viernes, 24 de marzo de 2017

ZELI (Poemario) XXIII


XXIII         

Entonces escapaba salía huía
Para estar lo más lejos de él…

Trabajé de Maquilladora al yacente
cuando no tenía cómo llenar mis carnes
No porque tuviera apetito voraz
-por mí, ni comería-
Sino que mi delgadez daba harta lástima
La gente me miraba compasivamente
Mis propias vísceras chillaban a voz alta

Alguna hermana de mi iglesia me sugirió
¿Por qué no vas a los hospitales a cuidar enfermos?
Muchos dolientes no quieren pasar la noche
Que prefieren pagar a una extraña para tal  

Así pues llegué a visitar varios nosocomios
Los pabellones de los desahuciados
O de los enfermos mentales
Ahí escuchaba sus preguntas tontas
Les limpiaba, rasuraba, les conversaba
Y comprendí en toda extensión esa máxima
Irrefutable: Se cosecha lo que se produce
Si de padres fueron indiferentes y fríos
En el postrer, sus hijos pondrán
cualquier pretexto para no asistir

¿Dónde cree usted es el fin de esta montaña rusa?
No me contestaban, estaban por morir y no sabían
Sin duda,  batalla inútil ante el viento de muerte  
Aun así, trataba nuevamente  de aliento  darle
Una sonrisa dulce propinarle

Y así me fueron recomendando de sala en sala
Hasta  los celadores me dejaba pasar y me decían:
Buenas noches Cuidadora principal del hospital

Y por extensión una noche de pisadas ruidosas
Un agente de servicio funerario me sugirió
asistir ya no a los vivos sino a los muertos
Su casa matriz necesitaba una con urgencia
Oficio nada difícil pero sí más rentable, animaba
                              
*

La ceremonia empezaba mirando a mi cliente
-Me parecía que nunca hubiese vivido -
Calculaba cómo le quedaría mejor el barniz
cómo poblar sus cejas a su rostro colgante
cómo dar a sus labios un tono color carmesí

(Le veía  a veces –risa mía- como veía a mi Amator
Con ceño fruncido cuando no llegaba un cliente)

Les maquillaba para qué se mostraran bien
en la última reunión de familia
Le vieran como si estuviera dormido
Afeitado,  depilado sus cejas
Untado a tonos mates suaves su piel
Siendo el amo de fiesta como que todos quieren verle a él

Preguntaba a los dolientes ¿si quedaba en el cajón
el anillo de oro  o habría que sacárselo?
Y sus gestos brincaban por poseerlo…
¡Pobre mis muertos!
De toda riqueza solo  llevaba su morral de penas
Descobijaos  se iban en su enmaderado estuche

A veces me quedaba sola en la agencia
De noche, sola con el cadáver  
porque algunos no lo querían velarlo
Querían de frente llevarlo al camposanto
¿Tan apremiantes viven algunos  que
si estuviera abierto el camposanto de noche
no tendrían porque esperar  la  mañana?

El muerto como si  gimiera a la desconsideración
¡Pero ni zapato tenía para usarlo como ariete!

Se me hacía tarde conversando con ellos,
Prefería estar con mi gente toda la noche
que regresar a mi casa de madrugada  
Más miedo  tenía a los vivos

Era pues una de mis ocupaciones
Que nunca le hube contado a mi Amator.


ZELI/ autor Jrosual/ Marzo 2017




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