Historia de los drones
Desde el siglo XIX hasta el 2016: evolución
y surgimiento del drone moderno
No nos despertamos ayer en este nuevo mundo
presa de los drones o aeronaves pilotadas de forma remota. Hay una serie de
hechos históricos y figuras relevantes que poco a poco han ido dando forma a lo
que hoy conocemos como una nueva forma letal de matar a distancia y que además
ha originado el crecimiento del drone o UAV como una tecnología potente a
desarrollar también en el sector civil.
La idea del avión no tripulado es antigua.
A pesar de que a menudo asociamos los drones con los robots militares de hoy,
los aviones no tripulados, de una forma u otra, se han utilizado durante
décadas. Uno de los primeros usos registrados fue por los austriacos en julio
de 1849 después de que se pusieran en marcha alrededor de doscientos globos
aerostáticos no tripulados montados con bombas en la ciudad de Venecia. Menos
de dos décadas después de la Guerra Civil en EE.UU, fuerzas de la Confederación
y de la Unión volaban globos para misiones de reconocimiento. En 1896 Samuel P.
Langley desarrolló una serie de aerónaves a vapor, aviones sin piloto que
fueron trasladados con éxito a lo largo del río Potomac, cerca de Washington
DC. La práctica de la vigilancia aérea más tarde surgió en la Guerra
Hispano-Americana de 1898, cuando los militares de EE.UU. equiparon una cámara
a una cometa, dando lugar a una de las
primeras fotografías de reconocimiento aéreo.
“En 1849 se le atribuye al ejército
austriaco la utilización de 200 globos aerostáticos no tripulados que se
cargaron de bombas sobre la ciudad italiana de Venecia, uno de los primeros
antecedentes del uso de aeronaves no tripuladas“
ejército-austríaco-globos-bomba-venecia-historia-de-los-drones
En la Primera Guerra Mundial, se utilizó
ampliamente la vigilancia aérea. Los militares utilizaban estas cometas para
obtener fotografías aéreas y seguir los movimientos del enemigo formando mapas
de situación. Así, este sería uno de los pasos en la evolución de los aviones
no tripulados en Estados Unidos, proceso al que se suman otras cuatro fases
posteriores que son las siguientes.
En primer lugar, el precursor del drone se
utilizó como blanco de práctica para las fuerzas militares de principios del
siglo XX. En segundo lugar, en el período de entreguerras y en la Segunda
Guerra Mundial, el avión no tripulado fue diseñado para ser como una especie de
bomba volante que podría ser enviado tras las líneas enemigas. En tercer lugar,
durante la Guerra Fría, el avión no tripulado fue visto como una plataforma de
vigilancia viable capaz de capturar datos de inteligencia en áreas de difícil
acceso. En cuarto lugar, el drone, en la guerra contra el terrorismo, se ha
convertido en un arma que fusiona la capacidad de vigilancia y la de matar,
convirtiéndose en un “depredador”.
En cualquier caso, las aeronaves no
tripuladas no hubieran sido posibles sin grandes avances tecnológicos como la
radio. Antes, llegaría el telégrafo, comienzo de la revolución en el campo de
las telecomunicaciones. En 1858, el primer telégrafo trasatlántico se completó,
marcando una etapa clave en las comunicaciones. El primer mensaje oficial se
lanzó el 16 de agosto de 1858 y decía: “Europa y América están unidos por la
comunicación telegráfica. Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz y
buena voluntad para los hombres“. El planeta se había convertido de repente en
más pequeño. Sin embargo, el cable submarino era frágil y lento, y la
comunicación se ceñía a los límites físicos del terreno y la distancia del
cable. La radio, sin embargo, podía viajar a través de la atmósfera. El
espectro electromagnético ofreció una liberación total para el intercambio en
las comunicaciones humanas.
