XXIII
Entonces escapaba salía huía
Para estar lo más lejos de él…
Trabajé de Maquilladora
al yacente
cuando no tenía
cómo llenar mis carnes
No porque tuviera
apetito voraz
-por mí, ni
comería-
Sino que mi
delgadez daba harta lástima
La gente me miraba
compasivamente
Mis propias
vísceras chillaban a voz alta
Alguna hermana de mi iglesia me sugirió
¿Por qué no vas a
los hospitales a cuidar enfermos?
Muchos dolientes
no quieren pasar la noche
Que prefieren
pagar a una extraña para tal
Así pues llegué a
visitar varios nosocomios
Los pabellones de
los desahuciados
O de los enfermos
mentales
Ahí escuchaba sus
preguntas tontas
Les limpiaba,
rasuraba, les conversaba
Y comprendí en
toda extensión esa máxima
Irrefutable: Se
cosecha lo que se produce
Si de padres
fueron indiferentes y fríos
En el postrer, sus
hijos pondrán
cualquier pretexto
para no asistir
¿Dónde cree usted es el fin de esta montaña rusa?
No me contestaban, estaban por morir y no sabían
Sin duda,
batalla inútil ante el viento de muerte
Aun así, trataba nuevamente de aliento
darle
Una sonrisa dulce propinarle
Y así me fueron recomendando
de sala en sala
Hasta los celadores me dejaba pasar y me decían:
Buenas noches Cuidadora principal del hospital
Y por extensión una
noche de pisadas ruidosas
Un agente de
servicio funerario me sugirió
asistir ya no a
los vivos sino a los muertos
Su casa matriz
necesitaba una con urgencia
Oficio nada difícil
pero sí más rentable, animaba
*
La ceremonia empezaba mirando a mi cliente
-Me parecía que nunca hubiese vivido -
Calculaba cómo le quedaría mejor el barniz
cómo poblar sus cejas a su rostro colgante
cómo
dar a sus labios un tono color carmesí
(Le veía a veces –risa mía- como veía a mi
Amator
Con ceño fruncido cuando no llegaba un cliente)
Les maquillaba para qué se mostraran bien
en la última reunión de familia
Le vieran como si estuviera dormido
Afeitado, depilado sus cejas
Untado a tonos mates suaves su piel
Siendo el amo de fiesta como que todos quieren verle a
él
Preguntaba a los dolientes ¿si quedaba en el cajón
el anillo de oro
o habría que sacárselo?
Y sus gestos brincaban por poseerlo…
¡Pobre mis muertos!
De toda riqueza solo llevaba su morral de penas
Descobijaos se
iban en su enmaderado estuche
A veces me quedaba sola en la agencia
De noche, sola con el cadáver
porque algunos no lo querían velarlo
Querían de frente llevarlo al camposanto
¿Tan apremiantes viven algunos que
si estuviera abierto el camposanto de noche
no tendrían porque esperar la
mañana?
El muerto como si
gimiera a la desconsideración
¡Pero ni zapato tenía para usarlo como ariete!
Se me hacía tarde conversando
con ellos,
Prefería estar con mi
gente toda la noche
que regresar a mi casa de madrugada
Más miedo tenía
a los vivos
Era pues una de mis ocupaciones
Que nunca le hube contado a mi Amator.
ZELI/ autor Jrosual/ Marzo 2017
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