viernes, 23 de agosto de 2013

Por la plaza Francia


 Por la plaza Francia recalamos una vez . Por ahí hace mil años. Veníamos del Parque Universitario y me enseñaste el colegio donde estuviste internada toda tu secundaría. Lo contabas con pena porque veías que en las vacaciones tus compañeras se iban felices a pasarlas  con sus padres; pero a ti, Zeli, nadie te recogía, por lo que,  tres meses de verano, seguías en el colegio como una especia de guardiana del local y, así, aminorar la pensión del año lectivo siguiente por consideración de la dirección.
 Yo,  por mi parte, joven aun,  empezaba  familiarizarme con las calles de Lima. No me había dado cuenta de esta singular  pequeña y hermosa plaza sino fuera por ese paseo que dimos ese verano. Plaza resaltado  por la iglesia la Recoleta de estilo muy particular.
Entramos a  una heladería que había frente a la plaza  y divisando el antiguo claustro  de la Pontificia Universidad Católica  (hoy en San Miguel) seguí escuchando largamente tu triste vida. 
En verdad, nunca te quise Zeli y para que no hubiera mal entendido te lo dije con desparpajo.Eras mi amiga, te advertí, y siempre serás mi amiga
Me gusta estar y conversar contigo, te aclaré pero no te gustó mi franqueza. Luego  despedías  mi insolencia, y yo ni pena, pero al cabo de unos meses volvías  a buscarme.
Es que era tan desgraciada tu figura que me preguntaba (y seguramente tú también) ¿quién  se fijaría en ti? Por eso volvías conmigo porque a mí, al menos,  me gustaba conversar contigo. Notaba que no te molestaba
 –o fingías no molestarte- cuando te contaba  mis andanzas sentimentales Hacia lo inexpresable  para que te fueras (Pensaba:  podías intentar otro amigo con mejor porvenir) pero no te ibas,  con esa sonrisa tibia mostrando tus dientes menudos  burlonamente  me decías: Ya veras… ya veras…
Hoy, mil años después, estoy en la misma plaza con este fario invierno  de agosto, sentado en el mismo  banco de antaño un buen rato y a pesar que  el frío  se embute  en mis tobillos no es tanto como el frío de mi alma.
 Tu me decías que todo lo malo se paga aquí. Cierto.  Perdí mi casa, perdí mi mujer, perdí mis hijos. Dios nos da  por donde más nos duele.
¡Para qué te  voy a contar, Zeli, si tú lo sabes, tú lo miras! Y, tal vez, estarás sonriendo con tus dientes menudos y sonrisa sarcástica .Tal vez, por eso, me decías: Ya vas a ver…Ya vas a ver…
  Y hasta te perdí,  una amiga que me haría tanta  falta, hoy, contarle mis desventuras. Contigo no tenía ese deseo carnal que tenía con otras, sencillamente me gustaba que me escucharas.
  ¿Qué es la  vida? pregunto y respondo:  Es sonora cachetada  a nuestra mejilla que nos muestra otra generación de jóvenes  acaramelados que  pasean por este mismo lugar y a mí ni la tos.
Zeli, arderás en mi memoria, pero ya no tendré  placer conversar contigo.

Mi única amiga de verdad en mi certera y  dolorosa vida.

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