Por la plaza
Francia recalamos una vez . Por ahí hace mil años. Veníamos del Parque
Universitario y me enseñaste el colegio donde estuviste internada toda tu secundaría.
Lo contabas con pena porque veías que en las vacaciones tus compañeras se iban
felices a pasarlas con sus padres; pero
a ti, Zeli, nadie te recogía, por lo que, tres meses de verano, seguías en el colegio
como una especia de guardiana del local y, así, aminorar la pensión del año
lectivo siguiente por consideración de la dirección.
Yo, por mi parte, joven aun, empezaba familiarizarme con las calles de Lima. No me
había dado cuenta de esta singular
pequeña y hermosa plaza sino fuera por ese paseo que dimos ese verano.
Plaza resaltado por la iglesia la Recoleta
de estilo muy particular.
Entramos a una
heladería que había frente a la plaza y
divisando el antiguo claustro de la Pontificia
Universidad Católica (hoy en San Miguel)
seguí escuchando largamente tu triste vida.
En verdad, nunca te quise Zeli y para que no hubiera
mal entendido te lo dije con desparpajo.Eras mi amiga, te advertí, y siempre
serás mi amiga
Me gusta estar y conversar contigo, te aclaré pero no te
gustó mi franqueza. Luego despedías mi insolencia, y yo ni pena, pero al cabo de
unos meses volvías a buscarme.
Es que era tan desgraciada tu figura que me preguntaba
(y seguramente tú también) ¿quién se
fijaría en ti? Por eso volvías conmigo porque a mí, al menos, me gustaba conversar contigo. Notaba que no te
molestaba
–o fingías no
molestarte- cuando te contaba mis
andanzas sentimentales Hacia lo inexpresable para que te fueras (Pensaba: podías intentar otro amigo con mejor porvenir)
pero no te ibas, con esa sonrisa tibia
mostrando tus dientes menudos burlonamente
me decías: Ya veras… ya veras…
Hoy, mil años después, estoy en la misma plaza con este
fario invierno de agosto, sentado en el
mismo banco de antaño un buen rato y a
pesar que el frío se embute en mis tobillos no es tanto como el frío de mi
alma.
Tu me decías
que todo lo malo se paga aquí. Cierto. Perdí
mi casa, perdí mi mujer, perdí mis hijos. Dios nos da por donde más nos duele.
¡Para qué te voy a contar, Zeli, si tú lo sabes, tú lo
miras! Y, tal vez, estarás sonriendo con tus dientes menudos y sonrisa sarcástica .Tal
vez, por eso, me decías: Ya vas a ver…Ya vas a ver…
Y hasta te perdí, una amiga que me haría tanta falta, hoy, contarle mis desventuras. Contigo
no tenía ese deseo carnal que tenía con otras, sencillamente me gustaba que me escucharas.
¿Qué es
la vida? pregunto y respondo: Es sonora cachetada a nuestra mejilla que nos muestra otra generación
de jóvenes acaramelados que pasean por este mismo lugar y a mí ni la tos.
Zeli, arderás en mi memoria, pero ya no tendré placer conversar contigo.
Mi única amiga de verdad en mi certera y dolorosa vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario