domingo, 16 de febrero de 2014

Maratonista huanca



La cornisa,  de cuyo borde, abajo, se ve el río.
Del canto se ve senderos de subida, de bajada
Era fiel su sino, sin más esperanza que correr.
Sabía que las piernas le sacarían de su pueblo.
Porque en el mundo ninguna otra cosa tenía
 En sudor, con el bibidí fosforescente trotaba
Las pastoras le veían desde la otra banda
Entre ellas, María Quispe, a la que ama tanto
Pero no puede permitirse aun a quebrantarla.
 Porque en el mundo ninguna otra cosa tenía.
Mantener ritmo de la respiración, aprendía,
Con los brazos doblados a noventa grados,
Las manos como lanzas para cortar el viento
Zancada largas daba, esforzábase más y más!
Porque en el mundo ninguna otra cosa tenía.
Subyugar cerros, llanuras, planicie y riachuelo 
Poseer piernas fuertes,  corazón encandilado  
Corría  por la meseta alzando su brazo al cielo
Casi, tratando alcanzar  las nubes cargadas
Porque en el mundo ninguna otra cosa tenía
Cierto: Hasta el kilometro veintisiete se  corre
Eran sus piernas, insoslayables compañeros.
Hasta los cuarenta con la cabeza,  y los últimos
Corre el fondista y lleva el corazón en la mano.
Porque en el mundo ninguna otra cosa tenía
En  madrugadas  oscuras no  veía la meta 
por la autopista que cruzaba  la cordillera
solo oía su propio trote ¡y eso le gustaba!
escuchar  la respiración de silencio , al correr.
Porque en el mundo ninguna otra cosa tenía
Corría entre árboles de eucalipto mentoladas
con el  aire limpio,  en su cielo, aun cinabrio
y volvía entrado la mañana hasta su morada
hasta que le pareciera que la pista ondule
Porque en el mundo ninguna otra cosa tenía




                              

No hay comentarios:

Publicar un comentario