“Nikola Tesla sacó a relucir en un estanque
en Nueva York en 1898 algo que cambiaría el rumbo del mundo y que
revolucionaría además el futuro del guiado de objetos: el radio control”
Nikola Tesla demostró por primera vez el
mando a distancia o radio control de un vehículo al final del siglo XIX. En un
estanque en el Madison Square Garden de Nueva York en 1898, el inventor y
showman controlaba a distancia un barco con una señal de radio. Esta fue la
primera aplicación de ondas de radio en la historia, lo que significa que la
patente de Tesla Nº 613.809 fue la cuna de la robótica moderna. En esa masa de
agua flotaba un enorme posible avance militar.
En 1916, la idea de las armas guiadas de
forma remota despertó el interés del capitán Archibald M. Low, de la Royal
Flying Corps en el Reino Unido que supervisó la construcción de una serie de
aviones dirigidos por control remoto que fueron equipados con explosivos.
Durante la Primera Guerra Mundial el
inventor del giroscopio, Elmer Ambrose Sperry, desarrolló una plataforma de
aeronaves sin piloto con un dispositivo para lanzar torpedos con una catapulta.
Una publicación del New York Times de 1926 apunta a que estas aeronaves eran
guiadas con gran precisión y que después de una distancia predeterminada
giraban y volaban hacia abajo en vertical, con una carga tal de TNT capaces de
volar una población entera. El programa quedó extinto al acabar la guerra en
1918 y de hecho también hay reportes de que eran habituales los fallos técnicos
y eran numerosos los accidentes con estos prototipos.
La “Hewitt Sperry” o “bomba volante fue
capaz de volar 50 millas cargada con una bomba de 300 libras de peso. Aún así,
es importante destacar que este avión no tripulado se mejoró inequívocamente
con la adición de la tecnología giroscópica de Sperry. El éxito de este
proyecto llevó el Ejército EE.UU a poner en marcha un segundo proyecto, el
Kettering torpedo aéreo “Bug“, desarrollado por la empresa Dayton-Wright
Airplane Company. El “insecto” fue esencialmente un torpedo aéreo, sin piloto y
guiado por los controles preestablecidos. En Alemania, un proyecto similar
estaba siendo iniciado por el Dr. Wilhelm von Siemens entre 1915 y 1918. El
Siemens Torpedo Planeador era un misil que se valía de un Zeppelin y luego se
guiaba hacia su objetivo por radio. La bomba volante, el Bug y el Torpedo
Planeador eran todos primeros precursores de los misiles de crucero
contemporáneos.
A lo largo de la década de 1920, se
utilizaron varios buques controlados de forma remota para la formación de
unidades de artillería. La década de 1930 vivió una oleada de interés militar
en vehículos controlados a distancia, entre los cuales surgió la segunda
generación “Bug“.
Durante la Segunda Guerra Mundial el asunto
se trató de forma diferente. La Marina estadounidense lanzó un nuevo programa,
llamado Operación Anvil, para identificar bunkers alemanes usando bombarderos
re-adaptados para tolerar una capacidad doble con explosivos y siendo guiados
por control remoto para estrellarse con los nazis en Alemania y partes de
Francia controladas por Hitler. La tecnología por control remoto estaba muy
limitada, incluyendo dispositivos de radio conectados a un motor, con lo que
los pilotos tenían que guiar el artefacto a una altura determinada para luego
tirarse en paracaídas. En la práctica, el programa fue un desastre, muchas
aeronaves se estrellaban o peor. El hermano mayor de John Fitzgerald Kennedy,
Joseph, fue uno de los primeros pilotos del programa y murió en Agosto de 1944
cuando un”prototipo de drone” que él pilotaba explotó repentinamente cerca de
Suffolk, Inglaterra.
La ironía de la particular misión del
hermano de JFK radica en que ésta, era bombardear un sitio nazi dónde los
científicos alemanes desarrollaban un sistema de explosivos remoto, siendo el
primer programa militar de misiles. De hecho, los alemanes empezaron el
programa de misiles debido a las dificultades de las aeronaves sin piloto
controladas remotamente. Después de la guerra EE.UU y Rusia se sumarían a la
fiebre de los misiles.
