Cuando acudían a mi tienda los limosneros de cada día,
francamente, mi corazón se ponía impertérrito
No les ayudaba, pretextaba:
si les daba, al día siguiente traían otros
Por cada uno venían tres
No era tanto la molestia el par de monedas que les daba
sino la harta paciencia, a guardar- yo tenia que trabajar-
tratando oír su larga retahíla de monólogos inteligibles
¡
No, definitivo, no les daba aunque me reprochaba después
quería ayudar sin que me pidan
Como aquella misma noche bajando del bus de regreso a casa
en la amplia avenida de cuatro carriles
vi sentado sobre la vereda a un niño de once
hipaba de llanto con la cabeza gacha
apoyado su espalda al poste sin luz
Golpeaba con una piedra la loza de la vereda,
maquinalmente, varias veces y lloraba
Me acerqué a la penumbra y pregunté "Qué tienes niño?"
como respuesta gruñió como un can
como si quisiera decir "¡Te importa!"
por su ropa andrajosa deduje a un pirañita
como les dicen a niños vagos que arranchan carteras
Hacia acto de contrición, arrepintiéndose
o, simplemente, lloraba su triste destino
Un balance a su corta edad y sufría por ello
Necesitaba palabra amiga que le ayudara
"Necesitas algo?" pregunté
"No!" respondió con el mismo refunfuñar
Esperé vanamente un rato dijera algo mas
Entonces saqué un billete de diez soles
Me acuclillé para verle bien la cara
no pudiendo ni convencerle a conversar
"Aqui te dejo esto, por si lo necesitas"
dije, arrime el billete cerca a sus sandalia
No respondió nada seguía mascullando
No tomó el dinero en ese momento
Después, continuando mi camino
tenia el animo sobrecogido,
Mi cólera se desplazaba
desde este gobierno que le importa un pepino
-un congresista gana 15ooo dólares por mes-
hasta el Dios que dice es Amor
pero se olvida de los niños.
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