresión.
Entonces recordé el sueño, Zeli otra vez, pero ahora estaba molesta. Recordé íntegramente sus palabras por eso tenía que escribirlo de inmediato porque después me olvidaba. Di fe de lo que reclamaba: Morococha iba desapareciendo. Todavía había algunos poblanos que se negaban a dejar sus casas pero la mayor parte se habían trasladado. Algunos lugareños habían hecho huelga paralizando la carretera que va  Huancayo, otros  habían venido hablar a Lima con congresistas paisanos, con el  premier,  pero nadie le hacían caso.
La nueva ciudad se llamará, en efecto, Carhuacoto y estará ubicado a 7 kilómetros del antiguo pueblo Morococha, nombre éste que desaparecerá del mapa político del Perú (los pueblos también mueren y son enterrados en el olvido) En su lugar se dará vida al proyecto minero de cobre Toromocho
¡Y  lo que es este país! En el año 2003 el estado peruano concesiona el asiento minero Morococha  a la minera canadiense Perú Copper por dos millones dólares. Este, luego,  (para mi, ya sabían) descubre una enorme veta de millones de toneladas de cobre debajo del pueblo de Morococha. Y la Copper lo transfiere el proyecto a Chinalco empresa estatal china por 792 millones de dólares ¡Que tal utilidad! Invierte dos  y recuperan 790 millones ¡Así es el Perú! ¡Así ha sido siempre! Enriquece a  foráneos y nuestros gobernantes no hacen valer nuestra riqueza, con recibir algo bajo la mesa firman las concesiones, esta vez, con Chinalco por 32años . E,  incluso, pienso, si el estado peruano  es consciente de haber sido  perjudicado al concesionar,  pero como dicen negocios son negocios y hay que respetarlo pero al menos, algo de dinero extra pretendería el país en  recuperar y exigir que la transacción hubiese sido hecha en el país para recabar los impuestos de ley por la transacción pero ¡ni eso, que estúpidos somos como país! Porque la transacción de  Cooper a Chinalco se hizo en Canadá y el Perú perdió 217 millones dólares en derechos de traspaso.
 Y  este gobierno de Ollanta  que dice ser nacionalista  hubiese, aún en última instancia, aprovechando la coyuntura de los conflictos  sociales por la reubicación de Morococha decirle a ésta de esta forma: Chinalco ¿quieres ustedes  el reasentamiento de Morococha? Bueno, necesitamos  un plus generoso por no haber cumplido con hacer la transacción en el país. Pero no, nunca le  reclamo. De nacionalista no tiene nada.
El gobierno  nos calla la boca diciendo que en 32años (¿estaré vivo?¡ claro que no!  Como muchos en este país que viven y mueren sin ver a su país transformado para bien)  obtendremos 3.800 millones por canon minero y 760 millones por regalías ¡En 32años!¿ Cuantos se llevará Chinalco y cómo  dejará el yacimiento?

Menos mal tú, Zeli, ya no estás para sufrirlo ¡O sí?

martes, 24 de diciembre de 2013

Zenobio Dagha (1920-2008) Hermano Shay

El Violín era parte de su cuerpo
 Pincel con el que daba forma          
A sentidos huaynos y mulisas
También pintó el festivo Santiago
Dio música al zapateo campesino
Huaylas  que raspaba el suelo
Dio alegría  al alma del pueblo
Que bailando podía hasta morir:
Se fue, y su casa es un mausoleo
Donde perduran  las partituras
De un ciento de  bellas canciones,
Su sombrero y chaleco color vicuña
Aquél que estuvo sobre su féretro
El día que sus cinco violines callaron
Y la tonalidad que  cupó a sus letras
Quedaron como presente grandioso .

Zenobio Dagha nació en abril de 1920. A los ocho años aprendió a tocar violín. Su primer maestro fue su padre, luego se fue a la Argentina donde se perfeccionó en la academia  musical Records Argentina
Antes el Huaylas era  lento y tocaban con flauta. Zenobio Dagha lo modernizó, por eso hay esa división de Huaylas antiguo y moderno.
Como nota curios podemos apuntar que bailando el Huaylas murió Rosemary Manrique: acababa bailar y murió de un ataque cardiaco; y también, cantando, en 1968, Luzmila Santos había terminado de cantar  una canción  de Zenobio Dagha  Sola siempre sola  en el antiguo Coliseo Nacional  y el corazón cesó de latir.
Su tema emblema Yo soy Huancaíno por algo.