Pero antes de eso, a mediados de la década
de 1940 asistimos al desarrollo del GB-1 Glide sistema de bombardeo aéreo
ideado para eludir las defensas aéreas alemanas. Era un planeador viable
equipado con una bomba estándar de 1.000 o 2.000 libras de peso. Hecho de
madera contrachapada con las alas, timones, y controlado por radio, eran
guiados hacia líneas enemigas. En 1943, ciento ocho GB-1 fueron lanzados sobre
Colonia, causando graves daños. Más adelante en la misma guerra vino el GB-4, o
el “Robin“, que fue la primera “arma guiada retransmitida por la televisión“.
Aunque potencialmente revolucionario, la imagen desvelaba que sólo podía
funcionar en las mejores condiciones atmosféricas.
“La pérdida de 40.000 aviones y 80.000
personas de tripulación durante la Segunda Guerra Mundial fueron motivos que
hicieron centrar el interés en conformar una fuerza aérea robótica en Estados
Unidos, una cuestión financiera y humana que había que resolver”
A finales de 1946 un programa de la Fuerza
Aérea de EE.UU. fue aprobado para desarrollar tres tipos de aviones no
tripulados para su uso como objetivos de formación. De los tres, el que se
lanzaba desde el aire, el modelo Q-2, fue el más importante, convirtiéndose en
el padre de una clase de aviones “diana” construidos por la Compañía
Aeronáutica Ryan. El “Firebee” se probó por primera vez en 1951 en la base
aérea de Holloman. Este modelo podía mantenerse en vuelo durante dos horas y
fue capaz de alcanzar alturas de hasta 60.000 pies.
El desarrollo de los drones se colapso
durante décadas debido a la poca necesidad que había de ellos como consecuencia
del éxito y los desarrollos en el campo de los misiles. A mediados de los 50 el
ejército de los Estados Unidos desarrolló un tipo de misil de largo alcance con
un sistema de guiado preciso, algo más parecido a una pequeña aeronave.
La guerra de Vietnam sin duda fue muy
importante en esta carrera histórica de los drones para ser lo que son hoy en
día. El conflicto dio a luz el programa más sofisticado de vigilancia con
aviones no tripulados en la historia de la aviación. Por otra parte, la guerra
de Vietnam fue la primera “guerra tecnológica” de la historia: una guerra
llevada a cabo de acuerdo con principios técnicos, modelos estadísticos y
sistemas electrónicos. De particular importancia fue el aumento en el campo de
batalla de los dispositivos electrónicos. Durante la década de 1960 el
Departamento de Defensa de los EE.UU. comenzó a automatizar e informatizar el
campo de batalla con sensores remotos y superordenadores para escuchar los
movimientos del enemigo o manejar aviones no tripulados Firebee a través de los
cielos de la selva vietnamita.
Es difícil apreciar lo rápido que avanza la
tecnología militar durante la Guerra Fría. En 1960, Gary Powers fue derribado
sobre la Unión Soviética, mientras que pilotaba un avión espía U-2. La
administración de Eisenhower revolvió cielo y tierra para mejorar su programa
de aeronaves no tripuladas. En el mismo año, la empresa Ryan Aeronautic Company
propuso una versión de su avión no tripulado llamado “carro rojo” como un
vehículo de reconocimiento. En 1962, Ryan obtuvo fondos para desarrollar el
“Gran Safari” de la Fuerza Aérea, siendo el primer avión no tripulado de
vigilancia. Los Firebees de propulsión a chorro pasaron por varios cambios de
modelo y denominaciones militares: “Ryan 147“, “AQM-34” y “Luciérnaga” fueron
lanzados desde las alas de un avión Lockheed CC-130 Hércules, que actuaba como
una nave nodriza de coordinación para todo su enjambre de aviones no
tripulados. Estos volaban rutas preprogramadas y también podían ser controlados
por operadores de radio a bordo del Hércules. Después de realizar su misión de
vigilancia los “insectos” despliegan sus paracaídas y son recuperados por
helicópteros posteriormente.
