La mesa grande, madera de roble
que mi tío traspasó a mi padre
-el taller del tío era pequeño
su cliente no lo quiso recoger-
mide tres metros cincuenta
Se quedó en nuestra casa vieja.
En la mudanza, tiempo después,
a casa nueva, ésta, pedía mesa nueva
No la llevamos, quedó por anticuada
Al poco tiempo, cuando urgía refugio
llevé ahí, a ella, a encandilar mi amor
Cuando nació mi primer hijo
buscando independencia
me instalé en la casa vieja:
La mesa grande estaba esperando
La heredé con otros bártulos
Anticipo de mi escasa herencia
Jóvenes, nos parecía tan grande:
Solíamos encimar un minifrigider
Canasto de ropa, teve de doce pulgadas
y sobraba sitio para sentar la merienda
La mesa grande tiene su prehistoria,
ignoramos, -usada la adquirió mi padre-
Lo que atañe a la nuestra, la cuento:
Sobre ella jugaba con mi hermana Eli
haciendo túneles en caja corrugada
cajas vacías de naranja Huando
que mi padre traía expresamente
-el vendía fruta en calles de Lince-
Pequeño, era yo, que mi mollera
no alcanzaba su tabla lisa y rasa
En mi segunda mudanza lo llevé
a mi casa propia y aún la mantengo
- queda duda quién se ira primero,
pero, sin duda, si fuese yo,
harán braza con ella-
Ya no me parece grande
¡son tantos mis hijos!
quepan, apenas, con las justas.
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