Concierto Navideño de la Orquesta Sinfónica de Minería

Navidad quemada


Carpas sin ventanas  quema adentro
  Batea sobre  bancos lavan afuera
 Parte central de la calle es desagüe
A media noche si por evacuar se dan
un baño portátil al terminar la calle.
Pocos  enseres  salvados del incendio
Del solar limeño, de barro  y quincha
Veintiseises familias más pobres quedaron,
Y en menos que un feliz se toma una ducha
El pavo de la noche buena fue  carbonizado
Sin embargo, para los niños es novedad
Juegan entres ellos visitando  carpas
En su alma el anhelo aun no se quema
Esta navidad, piden, no se olviden de ellos
¡Harás  milagro! ¿No es así Niño de Belén?
Estoy seguro que del hondo de la desgracia,
Papás que también les será ese día diferente,
Sentados en bancos largos en la Noche Buena
Con panetón y la chocolatada lo tendrán
Y sé que se harán más unidos que nunca.

¡FelizNavidad!

Cuentos de Navidad: La zapatería


Chinaco

Era muy trabajador, serio en su negocio y tenía la  costumbre  en  víspera a la navidad cerrar la tienda a las cinco de la tarde, usualmente la salida era a las diez de la noche, pero ese día  víspera de navidad daba  chance  para que sus empleadas pudieran llegar temprano a sus casas.

Afuera de la tienda solía haber una cantidad de niños entre veinte y treinta que esperaba a don Pascual para los regalos. Hacía entrar solamente a los niños  y cerrábamos la puerta. Nosotras las vendedoras les atendíamos,  les servíamos su chocolate, su porción de  panetón  y la parte más importante de la ceremonia consistía  que don Pascual le regalaba a cada uno un par de zapatos nuevos,
 y nosotras  las vendedoras recogíamos sus sandalias con que venían, lo echábamos en una bolsa y le calzábamos la prenda nueva.

La emoción que veía a los niños ponerse un zapato nuevo es lo que hasta hoy perdura en mi recuerdo.
Fue don Pascual mi padrino de matrimonio  pero  se murió al poco tiempo.  Pero esas navidades como empleada cambió mi vida para siempre. 

A pesar que no soy  una persona rica, juntaba dinero de mis horas extras  para comprar algunos juguetes en una navidad, en otra, ropita, e iba a regalarlos con algunas vecinas y con mis hijas (de ese modo les inculqué el significado de la navidad) a los  lugares más humildes de Lima.

Entre los niños recuerdo a un morenito que le llamaban Chinaco.  Le rogó  a don Pascual, de esa vez que cuento,  que  prefería que a él no le regalara sino a su mamá que no tenía.
Don Pascual muy generoso (la palabra generosidad es la que más la representa esta fecha) le regaló a Chinaco y a su mamá.


Feliz navidad.
 revisado dic 2019


(Llamada al programa del doctor Choy)

Cuentos de Navidad: El tragamonedas


-Robert, le dije a mi esposo,  necesito un baño (En el Perú, baño se puede referir también a los servicios higiénicos donde está la taza inodora)
Mi esposo entonces  vio un Tragamonedas (Casa de juegos) le habló al vigilante y éste aceptó prestar el baño.
Entramos, pero justamente se me fue el cólico y ya no quise hacer la deposición.
 Robert dijo: Bueno, si no entras al baño entro yo, espérame.
 Me senté en una de las bancas de las máquinas con tal suerte que al apoyarme en el tablero  pulse una tecla  y, acto seguido se activó la máquina y de repente empezó a lanzar  la bocina un chillido  frenético
Se acercó una anfitriona y extasiada dijo: ¡Ha ganado el premio mayor! Luego rectificó ¿Cuánto ha echado? ¿Una moneda? ¡Si hubiese echado  tres  monedas se hubiese ganado el premio mayor! ¡Pero de todas maneras se ganó el tercio! Y se fue a llamar al administrador y vinieron varias personas y me hicieron firmar unos papeles y me dieron 600 dólares .  Habíamos perdido 100 dólares y ahora teníamos 600 Me quedé  anonadada.
Entonces salió Robert  y extrañado me pregunta con la mirada  ¿Qué pasó? Pero con mi guiño le digo que se calle
Y, así, esa navidad que iba a ser una de las más tristes la pasamos bien y  es la que más recuerdo  de todas.
Pero hasta  ahora  me pregunto ¿qué pasó?>