En mayo de 1964, EE.UU comenzó a considerar
el envío de aviones no tripulados para reemplazar sus U-2 en misiones de
espionaje sobre Cuba. “Luciérnagas” operados por EE.UU fueron posteriormente
utilizados para vigilancia en las denominadas “zonas sensibles”, escenarios
protagonistas de la Guerra Fría: entre ellos Cuba, Corea del Norte y la
República Popular de China. En noviembre de 1964, el Washington Post informó
que China afirmaba haber derribado un avión de reconocimiento estadounidense
sin piloto. El ejército de Estados Unidos mantuvo silencio sobre estos hechos,
al igual que haría décadas más tarde después de que los iraníes capturaran un avión
avanzado de la CIA.
Durante la guerra de Vietnam, los Lightning
Bugs se utilizaron asiduamente sobre Vietnam del Norte después de que terminara
la operación Rolling Thunder en 1968 (intento del presidente Lyndon B. Johnson
por terminar con la industria y comunicaciones en el norte del país y detener
los suministros al Vietcong y los continuos envíos de tropas del enemigo). El
“campo de batalla electrónico” de la guerra de Vietnam es fundamental para
entender el desarrollo del avión de guerra no tripulado contemporáneo, el
drone, precursor a su vez de los modelos para uso civil.
Entre 1964 y 1975, estos Lightning Bugs
realizaron más de 3.500 misiones de combate en Vietnam. Y fueron desde luego
bastante caros. En 1969 las operaciones con aviones no tripulados a baja altura
estaban costando 250 millones de dólares al año. En 1972 aviones teledirigidos
de vigilancia fueron equipados con tecnología LORAN (Long Range Navigation o
navegación de largo alcance) que mejoraron drásticamente la capacidad operacional
de estas aeronaves no tripuladas gracias a un sistema de ayuda a la navegación
electrónico que utiliza el intervalo transcurrido entre la recepción de señales
de radio transmitidas desde tres o más transmisores para determinar la posición
del receptor (algo parecido a la triangulación que utilizan los GPS de hoy en
día).
En Vietnam, aviones no tripulados
“luciérnagas” se utilizaron extensamente y para gran variedad de misiones.
Entre 1964 y 1975, más de 1.000 Lightning Bugs realizaron más de 34.000
misiones de vigilancia en todo el sudeste de Asia. De hecho, muchas de las
fotografías aéreas de Vietnam del Norte que aparecieron en la prensa
estadounidense fueron tomadas por estos aviones no tripulados. Los gestores de
la guerra no estaban dispuestos a renunciar a la aeronáutica controlada
remotamente: miles de pilotos estadounidenses habían muerto y miles de aviones
habían sido destruidos. A medida que la guerra de Vietnam llegaba a su fin, los
robots se estaban preparando.
De hecho, además, la CIA desarrolló otros
aviones durante la Guerra Fría. Estos otros prototipos fueron creados en
colaboración con la Douglas Aircraft Company en la década de 1960 y se probaron
en el Área 51, a pesar de que se presentaron a principios de 1970.
Estos fueron de algún modo pre-drones,
versiones en miniatura de lo que el ejército había pretendido conseguir desde
ni más ni menos que 1917. Ya entonces (años 60-70) tenían sistemas de guiado,
podían llevar cámaras e incluso algunos podían modificar la ruta en pleno
vuelo; lo que no podían hacer es tener un comportamiento no predeterminado ni
mucho menos volver a base. En los siguientes años los ingenieros de las fuerzas
armadas siguieron trabajando en aeronaves no tripuladas, para uso mayoritariamente
de vigilancia, que no requerían un complejo sistema de maniobras y requerían
técnicas de guiado menos precisas.En 1970 se decidió que era el momento
oportuno para los vehículos teledirigidos (RPVs). La Fuerza Aérea puso en
marcha un programa para aumentar las capacidades de alcance y de vigilancia
electrónica de las RPV. El programa consistió en la financiación de las
compañías Boeing y Ryan para desarrollar aviones no tripulados resistentes que
volaran a gran altitud. Estos prototipos fueron los más ambiciosos aviones
teledirigidos de vigilancia no tripulados en la historia de la Fuerza Aérea,
capaces de volar más de 24 horas, siendo pilotados desde el suelo. Al mismo
tiempo que los aviones no tripulados, se desarrollaron una serie de “mini-RPV”
como los prototipos Praeire, que eran capaces de llevar láser y cámaras de
video. Además de aviones no tripulados de vigilancia, la Fuerza Aérea comenzó a
experimentar con Firebees armados.
