Tengo en la primera página de mi libreta de apuntes, que lo
llevo a cualquier lado, esta referencia
de un autor anónimo:
Aunque sientas el cansancio, aunque el triunfo te abandone
Aunque un error te lastime, aunque un negocio te quiebre
Aunque una traición te hiera, aunque una ilusión se apague
Aunque el dolor queme tus ojos, aunque ignoren tus esfuerzos
Aunque la ingratitud sea la paga, aunque la incomprensión
corte tu risa
Aunque todo parezca nada... ¡Vuelve a empezar!
Por lo que ante el agravio grande que me
pudieran hacer me tiene sin cuidado, no
le doy importancia, lo tolero, no me lastima el alma ¡ante
las cosas grandes!
Pero con detalles pequeñitos no soy así.
Cuento: Viajo en el micro y el semáforo rojo que nos detiene está a punto
de cambiar; delante de mí un pasajero llama por la ventana entre abierta a un
vendedor de periódicos que está en la esquina. Pide Perú 21, y el canillita atento le entrega el periódico pero el hombre busca
en su monedero una moneda y no tiene .Ya cambió la luz, y él sigue buscando una
moneda en sus bolsillo. El chofer por el
retrovisor observa y mantiene quieto aun el carro.
Y esto me amarga sobremanera, rápido me indispone, me altero
y grito: ¡Oiga chofer siga, estamos en luz verde! ¡Estamos apurados!
Se me sube la bilirrubina como canta un tal Guerra y, así,
como este pequeñito detalle, con otros, últimamente me estoy descontrolando
¿No será que capeado la mar brava desfogue mi cólera en lo
pequeño?
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