(Llamada al programa del doctor Choy)

lunes, 23 de diciembre de 2013

Yo acuso por Emilio Zola

[Carta al Presidente de la República Francesa. Texto completo]
Émile Zola
París, 13 de enero de 1898
Carta a M. Félix Faure
Presidente de la República Francesa

Señor: Me permitís que, agradecido por la bondadosa acogida que me dispensasteis, me preocupe de vuestra gloria y os diga que vuestra estrella, tan feliz hasta hoy, esta amenazada por la más vergonzosa e imborrable mancha?
Habéis salido sano y salvo de bajas calumnias, habéis conquistado los corazones. Aparecisteis radiante en la apoteosis de la fiesta patriótica que, para celebrar la alianza rusa, hizo Francia, y os preparáis a presidir el solemne triunfo de nuestra Exposición Universal, que coronará este gran siglo de trabajo, de verdad y de libertad. ¡Pero qué mancha de cieno sobre vuestro nombre -iba a decir sobre vuestro reino- puede imprimir este abominable proceso Dreyfus! Por lo pronto, un consejo de guerra se atreve a absolver a Esterhazy, bofetada suprema a toda verdad, a toda justicia. Y no hay remedio; Francia conserva esa mancha y la historia consignará que semejante crimen social se cometió al amparo de vuestra presidencia.
Puesto que se ha obrado tan sin razón, hablaré. Prometo decir toda la verdad y la diré si antes no lo hace el tribunal con toda claridad.
Es mi deber: no quiero ser cómplice. Todas las noches me desvelaría el espectro del inocente que expía a lo lejos cruelmente torturado, un crimen que no ha cometido.
Por eso me dirijo a vos gritando la verdad con toda la fuerza de mi rebelión de hombre honrado. Estoy convencido de que ignoráis lo que ocurre. ¿Y a quién denunciar las infamias de esa turba malhechora de verdaderos culpables sino al primer magistrado del país?
Ante todo, la verdad acerca del proceso y de la condenación de Dreyfus.
Un hombre nefasto ha conducido la trama; el coronel Paty de Clam, entonces comandante. Él representa por sí solo el asunto Dreyfus; no se le conocerá bien hasta que una investigación leal determine claramente sus actos y sus responsabilidades. Aparece como un espíritu borroso, complicado, lleno de intrigas novelescas, complaciéndose con recursos de folletín, papeles robados, cartas anónimas, citas misteriosas en lugares desiertos, mujeres enmascaradas. Él imaginó lo de dictarle a Dreyfus la nota sospechosa, él concibió la idea de observarlo en una habitación revestida de espejos, es a él a quien nos presenta el comandante Forzineti, armado de una linterna sorda, pretendiendo hacerse conducir junto al acusado, que dormía, para proyectar sobre su rostro un brusco chorro de luz para sorprender su crimen en su angustioso despertar. Y no hay para que diga yo todo: busquen y encontrarán cuanto haga falta. Yo declaro sencillamente que el comandante Paty de Clam, encargado de instruir el proceso Dreyfus y considerado en su misión judicial, es en el orden de fechas y responsabilidades el primer culpable del espantoso error judicial que se ha cometido.
La nota sospechosa estaba ya, desde hace algún tiempo, entre las manos del coronel Sandherr, jefe del Negociado de Informaciones, que murió poco después, de una parálisis general. Hubo fugas, desaparecieron papeles (como siguen desapareciendo aún), y el autor de la nota sospechosa era buscado cuando se afirmó a priori que no podía ser más que un oficial del Estado mayor, y precisamente del cuerpo de artillería; doble error manifiesto que prueba el espíritu superficial con que se estudió la nota sospechosa, puesto que un detenido examen demuestra que no podía tratarse más que de un oficial de infantería.
Se procedió a un minucioso registro; examinándose las escrituras; aquello era como un asunto de familia y se buscaba al traidor en las mismas oficinas para sorprenderlo y expulsarlo. Desde que una sospecha ligera recayó sobre Dreyfus, aparece el comandante Paty de Clam, que se esfuerza en confundirlo y en hacerle declarar a su antojo.
Aparecen también el ministro de la Guerra, el general Mercier, cuya inteligencia debe ser muy mediana, el jefe de Estado Mayor, general Boisdeffre, que habrá cedido a su pasión clerical, y el general Gonse, cuya conciencia elástica pudo acomodarse a muchas cosas.
Pero en el fondo de todo esto no hay más que el comandante Paty de Clam, que a todos los maneja y hasta los hipnotiza, porque se ocupa también de ciencias ocultas, y conversa con los espíritus.