La década de 1970 se definió a este
respecto por una mezcla de inquietud, escepticismo y la especulación sobre el
futuro y la confianza en las aeronaves sin piloto. Parte de la inquietud
provenía desde el día en que un piloto humano fue “derrotado” por un avión no
tripulado. En 1971, un funcionario de Ryan desafió a John Smith, entonces
comandante de la prestigiosa unidad “Top Gun” a volar contra un avión no
tripulado. El F-4 Phantom (interceptor y cazabombardero supersónico, biplaza,
bimotor y de largo alcance) y su piloto no podían seguir el ritmo de los giros
y vueltas inhumanas del avión robot. La década de 1980 vio como el testigo en
el desarrollo de las aeronaves no tripuladas pasaba a Israel, siendo pioneros
en su utilización contra las fuerzas sirias, lo que llevó a formar la primera
corporación UAV conjunta. Casi todas las piezas estaban en su lugar para el
inicio del reinado del Predator. excepto, por supuesto, el Predator. Se
necesitarían décadas antes de la siguiente fase.
“Durante los años 80 se consolida la
tecnología UAV como algo tecnológicamente fiable y que potencialmente ya podía
rendir más que un avión tripulado, como puso de manifiesto el enfrentamiento
hombre-máquina entre el piloto de la unidad de élite Top Gun, John Smith, y su
F-4 Phantom contra un avión no tripulado”
Solo fue con el profundo desarrollo en
computación y sistemas de control electrónico durante los años 80 y 90 que los
drones del presente fueron tomando forma. Y no sería hasta finales de los 90
que las fuerzas aéreas americanas comenzaron a tratar los aspectos técnicos que
llevaron a dotar a estos de drones de misiles.
Si bien los avances en aviones no
tripulados fueron impulsados por las exigencias de la inteligencia
cartográfica, estos objetos no tripulados estaban muy ligados a una serie de
objetos legales que permitieron su despliegue. En otras palabras, la relación
entre la tecnología y la ley es extremadamente importante en el trazado de la
escalada del avión no tripulado Predator; ambos elementos van de la mano en la
adquisición de conocimiento geográfico y vigilancia, consecución de objetivos,
y en última instancia la toma de decisiones sobre la eliminación de objetivos.
Esta relación entre tecnología y ley se materializa en dos figuras que
alimentaron los motores del imperio del Predator: un ingeniero israelí de
nombre Abraham E. Karem y un yihadista saudí llamado Osama bin Laden.
Y llegamos a la historia contemporánea de
los drones, marcada sin duda por un hecho acontecido hace ya catorce años,
concretamente en Febrero de 2oo2, que es cuando la CIA usara por primera vez el
drone Predator para eliminar un objetivo de inteligencia. La acción fue llevada
a cabo en Afganistán, cerca de la ciudad de Khost. El objetivo en cuestión era
Osama Bin Laden, al menos eso pensaba la CIA. Donald Rumsfeld (secretario de
Defensa durante el gobierno Bush) después argumentó el uso del misil Hellfire,
como una decisión bien tomada. El incidente sucedió durante un breve periodo en
el que el ejército, que asistía en el programa de drones de la CIA prestando
operadores de servicio, desconocía la existencia del propio programa. Durante
días de ataques, periodistas en el terreno no paraban de recabar testimonios de
afganos que decían que los muertos eran civiles que se dedicaban a recoger chatarra.
El Pentágono empezó a estar en el ojo informativo y así es como comenzó la
larga década del drone.
