Mamá María vivía, mejor dicho, moría envuelto en un
hatajo de tinieblas sus últimos días, dónde solo podían asistir a sus recuerdos más
no sus ojos.
El hijo de Mamá María llamado Elesván era un mèdico
endocrino al que solo le bastò hacer su
vida en Madrid para ser considerado el orgullo familiar, aunque poco se sabia de él, solo que estaba en
Madrid.
Pero Mamá María tenía otro hijo, Tío Julio,
octogenario que desvariaba
Siempre; recordaba
supuestas aventuras con una Miss Perú…Sus partidos de fùtbol con
Garrincha en el estadio Uma Collo…Sus
charlas con el mismísimo Napoleón…
Habíamos contratado
una chica para que lo atendiera
pero ésta como las demás, lo trataba mal. Es que nadie podía
soportarlo, su cuarto apestaba a caca. Esta
le cocinaba cualquier bodrio y, luego, lo
adormecía con pastillas para dormir.
Si me pongo en su lugar, sería genial ser loco para no ver la realidad
o para verla con otros ojos
La muerte nunca es buena es gélida y oscura.
En realidad, amo – a la muerte- Se que a lo largo de
mi vida su presencia ha sido un estimulo vital. La muerte me seduce ocultándome sus secretos Me dice Te estoy esperando, yo la evito. Quiero conocerlo mejor pero solo
hay una forma …
(Extracto de Orlando Mazeyra Guillen)
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