Parecen inverosímiles las pruebas a que se ha sometido al desdichado Dreyfus, los lazos en que se ha querido hacerle caer, las investigaciones desatinadas, las combinaciones monstruosas... ¡qué denuncia tan cruel!
¡Ah! Por lo que respecta a esa primera parte, es una pesadilla insufrible, para quien esta al corriente de sus detalles verdaderos.
El comandante Paty de Clam prende a Dreyfus y lo incomunica. Corre después en busca de la señora de Dreyfus y le infunde terror, previniéndola de que, si habla, su esposo está perdido. Entre tanto, el desdichado se arranca la carne y proclama con alaridos su inocencia, mientras la instrucción del proceso se hace como una crónica del siglo XV, en el misterio, con una terrible complicación de expedientes, todo basado en una sospecha infantil, en la nota sospechosa, imbécil, que no era solamente una traición vulgar, era también un estúpido engaño, porque los famosos secretos vendidos eran tan inútiles que apenas tenían valor. Si yo insisto, es porque veo en este germen, de donde saldrá más adelante el verdadero crimen, la espantosa denegación de justicia, que afecta profundamente a nuestra Francia. Quisiera hacer palpable cómo pudo ser posible el error judicial, cómo nació de las maquinaciones del comandante Paty de Clam y como los generales Mercier, Boisdeffre y Gonse, sorprendidos al principio, han ido comprometiendo poco a poco su responsabilidad en este error, que más tarde impusieron como una verdad santa, una verdad indiscutible, desde luego, solo hubo de su parte incuria y torpeza; cuando más, cedieran a las pasiones religiosas del medio y a prejuicios de sus investiduras. ¡Y vayan siguiendo las torpezas!
Cuando aparece Dreyfus ante el Consejo de Guerra, exigen el secreto más absoluto. Si un traidor hubiese abierto las fronteras al enemigo para conducir al emperador de Alemania hasta Nuestra Señora de París, no se hubieran tomado mayores precauciones de silencio y misterio.
Se murmuran hechos terribles, traiciones monstruosas y, naturalmente, la Nación se inclina llena de estupor, no halla castigo bastante severo, aplaudir la degradación pública, gozar viendo al culpable sobre su roca de infamia devorado por los remordimientos...
¿Luego es verdad que existen cosas indecibles, dañinas, capaces de revolver toda Europa y que ha sido preciso para evitar grandes desdichas enterrar en el mayor secreto? ¡No! Detrás de tanto misterio solo se hallan las imaginaciones románticas y dementes del comandante Paty de Clam. Todo esto no tiene otro objeto que ocultar la más inverosímil novela folletinesca. Para asegurarse, basta estudiar atentamente el acta de acusación leída ante el Consejo de guerra.
¡Ah! ¡Cuánta vaciedad! Parece mentira que con semejante acta pudiese ser condenado un hombre. Dudo que las gentes honradas pudiesen leerlas sin que su alma se llene de indignación y sin que se asome a sus labios un grito de rebeldía, imaginando la expiación desmesurada que sufre la víctima en la Isla del Diablo.
Dreyfus conoce varias lenguas: crimen. En su casa no hallan papeles comprometedores; crimen. Algunas veces visita su país natal; crimen. Es laborioso, tiene ansia de saber; crimen. Si no se turba; crimen. Todo crimen, siempre crimen... Y las ingenuidades de redacción, ¡las formales aserciones en el vacío! Nos habían hablado de catorce acusaciones y no aparece más que una: la nota sospechosa. Es más: averiguamos que los peritos no están de acuerdo y que uno de ellos, M. Gobert, fue atropellado militarmente porque se permitía opinar contra lo que se deseaba. Háblase también de veintitrés oficiales, cuyos testimonios pasarían contra Dreyfus. Desconocemos aún sus interrogatorios, pero lo cierto es que no todos lo acusaron, habiendo que añadir, además, que los veintitrés oficiales pertenecían a las oficinas del Ministerio de la Guerra. Se las arreglan entre ellos como si fuese un proceso de familia, fijaos bien en ello: el Estado Mayor lo hizo, lo juzgó y acaba de juzgarlo por segunda vez.