La CIA había empezado a volar con drones en
Afganistán desde el año 2000. Fue sólo desde los atentados del 11-S que
empezarían los vuelos de drones armados. Algunos fueron usados a finales del
2001 contra los talibanes, pero no sería hasta el 2002 que se usaran sin ser un
apoyo explícito al ejército. El ataque de Febrero de 2002 fue una operación
para matar de la CIA, sin tener que ver con ninguna operación militar en curso.
Parece que todo el hecho de cambiar drones de vigilancia por drones con armas
es que anteriormente al ataque de Febrero de 2002, dos operadores de drones
dijeron haber identificado un objetivo, un hombre alto, que se pensó podría ser
Osama Bin Laden. Fue por este motivo que se legitimó el uso de drones armados y
tras el primer ataque selectivo fallido con drone, se siguió argumentando como
una necesidad que podía salvar vidas americanas.
Este argumento se respaldó afirmando que
Zhawar Kili, el sitio objeto del bombardeo, era un conocido complejo de
muyahidines, al que se sospechaba podían haberse trasladado Bin Laden e integrantes
de Al Qaeda después de la batalla de Tora Bora. Cosa que después se comprobó
era improbable ya que la fortaleza era un punto vulnerable para defenderse y
según los afganos del lugar las bajas fueron civiles y no combatientes.
Pero muy anteriormente a esto, sabemos que
la CIA sólo comenzaría a involucrarse en la tarea de armar drones tras los
ataques del 11-S. Aunque la agencia había sido autorizada a colaborar con el
ejército en operaciones militares antes de los ataques, los parámetros legales que
establecían estas facultades de la CIA seguían siendo algo turbias. Había
preguntas sobre quién disparaba el gatillo y bajo qué condiciones. Los
asesinatos selectivos eran ilegales por orden presidencial y no estaba claro
cuando la CIA tenía permiso para usar fuerza letal o bajo qué circunstancias.
Los problemas judiciales que existían allá
por 2001, una década más tarde, se quedaron obsoletos y la CIA trabaja mano a
mano con el ejército lanzando ataques con drone desde Pakistán a Somalia. Desde
entonces hay menos polémicas salvo por académicos o activistas que denuncian
que la CIA no es fiable en sus objetivos al 100%, y que los errores en los
asesinatos selectivos con drone parecen no ser una excepción.
¿Qué es entonces lo que importa sobre el
uso de drones por parte de la CIA? Los drones armados son sólo un instrumento
más de la CIA y parece que la identidad de los operadores, ya sean militares o
de inteligencia, importa poco a las víctimas golpeadas por los misiles
Hellfire. Por tanto ¿qué es aquello que llama la atención a víctimas,
insurgentes, periodistas o abogados sobre el uso de drones armados? ¿Porqué nos
interesan, fascinan o molestan?
Quizás sea su propio nombre amenazante,
Predator, que sugiere que este enemigo además de no ser humano no tiene piedad,
y cuya misión no es el combate sino la caza y destrucción selectiva. Parece que
nada es casualidad ni siquiera el nombre con el que se conocía el software
desarrollado para determinar el numero de bajas de víctimas civiles en los
ataques, conocido como “Bug Splat o ruido de insectos” o la carga de pago con
la que se dotaban estos drones, de nombre Hellfire (los misiles).
Pero el tema está en como matan los drones.
Su característica es que se usan principalmente para identificar y eliminar
personas individuales, no sitios o fuerzas militares enemigas como tal. A
diferencia de un misil que se decide lanzar sobre un objetivo con anterioridad,
el Predator busca con precisión y elimina, y digamos que el ejecutor no está
presente de forma física, siendo el drone el que perpetra la acción y no un
agente de la CIA.
