viernes, 14 de febrero de 2014

Footing

Cuando vivía en Chiclayo corría por una calle  con mis amigas en las madrugadas, hacía tiempo, cuando aun éramos jovencitas.
Resulta que para hacer footing en las madrugadas, cada una,   por turno, nos tocaba pasar la voz a las otras  en sus casas.
Ese día me tocó a mí. Antes de acostarme había puesto  la hora y sincronizado el timbre para las 4 a.m.
Sonó el timbre. Vi la hora: 4 a.m. Me puse mi polera, pantalón de buzo,  zapatillas y salí.
 Pasé la voz a mis amigas en sus casas pero nadie salió.
¡Bueno,  dije para mí, qué flojas son para levantarse!  Y decidí correr sola hasta que se levantaran.  En la calle que solíamos correr también asistían  otros grupos pero esa madrugada no había nadie. Corrí hasta el fondo de la calle, más allá había sementeras. Di la vuelta, entonces,  vi   a lo lejos que alguien había salido a correr y se venía acercando.  Dije para mi, Al menos somos dos.
Conforme se fue acercándose noté que era un hombre, más cerca, un joven pálido y  usaba  uniforme militar antiguo y …¡horror! Flotaba, no tenía piernas ¡Dios! dije, Nos cruzamos. No podía parar o mejor dicho no quería parar. Seguí corriendo  con más fuerza y no paré hasta meterme a mi casa, asustada.  Entre agitada y reponiéndome de la impresión recién tocó el timbre del reloj dando la 4a.m.
¿Qué había pasado?  ¿Dónde estaba en ese lapso de tiempo que estuve afuera corriendo? ¡Explíqueme doctor Choe!
(Adaptado emisión radial)


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