Así, pues, solo quedaba la nota sospechosa acerca de la cual los peritos no estuvieron de acuerdo. Se dice que, en el Consejo, los jueces iban ya, naturalmente a absolver al reo, y desde entonces, con obstinación desesperada, para justificar la condena, se afirma la existencia de un documento secreto, abrumador; el documento que no se puede publicar, que lo justifica todo y ante el cual todos debemos inclinarnos: ¡el Dios invisible e incognoscible! Ese documento no existe, lo niego con todas mis fuerzas. Un documento ridículo, sí, tal vez el documento en que se habla de mujercillas y de un señor D... que se hace muy exigente, algún marido, sin duda, ¡que juzgaba poco retribuidas las complacencias de su mujer! Pero un documento que interese a la defensa nacional, que no puede hacerse público sin que se declare la guerra inmediatamente, ¡no! ¡No! Es una mentira, tanto mas odiosa y cínica, cuanto que se lanza impunemente sin que nadie pueda combatirla. Los que la fabricaron, conmueven el espíritu francés y se ocultan detrás de una legítima emoción; hacen enmudecer las bocas, angustiando los corazones y pervirtiendo las almas. ¡No conozco en la historia un crimen cívico de tal magnitud!
He aquí, señor Presidente, los hechos que demuestran cómo pudo cometerse un error judicial. Y las pruebas morales, como la posición social de Dreyfus, su fortuna, su continuo clamor de inocencia, la falta de motivos justificados, acaban de ofrecerlo como una víctima de las extraordinarias maquinaciones del medio clerical en que se movía, y del odio a los puercos judíos que deshonran nuestra época.
Y llegamos al asunto Esterhazy. Han pasado tres años y muchas conciencias permanecen turbadas profundamente, se inquietan, buscan, y acaban por convencerse de la inocencia de Dreyfus.
No historiaré las primeras dudas y la final convicción de M. Scheurer-Kestner. Pero mientras él rebuscaba por su parte, acontecían hechos de importancia en el Estado Mayor. Murió el coronel Sandherr y sucedióle como jefe del Negociado de informaciones, el teniente coronel Picquart, quien por esta causa, en ejercicio de sus funciones, tuvo un día ocasión de ver una carta telegrama dirigida al comandante Esterhazy por un agente de una potencia extranjera. Era su deber abrir una información y no lo hizo sin consultar con sus jefes, el general Gonse y el general Boisdeffre y luego con el general Billot, que había sucedido al de la Guerra. El famoso expediente Picquart, de que tanto se ha hablado, no fue más que el expediente Billot, es decir, el expediente instruido por un subordinado cumpliendo las órdenes del ministro, expediente que debe existir aún en el ministerio de la Guerra. Las investigaciones duraron de mayo a septiembre de 1896, y es preciso decir bien alto que el general Gonse estaba convencido de la culpabilidad de Esterhazy y que los generales Boisdeffre y Billot no ponían en duda que la célebre nota sospechosa fuera de Esterhazy. El informe del teniente coronel Picquart había conducido a esta prueba cierta. Pero el sobresalto de todos era grande, porque la condena de Esterhazy obligaba inevitablemente a la revisión del proceso Dreyfus; y el Estado Mayor a ningún precio quería desautorizarse.
Debió haber un momento psicológico de angustia suprema entre todos los que intervinieron en el asunto; pero es preciso notar que, habiendo llegado al ministerio el general Billot, después de la sentencia dictada contra Dreyfus, no estaba comprometido en el error y podía esclarecer la verdad sin desmentirse. Pero no se atrevió, temiendo acaso el juicio de la opinión pública y la responsabilidad en que habían incurrido los generales Boisdeffre y Gonse y todo el Estado Mayor. Fue un combate librado entre su conciencia de hombre y todo lo que suponía el buen nombre militar. Pero luego acabó por comprometerse, y desde entonces, echando sobre sí los crímenes de los otros, se hace tan culpable como ellos; es más culpable aún, porque fue árbitro de la justicia y no fue justo. ¡Comprended esto! Hace un año que los generales Billot, Boisdeffre y Gonse, conociendo la inocencia de Dreyfus, guardan para sí esta espantosa verdad. ¡Y duermen tranquilos, y tienen mujer e hijos que los aman!