Esta característica física que separa los
objetivos a eliminar, de los agentes de la CIA sentados en Langley, es una
característica determinante de los drones. Es la forma última de matar, un
zenith tecnológico que supone el mayor desarrollo en el mundo de las armas
desde el invento de la honda o las flechas hace miles de años. Este proceso de
evolución en las armas llevaría después a la catapulta y luego a la artillería,
alcanzando ésta su máxima expansión con los misiles nucleares
intercontinentales, que aún así son armas de limitado uso táctico y que nunca
se han usado. Los drones tienen ese carácter de poder llevar a cabo misiones de
larga distancia pero con mucha más flexibilidad y capacidad para su uso diario.
El resultado es una violencia ejercida a diario pero en un formato alienado.
Como podemos ver en el siguiente vídeo, la
industria del UAV o drone es como se puede suponer un negocio multi-millonario
sobre todo en sitios como Israel, mayor exportador mundial y que tiene una
cartera de más de cincuenta clientes eso sí todos pertenecientes a sólo dos
países; uno de ellos nos podemos imaginar quién es. Israel además de ser
pionero y mayor exportador mundial en la industria, también inunda los cielos
de la vecina franja de Gaza con sus drones, a los cuáles se atribuyen en el
conflicto de 2008-2009 cuarenta y dos ataques con drone y ochenta y siete
muertos sólo en ese periodo.
Obviamente no se le escapa a nadie que una
de las ventajas primordiales del drone es que aísla a la persona que lo opera
del riesgo de la operación. Los drones hacen del trabajo sucio de matar una
tarea más sencilla. Existen, y no es de extrañar, reportes de operadores de
drones militares que sufren estrés postraumático tras ver o analizar las
consecuencias de los ataques que llevan acabo, visionado de muertos…etc. Pero
sin duda nada comparables a las estadísticas de los veteranos de guerra, que
sufren la violencia de forma directa y presencial en el campo de batalla.
Hay en esta materia algunas razonables
dudas sobre si esta alienación de los operadores de drones en la práctica de la
violencia es positiva y sobre si estos ataques con drones suponen un campo de
cultivo para crear nuevos enemigos en aquellos lugares que viven a la sombra de
los Predator, algo que no parece nada descabellado.
Aún así, la pregunta no es si los drones
como forma de violencia son peor que otras armas. Por el contrario, la
violencia ejercida por los drones hoy en día es más selectiva que otras
técnicas militares y grupos de derechos humanos reconocen su capacidad para
llevar a cabo misiones más precisas, reduciendo los daños colaterales y bajas
civiles. El tema que preocupa sobre el uso de drones como forma de violencia es
la combinación de varios elementos: la distancia entre el asesino y el
asesinado, su automatización y por encima de todo el mínimo riesgo para el
piloto o para el gobierno. Esto arroja ciertas dudas sobre hacia donde podría
evolucionar la violencia del ser humano.
En este sentido, los drones auguran un
futuro muy oscuro. Se han convertido en algo elemental en la estrategia de
seguridad nacional de países como Estados Unidos, que desde el desierto de
Nevada conducen estos asesinatos selectivos con su MQ-1 Predator, que puede
alcanzar velocidades de 135 millas por hora. A la CIA se le atribuyen 3.900
muertes en 422 ataques con drone en Pakistán. Se estima que en 2013 el
departamento de defensa de los Estados Unidos tenía 237 Predator y 112 Reaper,
todos ellos operados remotamente a lo largo del planeta. A finales de 2015
estos asesinos robotizados se han usado 500 veces matando una cifra estimada de
3.922 personas fuera de los campos de batalla tradicionales.
Y hasta aquí llega nuestro paseo por la
historia de las aeronaves no tripuladas o drones, artefactos que se llevan
usando por los ejércitos de los países desde el siglo XIX, tanto para
estrategia e información como para el puro enfrentamiento bélico, y que tras
tanta evolución tecnológica, hoy en día se han convertido en el paradigma
táctico del siglo XXI. Afortunadamente la guerra, aún siendo el motivo de su
éxito y desarrollo, no es el único uso que podemos dar a los drones ya que existen un sin fin de buenas y
positivas aplicaciones para investigación, conservación, salvamento,
infraestructuras, rescate y búsqueda de víctimas entre otras muchas.