El coronel Picquart había cumplido sus deberes de hombre honrado. Insistió cerca de sus jefes, en nombre de la justicia, suplicándoles, diciéndoles que sus tardanzas eran evidentes ante la terrible tormenta que se les venía encima, para estallar, en cuanto la verdad se descubriera. Moinsieur Scheurer-Kestner rogó también al general Billot que por el patriotismo activara el asunto antes de que se convirtiera en desastre nacional. ¡No! El crimen estaba cometido y el Estado Mayor no podía ser culpable de ello. Por eso, el teniente coronel Picquart fue nombrado para una comisión que lo apartaba del ministerio, y poco a poco fueron alejándose hasta el ejército expedicionario de África, donde quisieron honrar un día su bravura, encargándole una misión que le hubiera la vida en los mismos parajes donde el marqués de Mopres encontró la muerte. Pero no había caído aún en desgracia; el general Gonse mantenía con él una correspondencia muy amistosa. Su desdicha era conocer un secreto de los que no debieran conocerse jamás.
En París la verdad se abría camino, y sabemos ya de que modo la tormenta estalló. M. Mathieu Dreyfus denunció al comandante Esterhazy como verdadero autor de la nota sospechosa; mientras M.Scheurer-Kestner depositaba entre las manos del guardasellos una solicitud pidiendo la revisión del proceso. Desde ese punto el comandante Esterhazy entra en juego. Testimonios autorizados lo muestran como loco, dispuesto al suicidio, a la fuga. Luego, todo cambia, y sorprende con la violencia de su audaz actitud. Había recibido refuerzos: un anónimo advirtiéndole los manejos de sus enemigos; una dama misteriosa que se molesta en salir de noche para devolver un documento que había sido robado de las oficinas militares y que le interesaba conservar para su salvación. Comienzan de nuevo las novelerías folletinescas, en la que reconozco los medios ya usados por la fértil imaginación del teniente coronel Paty de Clam. Su obra, la condenación de Dreyfus, peligraba, y sin duda quiso defenderla. La revisión del proceso era el desquiciamiento de su novela folletinesca, tan extravagante como trágica, cuyo espantoso desenlace se realiza en la Isla del Diablo. Y esto no podía consentirlo. Así comienza el duelo entre el teniente coronel Picquart, a cara descubierta, y el teniente coronel Paty de Clam, enmascarado. Pronto se hallarán los dos ante la justicia civil. En el fondo no hay más que una cosa: el Estado Mayor defendiéndose y evitando confesar su crimen, cuya abominación aumenta de hora en hora.
Se ha preguntado con estupor cuáles eran los protectores del comandante Esterhazy. Desde luego, en la sombra, el teniente coronel Paty de Clam, que ha imaginado y conducido todas las maquinaciones, descubriendo su presencia en los procedimientos descabellados. Después los generales Boisdeffre, Gonse y Boillot, obligados a defender al comandante, puesto que no pueden consentir que se pruebe la inocencia de Dreyfus, cuando este acto habría de lanzar contra las oficinas de la Guerra el desprecio del público. Y el resultado de esta situación prodigiosa es que un hombre intachable, Picquart, el único entre todos que ha cumplido con su deber, será la víctima escarnecida y castigada. ¡Oh justicia! ¡Que triste desconsuelo embarga el corazón! Picquart es la víctima, se lo acusa de falsario y se dice que fabricó la carta telegrama para perder a Esterhazy. Pero, ¡Dios mío!, ¿por qué motivo? ¿Con qué objeto? Que indiquen una causa, una sola. ¿Estar pagado por los judíos? Precisamente Picquart es un apasionado antisemita. Verdaderamente asistimos a un espectáculo infame; para proclamar la inocencia de los hombres cubiertos de vicios, deudas y crímenes, acusan un hombre de vida ejemplar. Cuando un pueblo desciende a esas infamias, esta próximo a corromperse y aniquilarse.
A esto se reduce, señor Presidente de la república, el asunto Esterhazy, un culpable a quien se trata de salvar haciéndole parecer inocente, hace dos meses que no perdemos de vista esa interesante labor. Y abrevio porque solo quise hacer el resumen, a grandes rasgos, de la historia cuyas ardientes páginas un día serán escritas con toda extensión. Hemos visto al general Pellieux, primero, y al comandante Ravary, mas tarde, hacer una información infame, de la cual han de salir transfigurados los bribones y perdidas las gentes honradas. Después se ha convocado al Consejo de Guerra. ¿Cómo se pudo suponer que un Consejo de Guerra deshiciese lo que había hecho un Consejo de Guerra?
Aparte la fácil elección de los jueces, la elevada idea de disciplina que llevan esos militares en el espíritu, bastaría para debilitar su rectitud. Quien dice disciplina dice obediencia. Cuando el ministro de la guerra, jefe supremo, ha declarado públicamente y entre las aclamaciones de la representación nacional, la inviolabilidad absoluta de la cosa juzgada, ¿queréis que un Consejo de Guerra
se determine a desmentirlo formalmente? Jerárquicamente no es posible tal cosa. El general Billot, con sus declaraciones, ha sugestionado a los jueces que han juzgado como entrarían en fuego a una orden sencilla de su jefe: sin titubear. La opinión preconcebida que llevaron al tribunal fue sin duda esta: "Dreyfus ha sido condenado por crimen de traición ante un Consejo de Guerra; luego es culpable y nosotros, formando un Consejo de Guerra, no podemos declararlo inocente. Y como suponer culpable a Esterhazy, sería proclamar la inocencia de Dreyfus, Esterhazy debe ser inocente".
Y dieron el inocuo fallo que pesará siempre sobre nuestros Consejos de Guerra, que hará en adelante sospechosas todas sus deliberaciones. El primer Consejo de guerra pudo equivocarse; pero el segundo ha mentido. El jefe supremo había declarado la cosa juzgada inatacable, santa, superior a los hombres, y ninguno se atrevió a decir lo contrario. Se nos habla del honor del ejército; se nos induce a respetarlo y amarlo. Cierto que sí; el ejército que se alzará en cuanto se nos dirija la menor amenaza, que defenderá el territorio francés, lo forma todo el pueblo, y solo tenemos para el ternura y veneración. Pero ahora no se trata del ejército, cuya dignidad justamente mantenemos en el ansia de justicia que nos devora; se trata del sable, del señor que nos darán acaso mañana. Y besar devotamente la empuñadura del sable del ídolo. ¡No, eso no!
Por lo demás queda demostrado que el proceso Dreyfus no era mas que un asunto particular de las oficinas de guerra; un individuo del Estado Mayor, denunciado por sus camaradas del mismo cuerpo, y condenado, bajo la presión de sus jefes.
Por lo tanto, lo repito, no puede aparecer inocente sin que todo el Estado mayor aparezca culpable. Por esto las oficinas militares, usando todos los medios que les ha sugerido su imaginación y que les permiten sus influencias, defienden a Esterhazy para hundir de nuevo a Dreyfus. ¡Ah!, que gran barrido debe hacer el Gobierno republicano en esa cueva jesuítica (frase del mismo general Billot). ¿Cuándo vendrá el ministerio verdaderamente fuerte y patriota, que se atreva de una vez a refundirlo, y renovarlo todo? Conozco a muchas gentes que, suponiendo posible una guerra, tiemblan de angustia, ¡porque saben en qué manos esta la defensa nacional! ¡En qué albergue de intrigas, chismes y dilapidaciones se ha convertido el sagrado asilo donde se decide la suerte de la patria! Espanta la terrible claridad que arroja sobre aquel antro el asunto Dreyfus; el sacrificio humano de un infeliz, de un puerco judío. ¡Ah! se han agitado allí la demencia y la estupidez, maquinaciones locas, prácticas de baja policía, costumbres inquisitoriales; el placer de algunos tiranos que pisotean la nación, ahogando en su garganta el grito de verdad y de justicia bajo el pretexto, falso y sacrílego, de razón de estado.
Y es un crimen más apoyarse con la persona inmunda, dejarse defender por todos los bribones de París, de manera que los bribones triunfen insolentemente, derrotando el derecho y la probidad. Es un crimen haber acusado como perturbadores de Francia a cuantos quieren verla generosa y noble a la cabeza de las naciones libres y justas, mientras los canallas urden impunemente el error que tratan de imponer al mundo entero. Es un crimen extraviar la opinión con tareas mortíferas que la pervierten y la conducen al delirio. Es un crimen envenenar a los pequeños y a los humildes, exasperando las pasiones de reacción y de intolerancia, y cubriéndose con el antisemitismo, de cuyo mal morirá sin duda la Francia libre, si no sabe curarse a tiempo. Es un crimen explotar el patriotismo para trabajos de odio; y es un crimen, en fin, hacer del sable un dios moderno, mientras toda la ciencia humana emplea sus trabajos en una obra de verdad y de justicia.
¡Esa verdad, esa justicia que nosotros buscamos apasionadamente, las vemos ahora humilladas y desconocidas! Imagino el desencanto que padecerá sin duda el alma de M. Scheurer-Kestner, y lo creo atormentado por los remordimientos de no haber procedido revolucionariamente el día de la interpelación en el Senado, desembarazándose de su carga, para derribarlo todo de una vez. Creyó que la verdad brilla por si sola, que se lo tendría por honrado y leal, y esta confianza lo ha castigado cruelmente. Lo mismo le ocurre al teniente coronel Picquart que, por un sentimiento de dignidad elevada, no ha querido publicar las cartas del general Gonse; escrúpulos que lo honran de tal modo que, mientras permanecía respetuoso y disciplinado, sus jefes lo hicieron cubrir de lodo instruyéndole un proceso de la manera mas desusada y ultrajante. Hay, pues, dos víctimas; dos hombres honrados y leales, dos corazones nobles y sencillos, que confiaban en Dios, mientras el diablo hacia de las suyas. Y hasta hemos visto contra el teniente coronel Picquart este acto innoble: un tribunal francés consentir que se acusara públicamente a un testigo y cerrar los ojos cuando el testigo se presentaba para explicar y defenderse. Afirmo que esto es un crimen más, un crimen que subleva la conciencia universal. Decididamente, los tribunales militares tienen una idea muy extraña de la justicia.
Tal es la verdad, señor Presidente, verdad tan espantosa, que no dudo quede como una mancha en vuestro gobierno. Supongo que no tengáis ningún poder en este asunto, que seáis un prisionero de la Constitución y de la gente que os rodea; pero tenéis un deber de hombre en el cual meditaréis cumpliéndolo, sin duda honradamente. No creáis que desespero del triunfo; lo repito con una certeza que no permite la menor vacilación; la verdad avanza y nadie podrá contenerla.
Hasta hoy no principia el proceso, pues hasta hoy no han quedado deslindadas las posiciones de cada uno; a un lado los culpables, que no quieren la luz; al otro los justicieros que daremos la vida porque la luz se haga. Cuanto más duramente se oprime la verdad, más fuerza toma, y la explosión será terrible. Veremos como se prepara el más ruidoso de los desastres.
Señor Presidente, concluyamos, que ya es tiempo.
Yo acuso al teniente coronel Paty de Clam como laborante -quiero suponer inconsciente- del error judicial, y por haber defendido su obra nefasta tres años después con maquinaciones descabelladas y culpables.
Acuso al general Mercier por haberse hecho cómplice, al menos por debilidad, de una de las mayores iniquidades del siglo.
Acuso al general Billot de haber tenido en sus manos las pruebas de la inocencia de Dreyfus, y no haberlas utilizado, haciéndose por lo tanto culpable del crimen de lesa humanidad y de lesa justicia con un fin político y para salvar al Estado Mayor comprometido.
Acuso al general Boisdeffre y al general Gonse por haberse hecho cómplices del mismo crimen, el uno por fanatismo clerical, el otro por espíritu de cuerpo, que hace de las oficinas de Guerra un arca santa, inatacable.
Acuso al general Pellieux y al comandante Ravary por haber hecho una información infame, una información parcialmente monstruosa, en la cual el segundo ha labrado el imperecedero monumento de su torpe audacia.
Acuso a los tres peritos calígrafos, los señores Belhomme, Varinard y Couard por sus informes engañadores y fraudulentos, a menos que un examen facultativo los declare víctimas de ceguera de los ojos y del juicio.
Acuso a las oficinas de Guerra por haber hecho en la prensa, particularmente en L'Éclair y enL'Echo de París. una campaña abominable para cubrir su falta, extraviando a la opinión pública.
Y por último: acuso al primer Consejo de Guerra, por haber condenado a un acusado fundándose en un documento secreto, y al segundo Consejo de Guerra, por haber cubierto esta ilegalidad, cometiendo el crimen jurídico de absolver conscientemente a un culpable.
No ignoro que, al formular estas acusaciones, arrojo sobre mí los artículos 30 y 31 de la Ley de Prensa del 29 de julio de 1881, que se refieren a los delitos de difamación. Y voluntariamente me pongo a disposición de los Tribunales.
En cuanto a las personas a quienes acuso, debo decir que ni las conozco ni las he visto nunca, ni siento particularmente por ellas rencor ni odio. Las considero como entidades, como espíritus de maleficencia social. Y el acto que realizo aquí, no es más que un medio revolucionario de activar la explosión de la verdad y de la justicia.
Sólo un sentimiento me mueve, sólo deseo que la luz se haga, y lo imploro en nombre de la humanidad, que ha sufrido tanto y que tiene derecho a ser feliz. Mi ardiente protesta no es más que un grito de mi alma. Que se atrevan a llevarme a los Tribunales y que me juzguen públicamente.
Así lo espero.
Émile Zola
París, 13 de enero de 1898
FIN